Fútbol - Por César Carignano

Viernes 06 de Octubre de 2017 - 11:27 hs

Su soledad y él

Actualizado: Viernes 06 de Octubre de 2017 - 11:29 hs

Alguna vez en el campito o en los tablones de alguna cancha todos hemos escuchado que algún fenómeno futbolístico, algún distinto fue capaz de ganar un partido solo. Es verdad. Pero verdad a medias, más bien una frase hecha, muy simbólica por cierto: nadie puede prescindir del contexto, de un funcionamiento o de un acompañamiento mínimo para lograr un objetivo.

Tener al mejor futbolista del mundo puede significar un gran privilegio, pero cuando su talento se sume al de un buen equipo y logre potenciarlo, no cuando se genere una dependencia viciosa de sus virtudes.

 

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Sistemáticamente se ha puesto el foco en cómo mira, qué dice, con quiénes tiene mayor afinidad, y pocas veces en cuáles son las mejores alternativas para rodearlo. Se lo ubica en un lugar divino que él ni asume ni elige. El simplemente juega. Y cada vez lo hace con mayor compromiso.

Es inevitable que el centro sea él, pero así como el sol tiene planetas que giran armoniosamente a su alrededor Lionel precisa –urgentemente- satélites futbolísticos con luz propia en torno a su órbita. Pero no para adularlo o adorarlo, sino para asumir responsabilidades y decisiones en el campo de juego de manera independiente. No se pueden supeditar los atributos de los demás a los del 10, porque terminaremos -como hasta hoy- cayendo en la obviedad de un único plan. Y de su mano, en la previsibilidad absoluta.

Con uno quizá no alcance para detenerlo. Tal vez con dos tampoco, pero con tres sí será factible. La cuestión pasa por el resto. En la medida que nadie asuma el rol de constructor alterno no se generarán recursos que preocupen a los rivales más allá de Messi.

Así, simplemente así, se controla prácticamente por completo a este seleccionado. Con Sabella pasó de a ratos, con Martino también, con Bauza se consolidó y con Sampaoli parece –por el momento- ser una endemia irreversible.

 

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No obstante nuestro capitán no es enteramente reducible, no. Es capaz de crear sin entorno favorable, sin contexto que lo haga probable. Pasa seguido, ante cualquier adversario, pero precisa compañeros que sepan concretar eso que de la nada concibe.

La realidad marca que, lamentablemente, no aparecen individualidades que estén a su altura en la definición. Por ello cuesta creer, cuesta ilusionarse. Seguramente él tendría mayores probabilidades de transformar oportunidades en goles, pero si fabrica no llega a definir, y si espera para la definición no hay quién construya por él. 

 

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El problema no está dentro suyo sino en sus cercanías y ya no hay tiempo para revertir el nerviosismo actual ni para encontrar demasiada evolución en el juego. En este momento se precisa un triunfo para que tantos millones de argentinos no nos quedemos sin mundial, pero además duele pensar la posibilidad de que por primera vez en la historia el fútbol se pierda el privilegio de tener al mejor futbolista de la actualidad en la mayor cumbre que este deporte puede proponer.

El fútbol no lo merece. Lionel Andrés Messi, menos que nadie. Pero para soñar hasta el final precisará de alguien que lo acompañe en esta búsqueda desenfrenada y apasionada por llegar a Rusia, alguien más que la fiel compañera que hoy convive a su lado en el césped: la soledad.

 

Fuente: Por César Carignano