Diez años: conversaciones Hay Festival Cartagena de Indias 2006-2015 se publica en enero en Colombia, México y España, coeditado por el propio festival, Publicaciones AECID y Penguin Random House. Reúne diálogos con Junot Díaz, Alessandro Baricco, Carlos Fuentes, Javier Cercas y David Grossman, entre otros autores, editados por Margarita Valencia y con fotografías de Daniel Mordzinski. Tras el diálogo con Ian McEwan dado a conocer la semana pasada, en esta segunda entrega exclusiva Adncultura presenta la entrevista con Salman Rushdie. En la próxima edición, será el turno de la ganadora del Premio Nobel Herta Müller. Más información: www.hayfestivalcartagena.org
-A menudo te comparan con Gabriel García Márquez. ¿Qué piensas al respecto?
-Es muy halagador ser comparado con una gran figura de la literatura universal, así que agradezco la comparación. Recuerdo que cuando se publicó Grimus, mi poco afortunada primera novela, un amigo me dijo: "Está claro que García Márquez te ha influenciado mucho". Pero yo no sabía quién era García Márquez. Al principio mi amigo no me creyó, pero al ver que era cierto me dijo: "Tienes que ir hoy mismo a una librería y comprar Cien años de soledad". Y yo le pregunté: "¿Cómo? ¿Cien años? ¿De soledad? ¿Ése es un buen libro?". "¡Cállate y ve!", me contestó. Cien años de soledad se publicó en la colección de clásicos de Penguin; en la cubierta aparecía la imagen de un mural de Diego Rivera en la que un grupo de campesinos marcha con gran emoción hacia el futuro: "¡Esto se ve terrible!", pensé. Luego abrí el libro, encontré esa emotiva primera frase y después, como todo el mundo, me perdí en él. Me gustó mucho esa novela. Tiempo después William Kennedy dijo en su crítica de Cien años de soledad para The New York Times que era el primer libro después de la Biblia que debía ser lectura obligatoria para todo el mundo.
Es la mejor crítica que puedes recibir. Estoy más o menos de acuerdo con ello. La magia de ese libro es la inversión de la realidad. Convencionalmente se cree que la realidad de la ciudad con su tecnología racional representa la verdad y que la mística superstición del campo representa lo que no es verdadero. Pero allí ocurre lo opuesto. En Macondo los milagros son cosa de todos los días.
Para la gente es normal, es casi un lugar común que Remedios la Bella se eleve hacia el cielo, pero cuando las vías del tren llegan al pueblo, la gente siente terror. Una de mis líneas favoritas de este libro describe el momento en el que una mujer irrumpe en el pueblo gritando como loca: "¡Ahí viene una cosa espantosa como una cocina arrastrando un pueblo!". La magia de este libro es la inversión entre la manera de pensar de un pueblo y la de una ciudad. Si yo tuviera que describirme a mí mismo diría que soy un escritor de la gran ciudad. He vivido toda mi vida en grandes ciudades como Bombay, Londres y Nueva York. Creo que soy un hombre de ciudad y escribo desde allí, lo cual le da a mi escritura un sabor diferente.
-¿Cuál era tu propósito en Hijos de la medianoche, tu primera gran novela?
-Sólo esperaba que la publicaran porque mi libro anterior no había sido precisamente un gran éxito; tuvo muy mala crítica y sólo vendió novecientas copias. Algunas de las críticas sugerían que me dedicara a otra profesión. Es la peor manera de comenzar una carrera y me tomó tiempo recuperarme. Duré cuatro o cinco años escribiendo Hijos de la medianoche. Cuando terminé, me quedé mirando el manuscrito que tenía en las manos: era largo y bastante extraño. Hasta entonces los libros que se publicaban sobre la India abordaban la experiencia de los occidentales. Había libros que narraban el viaje de las muchachas inglesas a la India y cómo se enamoraban de un maharajá. Había muchos maharajás esperando a que llegaran las muchachas inglesas. Casi todas estas historias sucedían durante el Imperio británico y el punto de vista era casi siempre el de Occidente. Yo escribí la novela desde el punto de vista de alguien de mi generación que crece en la India y habla un inglés indianizado. En un punto me pregunté si alguien querría publicar esta novela. Así que me di por bien servido cuando Jonathan Cape y Alfred A. Knopf, que eran las mejores editoriales de entonces, la publicaron. El libro tuvo buenas críticas y vendió mil o dos mil copias. Me gustaba mucho la idea de viajar y de llamarme a mí mismo "escritor". Recuerdo que cuando Hijos de la medianoche se publicó, pensé: "Si a la gente no le gusta esta novela, es que no sé lo que es escribir un buen libro. Dejaré de molestar a la gente y haré otra cosa". Pero el libro tuvo una gran aceptación.
