A partir del domingo la caprichosa rodará, entrará o se negará a hacerlo. Con ello los análisis serán diversos y el resultado, inapelable juez futbolero dará su veredicto como siempre suele hacerlo: sin aceptar objeciones. Aunque las haya y el abanico de interpretaciones sea tan amplio como la cantidad de opiniones.
Cuando combaten tantos y hay tan pocos premios en juego la competencia puede tender a parecer desalentadora, hasta aburrida quizá, aunque ver los colores de nuestros equipos suela alcanzar para repetir los ritos domingueros, ilusionados, rumbo a la cancha, o prendidos a la radio.
Los objetivos deslumbrantes son exiguos, apenas los ganadores de zona y sus escoltas podrán lucir una brillosa presea: todos accederán a la lejana Libertadores de 2017 y uno se consagrará campeón. La Sudamericana que arrancará, Dios mediante, en el segundo semestre del año ya vendió sus plazas en el también lejano 2015.Y por último, para varios, aparece la chance de un jugoso banquete si los resultados en los clásicos acompañan.
Pero para la gran masa que quedará fuera del puñado de vencedores, se presenta un enorme desafío: plantear metas viables. Probablemente nuestros representantes formen parte de esta gran lista. Pero no debe ser esto un motivo de frustración. El realismo permite crecer más que el idealismo en este caso.
Transmitir un mensaje claro es determinante. Es sabido que la lógica suele burlarse y reírse de nuestro amado fútbol, pero se la puede combatir con trabajo, seriedad, claridad y un poco de oxígeno, de ese que dan los resultado más que la paciencia en este país.
Alcanzar un buen funcionamiento; engrosar el promedio a sabiendas de un futuro no tan distante que será cruel y poco tolerante al error; potenciar y promover jugadores propios; consolidar una idea y un cuerpo técnico al frente de la misma; afianzar la imagen de los clubes cumpliendo sus compromisos con jugadores, pero también con socios e hinchas; todos pueden ser objetivos importantes, alcanzables y valorables, pero deben ser planteados como tales.
De las palabras nos alimentamos. Al mensaje se aferra el hincha para medir su expectativa, o mejor dicho, para aceptar la realidad si difiere mucho de la soñada. A ese mismo mensaje adherimos los que debemos ponerle racionalidad a esta pasión, con el desafío de transmitirla lo más pura posible. Por eso es necesario el sinceramiento previo, la mancomunidad entre los pensares de las patas que sostienen el proyecto deportivo que comienza en horas. Porque sabiendo a donde se apunta, puede medirse el éxito de la empresa.No se trata de poner un techo, sino de amortiguar un golpe.
Con la redonda ya rodada, con los minutos ya expirados, con el silbatazo bajando el telón y con el resultado ya puesto, es más fácil. Con el Diario del Lunes se pueden trazar mil directrices, pero sería muy sano para nuestros clubes, para tatengues y sabaleros, que los protagonistas tracen la hoja de ruta de este cuatrimestral viaje, con el Diario del Viernes.