La listas de los seleccionadores se filtran con la facilidad que lo hace Messi de las defensas rivales a cada instante. Por eso con anticipación a la oficialización de la misma el debate nace, crece y se reproduce hasta el hartazgo.
Esta vez, como casi siempre, habrá jugadores de nuestro fútbol en la lista de Jorge Sampaoli. Pocos pero suficientes como para saciar la necesidad de colocar futbolistas del fútbol local en la citación. Suficientes para arraigar la idea de que los de acá también sirven.
El detalle es el nivel de efervescencia con el cual desde algunos sectores se lo demanda y los comentarios comparativos que aseveran -antes de poder verlos lucir la celeste y blanca incluso- que los del fútbol doméstico son mejores que varios de los que juegan en el Viejo Continente.
Y entre esos nombres deslumbra uno que se erige por su actualidad como el estereotipo justo para los que adoran etiquetar jugadores. Me refiero a Lautaro Martínez. No me refiero al delantero de Racing tildado como la nueva joya de nuestro fútbol, ni al abanderado de la renovación ni al mejor delantero del país ni al huracán, como algunos lo denominan.
Martínez tiene veinte años. Hace un año pugnaba por jugar algunos minutos. Poco después fue catapultado a la escena deportiva por su gran actuación en la Sub-20 lo que le valió entrar en la consideración de Racing y hoy es una grata realidad. Que no deja de tener veinte años y que no tiene más de cuarenta partidos como profesional.

Su talento es tan innegable como su evolución. Tan innegable como que ante Unión hace un mes lejos estuvo de jugar bien y mucho más lejos aún de ser determinante. Desde ese momento hasta la fecha, treinta días después, ha convertido muchos goles y ha sido observado in situ por el seleccionador argentino y por emisarios del Inter de Milán.
El pasado martes, tras su segundo triplete de febrero, se mostró ofuscado porque había cometido errores importantes en el juego, pero nadie reparó en ello. El país eligió deshacerse en elogios para encumbrarlo como la aparición más impactante del último tiempo.
Probablemente, su autoexigencia se base en los detalles que él entiende le restan chances en la Selección Nacional. Pero se elige obviar su declaración porque se ha encontrado el jugador ideal para representar al fútbol de acá en el combinado nacional.
Y en un error tan enorme como las capacidades de Lautaro. Porque el tiempo le juega en contra. Deberá, en un puñado de días, incorporarse a un grupo, hacer carne la idea del entrenador y generar armonía de juego con sus compañeros.

Quizás juegue algunos minutos. Quizá puedan resultarle productivos si el equipo lo acompaña, como por ejemplo lo hizo con Pavón. O quizá no pueda capitalizarlos, como le sucedió a Icardi.
Ocurra lo que ocurra no dejará de ser el talentoso delantero de Racing que es hoy. Pero según su rendimiento seguramente se dirá que dio la talla o que no la dio. Y eso es abusivamente injusto porque rumbo al Mundial de Rusia tendrá una sola y breve oportunidad.
Debemos evitar que las urgencias y la instalada desvalorización de los futbolistas que están hace mucho en la selección nos lleven a cargar sobre este pibe o sobre el mismo Cristian Pavón todas las esperanzas y frustraciones acumuladas. Porque el daño podría ser terrible.
Lautaro Martínez probablemente sea parte vital del recambio. Pero el recambio acá y en la China, en fútbol, básquet, rugby o el deporte colectivo que se prefiera, es un proceso. Un proceso que necesita tiempo, paciencia y sobre todo proyectos, no solo nombres propios.