-¿Qué expectativas tenías cuando escribiste esa novela?
-Creo que mi generación fue inusual porque creció inmediatamente después de la salida de los británicos de la India. Mis padres solían contar que yo había nacido ocho semanas después de que se fueran los ingleses, como si hubiera algún tipo de causalidad. A la edad de cincuenta y seis días me había librado del Imperio británico. No fue divertido escuchar esta historia la primera vez y hacía muecas cuando veía que mis padres iban a contarla de nuevo, pero al final tuve que agradecerles porque me dieron la idea de un niño nacido al tiempo que el Imperio británico finalizaba. Mi idea original era escribir una novelita acerca de mi generación y de lo que fue para nosotros crecer en Bombay. De repente la conexión entre el nacimiento del niño y el del país lo cambió todo porque significó que debía escribir sobre una pareja de gemelos. Debía hablar del muchacho y del país. En ese punto la historia comenzó a fluir como un río. Me di cuenta de que el libro iba a ser mucho más interesante y más largo, lo cual me daba miedo. No sabía si sería capaz de hacerlo. En parte me tomó tanto tiempo porque mientras lo escribía estaba aprendiendo a hacerlo; y comencé mal, no sabía cómo escribirlo. Inicialmente la novela estaba escrita en tercera persona y le faltaba vida. Al ver las páginas muertas pensé: "Aquí hay una historia pero no sé cómo darle vida". Y luego se me ocurrió intentar algo. El protagonista nace en la cuarta parte de la novela; pensé que hacer esperar tanto al lector era pedirle demasiado y que podía impacientarse si después de muchas páginas el personaje central no había nacido todavía. Entonces decidí dejar que fuera él quien contara la historia, que al menos su voz estuviera presente aunque no realizara ninguna acción.
Ese día me senté y dejé que él hablara. Así comenzó lo que sustancialmente sería la primera página de la novela: "Nací en la ciudad de Bombay?". Sentí que en esa primera página había algo más poderoso que cualquier cosa que hubiera escrito en toda mi vida. Después me di cuenta de que no podía callarlo, de que debía dejarlo correr y de que lo único que tenía que hacer era agarrarme fuerte porque ese personaje me llevaría hacia donde la novela tenía que ir.
-¿Dónde encontraste esa voz?
-La India ha sido escrita en inglés, una lengua fría y clásica que entró a la fuerza y se expandió por todo el país. Es sorprendente, porque la India no es fría ni clásica. Huele mal y es vulgar, borrosa, dominante, surrealista y perezosa. En la India los sentidos están permanentemente bajo asalto. El paisaje siempre está saturado. Nadie se imagina el constante estímulo al olfato. Yo sé que la gente de aquí cree que puede imaginarlo porque vive en América Latina, pero no puede. La India hace que América Latina parezca un hospital aséptico. Si pudieran imaginar una exageración de América Latina, ya podrían imaginarse la India. Pensé que tenía que encontrar una manera de escribir que hiciera que el lector sintiera eso. Tenía que encontrar una escritura que transmitiera el ruido, la vulgaridad, los sonidos ensordecedores, la sensualidad? Pensé que el inglés de la India se había convertido en una lengua diferente, de la misma manera como el inglés adquirió inflexiones caribeñas en el Caribe y se convirtió en irlandés en Irlanda, en estadounidense en Estados Unidos, en australiano en Australia o en africano en África. Y aun así casi nadie se había atrevido a escribir en el inglés que se utilizaba en las calles, que es justamente el que le permite al personaje de Hijos de la medianoche contar la historia. La narración y la historia oral permitieron que ese inglés de la India se convirtiera en la lengua de este libro. Todo lo demás salió de allí. A eso me refiero cuando hablo de un tren expreso; el uso del lenguaje de las calles de la India y no del inglés de Inglaterra hizo posible la escritura de esta novela.
-Tu estilo es maximalista y cargado?
-Creo que hay dos maneras de escribir una historia. Una de ellas consiste en dejarlo todo por fuera y tomar un cabello de la brillante cabellera de las diosas, ponerlo al sol y ver qué revela. Los grandes escritores que han escrito así han logrado crear un universo entero a partir de ese cabello. La otra manera consiste en ponerlo todo. Así que para mí existen los libros en los que casi todo está presente y aquellos en los que no hay casi nada. Todo lo que hay en medio es mierda. Lo que hay en los extremos es interesante y lo demás es basura convencional. Yo soy un escritor que lo pone todo. A veces me gustaría ser el otro tipo de escritor, pero no lo soy. Uno tiene que ser fiel a uno mismo, a la persona que es en realidad.
-¿Cómo modulaste esa voz india vulgar al escribir una novela como Los versos satánicos, que trata esencialmente sobre la migración y en gran medida sobre Inglaterra?
-Todo cambió. Sucede que uno como escritor se cansa de las cosas. Ese experimento particular que llevé a cabo en Hijos de la medianoche y Vergu?enza, al que ocasionalmente regreso en algunos apartes de ciertos libros, se agotó. No quiero hacer el mismo truco toda la vida, necesito algo nuevo. Los versos satánicos es una novela sobre la migración que habla de quienes van de Oriente a Occidente y de cómo en ese trayecto cuestionan casi todo lo que son. Hay una crisis existencial porque descubren que lo que conforma al ser humano tiene raíces en cosas externas: la lengua, el lugar de origen, la comunidad, las ideas? Al emigrar uno se desprende de esas raíces. Llega a un lugar donde la lengua es diferente, las personas no lo conocen, el lugar no le es familiar y lo rodean ideas culturales, intelectuales y religiosas que no le son propias. Uno se ve abocado a una crisis existencial en la cual debe reexaminar lo que piensa sobre todo y decidir con qué se quedará, de qué se agarrará, qué dejará ir, qué aceptará y qué rechazará del nuevo mundo? Se trata de una transacción dolorosa que según la ocasión puede ser cómica o trágica. Los versos satánicos habla de seres humanos que intentan tomar esas decisiones. Obviamente yo mismo viví muchas de esas cosas que le suceden a la mayoría de mis personajes. El libro se convirtió en un acto de cuestionamiento radical de todo. Ése es mi trabajo porque esto también me sucedió a mí. Soy un inmigrante, crecí en una ciudad, viajé a través del mundo hacia un lugar lejano y tuve que tomar estas decisiones, así que Los versos satánicos es una historia personal. Quizás por eso hay gente a la que no le gusta este libro.
-¿Qué es para ti una novela?
-Hacer algo que uno nunca ha hecho es muy importante. No me gusta reciclar o resolver problemas que ya he resuelto. Sería muy fácil escribir una versión de Hijos de la medianoche cada dos o tres años y publicarla, pero resultaría muy aburrido para mí y para los lectores. Por eso intento ir a un lugar diferente en mi cabeza, cosa que a veces es confusa para los demás. Cuando escribí El suelo bajo sus pies mucha gente me preguntó por qué estaba escribiendo sobre rock and roll. A veces los lectores no se dan cuenta cuando intento hacer algo diferente.
-En Londres diste una conferencia titulada "¿Nada es sagrado?"?
-En la historia de la humanidad lo sagrado siempre ha sido una manera de callar a la gente. Lo sagrado significa: "Nosotros contamos la historia, no usted". Y de la idea de lo sagrado vienen las inquisiciones, los ayatolás y todas esas cosas. El suelo bajo sus pies es una novela irreverente porque privilegia la palabra del individuo, del autor del libro, por encima de la voz de los demás. Releemos libros y nos parecen interesantes porque en ellos y en las obras de arte encontramos la voz del creador, que le pertenece sólo a él. Nadie más es dueño de ella: ningún partido político o grupo de interés, ninguna ideología? Se trata de un individuo que dice: "Creo que esto es así, ¿qué piensan?". Cada lector puede aceptarlo o rechazarlo. Al leer un libro se puede opinar que no vale la pena y dejarlo sobre la mesa; no hay nada de malo en eso. Siendo estudiante universitario fui una vez a una librería en Cambridge y encontré una copia de Ficciones, de Jorge Luis Borges. Era la única copia disponible en inglés. Levanté el libro de la mesa y después de una hora seguía leyendo allí de pie, no podía parar de leer. Fue como si alguien hubiera abierto unas puertas mágicas en mi mente y pude visitar lugares adonde no pensaba que fuera posible ir. De repente el vendedor se acercó y me preguntó: "¿Va a comprar el libro?". En realidad estaba pensando en robarlo pero lo compré. Si tienes suerte, a veces los libros abren puertas mágicas en tu mente y te llevan a lugares nuevos. Borges pudo hacer eso conmigo porque su voz sólo le pertenecía a él, a nadie más. Era una voz única, distinta, poderosa y sorprendente, que es lo que queremos de nuestros escritores. Queremos que sean ellos mismos y no los sirvientes de alguien más. Eso es la forma. Después el autor puede tener en cuenta o no la opinión de los lectores sobre si es bueno, acertado y respetuoso o no. Pero la tarea del autor es intentar decir lo que tiene que decir de la mejor manera posible. Eso es lo que al final les ofrece a los lectores; todo lo demás depende de ellos.
-Vamos al siglo XVI porque en esa época sucede La encantadora de Florencia, que narra las aventuras increíbles de la transformación de la brujería en el mundo. Allí introdujiste distintos personajes históricos como la reina Isabel y Maquiavelo. Me parece que tu marca consiste en darle la vuelta a la historia para verla desde otro lugar?
-Estudié Historia: para mí entender el pasado significa entendernos a nosotros mismos. El pasado sólo interesa si hay algo relevante. El siglo XVI es un momento increíble en la literatura y su segunda mitad es la época de Shakespeare y de Cervantes. En esa época el inglés y el español alzaron vuelo y alcanzaron cumbres. Durante ese período se escribió la gran poesía de India, Persia y lo que hoy es Afganistán. En el ámbito de la literatura fue un período de una riqueza colosal. Toda esta literatura comparte el maximalismo. Ni Shakespeare ni Cervantes son minimalistas, ambos lo ponen todo. Uno de los grandes regalos de Shakespeare es que nos muestra que la literatura no debe ser una sola cosa y que puede ser tragedia y comedia al mismo tiempo sin dejar de ser fiel a la historia. Hamlet, por ejemplo, es una historia de fantasmas, de intriga política y de amor, que además tiene escenas cómicas. Para escribir una obra así hay que ser Shakespeare? En Inglaterra muchos escritores se sintieron liberados después de leer Hamlet. Las grandes novelas de la literatura inglesa son muchas cosas a la vez: Tom Jones, Dickens? Shakespeare nos dio permiso de ser así. Esta misma liberación también se dio en el mundo de la lengua española gracias a Cervantes. Así que en el siglo XVI me sentía lingu?ísticamente libre y decidí dejarme ir, volar. El peligro está en escribir demasiado, pero basta con permanecer alerta y esperar el control del eterno espíritu de la autoedición. Éste es uno de los rasgos de La encantadora de Florencia. El otro rasgo es la creación de un mundo extraño y nuevo, cosa que sucedía en todas partes. Dondequiera que se mirara en el siglo XVI se estaba haciendo lo que hoy reconocemos como el mundo moderno. La India había sido unificada por primera vez por el Gran Emperador Mughal de los siglos XVI y XVII, en Persia comenzaba la conversión al chiismo, en Irán nacía el Imperio otomano del que surge la Turquía moderna, y en el extremo occidental estaba el Alto Renacimiento europeo. Surgían muchas ideas nuevas como la filosofía humanística que le daría forma a Europa? Y más allá estaba esa cosa extraña que luego se llamaría el Nuevo Mundo. Cincuenta años antes de que Colón emprendiera su ruta todavía se creía que la tierra era plana y que si zarpabas hacia el occidente a través del mar inmensas bestias marinas tragarían tu embarcación. Y en el caso improbable de que lograras escapar, el océano se convertiría en barro y tu barco quedaría atrapado en él. Si lograbas atravesar el barro, el premio era caer por el borde del fin del mundo. Cuando Colón zarpó existía una leve sospecha de que el mundo era redondo, pero nadie sabía qué tan grande era. Colón vivió y murió sin saber que había encontrado el Nuevo Mundo, creyó que había encontrado la India pero no fue así y nunca lo supo. Imagínate lo que habría hecho la gente si hubiera sabido que la tierra en la que vivían era dos veces más grande de lo que se pensaba y que si se navegaba hacia el occidente no se llegaba a la India sino a un lugar completamente diferente e inmenso después del cual había otro océano gigante que sí llevaba hasta allí. En ese momento el tamaño del mundo se duplicó. El libro habla de esa explosión existencial. Fue maravilloso cuando me enteré de que los primeros exploradores que llegaron a América descubrieron que los nativos tenían una idea muy diferente del tiempo. Su tiempo no era lineal y tampoco iba hacia adelante. Tenían la idea de que el tiempo era eterno y estático, todo era sólido y no cambiaría porque así eran las cosas. Y luego llegó esta idea occidental del tiempo lineal que se mueve a través de la historia, del progreso? Comencé a pensar que el tiempo llegó a América como la sífilis, como una enfermedad que se dirige catastróficamente hacia el futuro y que se extendió por todo el continente y destruyó la idea del tiempo eterno. Y eso es lo que encuentro una y otra vez a medida que mi princesa, mi encantadora, recorre el camino desde Oriente, que es su mundo conocido, hasta ese mundo desconocido que es Occidente. Muy a menudo me encuentro con temas sobre los que nadie se ha atrevido a contar historias. Por ejemplo, descubrí que los otomanos lucharon contra Drácula. No es un chiste. Vlad el Empalador era aliado de los austro-húngaros, y por lo tanto, enemigo de los otomanos, así que pelearon una guerra. Descubrí que en la armada otomana había un soldado que escribió un diario de la guerra contra Drácula, que ese diario sobrevivió milagrosamente y que ese soldado era además un buen escritor. ¿Cómo no incluir una de esas escenas en mi novela? Era demasiado buena para no robarla. En esa escena los soldados de la armada otomana tienen sitiado a Drácula; envían un contingente muy grande para acabar con él, y cuando llegan descubren que Drácula ha rodeado el pueblo con veinte mil estacas de madera afiladas y con veinte mil personas empaladas sólo para asustar a la armada otomana. El soldado del diario describe, con macabro detalle, a uno de esos personajes empalizados. Era una mujer que llevaba un niño en brazos mientras "los cuervos se acomodaban en sus pechos huecos". Nadie puede mejorar una descripción así.
-¿Escuché la palabra "mejorar"?
-Tengo un lado oscuro. Pero cuando uno se da cuenta de que el mundo es así, la imaginación se libera.
-Maquiavelo.
-Y luego está Maquiavelo, que es un hombre incomprendido cuya figura me encanta. A Maquiavelo le hemos hecho un tremendo mal, porque en el ámbito de la moral su nombre se ha convertido en una mala palabra que denota cinismo. Y eso no es verdad: Maquiavelo no era maquiavélico. Los príncipes no le causaban ninguna simpatía y tenía buenas razones para odiar a los Medici: lo torturaron, casi lo matan y lo exiliaron de la ciudad que él amaba. Una persona que ha sufrido así no puede estar de parte de un príncipe de este tipo. Maquiavelo tenía un ojo político muy agudo y la habilidad de hablar sin tapujos, por lo que utilizó el comportamiento de las crueles familias italianas, como los Medici, los Sforza o los Borgia, para nombrar ciertas características del comportamiento político. En El Príncipe hay capítulos espantosos, como el que dice que al llegar al poder el gobernante debe hacer lo peor el primer día para que después los súbditos digan con respeto: "Ahora no es tan malo como solía ser". Todos hemos pasado por alto la ironía y el humor negro de este libro. Maquiavelo escribió uno de los tratados más claros sobre el poder y lo hemos condenado por ello. Él no inventó nada, solamente lo vio. Escribió La mandrágora, una comedia sexual que dice que si un hombre quiere acostarse con una mujer debe darle una pócima hecha con raíz de mandrágora; pero es una trampa porque el hombre muere diez días después de consumado el acto a menos de que la mujer acepte acostarse con él sin beber la pócima. Maquiavelo era una persona inteligente y un bon vivant. Su figura ha sido socavada por la historia, así que en mi libro dejé que fuera un buen tipo y a sus ideas acerca del poder, a la discusión sobre si es posible que un príncipe sea justo o si hay algo en la naturaleza del poder que lo inclina hacia la injusticia, les di un nuevo aire. Cuestiones muy similares preocupaban y atormentaban también al rey Akbar el Grande de la India, que quería ser un buen gobernante. Le interesaba la idea de la justicia porque también era un tirano pero no quería serlo. Se preguntaba si era posible gobernar como un rey absoluto y ser bueno. Yo quería que Maquiavelo y el rey Akbar el Grande conversaran, lo cual fue posible gracias a La encantadora de Florencia.
-En El suelo bajo sus pies ya habías explorado temas como la fuerza femenina y la compulsión?
-Uno de los personajes que se me apareció en La encantadora de Florencia es la princesa de la India que llega a Florencia, una ciudad que comienza a adorarla por su belleza y porque allí se cree que es una bruja capaz de hacer magia negra. Lo que inspiró ese pasaje fue el cambio en la percepción de las brujas durante el Renacimiento. Antes en la pintura europea la bruja era representada como un ser feo, una mujer con la espalda encorvada, vieja y de figura nada grácil; pero algo cambió en el Renacimiento, quizás porque el artista de entonces estaba influenciado por la Antigu?edad griega y romana. Al leer la Ilíada, la Odisea y los clásicos en general los artistas encontraron evidencias de la existencia de brujas hermosas. De repente nació la idea de la encantadora y muchos artistas del Renacimiento pintaron brujas hermosas. Y no solamente los artistas, también los grandes poetas del Renacimiento. La obra de Ariosto está llena de brujas hechiceras, tentadoras y seductoras, todas muy bellas. Me pareció que la conexión entre el poder erótico y el poder oculto de la mujer era interesante. ¿Qué pasa en un universo masculino cuando se cree que la mujer tiene esos dos poderes? Su poder crece, se hace más atractiva, peligrosa y potente. Cuando mi encantadora llega a Florencia la gente comienza a creer que es capaz de hacer milagros; en algún momento el Papa especula desde Roma sobre la posibilidad de que sea una santa. La acusación de brujería ha sido históricamente peligrosa; les ha costado la vida a miles de mujeres. Para que una mujer que es considerada una hermosa bruja empiece a estar en peligro basta un cambio ligero en la opinión de la gente, un incidente que transforme su manera de pensar. Los que antes te amaban y estaban rendidos a tus pies de repente te condenan y te queman en la hoguera. Además en esta cultura la figura femenina es más débil y vulnerable que la del hombre. Por eso quise escribir la historia de una mujer que tuviera que caminar por esa peligrosa línea entre el poder y el peligro creciente. La idea del argumento de esta historia es que ella tiene que ir por el mundo sobre esta peligrosa línea.
CHAMCHA, EL ANTIRUSHDIE
"Chamcha es un actor que sólo aparece en la radio y produce una gran variedad de registros de voz. Este personaje y yo tenemos mucho en común. Él creció en Bombay como yo, emigró a Inglaterra como yo y fue al mismo internado al que yo fui. Aunque se podría creer que en el personaje hay algo autobiográfico, lo que hice fue crearlo absolutamente opuesto a mí. Es como la sombra de mi reflejo en el espejo, mi opuesto. Sin embargo compartimos una escena de mi vida real que fue muy importante para mí. La primera vez que fui al internado en Inglaterra. Era la mitad del invierno -él es del trópico-, así que llega allí en medio de ese frío terrible y no puede calentarse, y para dormir tiene que cubrirse con una montaña de cobijas que lo aplastan, como si estuviera bajo una piedra. No puede dormir. Cuando se levanta, baja a desayunar y encuentra en su plato un pescado. Es un pescado que jamás ha visto y huele mal. Pregunta cómo se llama. ?El guardián\\', le dicen. Él intenta comérselo, pero el pescado está lleno de espinas y nadie le dice cómo hacerlo. No se podrá levantar de la mesa hasta que termine de comer. Comienza a hacerlo, atormentado, mientras las espinas del pescado hieren su boca. De repente piensa en Inglaterra.
Es como el pez. Inglaterra es un extraño pez lleno de eszpinas y nadie te dice cómo comértelo. Eso me sucedió a mí también."
RUSHDIE, TRAS LA MASACRE EN CHARLIE HEBDO
La semana última, tras el ataque de que fue objeto la publicación francesa, el autor de Los versos satánicos emitió un comunicado de apoyo. "Las religiones, como las demás ideas, merecen críticas, sátiras y, también, nuestra falta de respeto sin miedo", sostuvo. Días después participó en un programa de la televisión estadounidense, donde defendió enfáticamente la libertad de expresión.
CENSURA O LIBERTAD
"La seguridad es el último tema del cual me gustaría hablar. Durante los últimos diez años ha estado bien".
DE LA TRADUCCIÓN
"Siento una mezcla de admiración y pena por mis traductores porque tengo que admitir que no son libros fáciles de traducir. La traducción es quizá la menos valorada de todas las artes. Con ello quiero decir que es casi un milagro que la sensibilidad de un escritor en una línea pueda ser comunicada a lectores de otras lenguas. Hay un punto en que te das cuenta de que los traductores investigan tu obra de manera tan profunda que de hecho la conocen mejor que tú. He tenido traductores que me llaman a decirme: \\'¿Sabes que en la página 107 hay un personaje que dice esto, y creo que sabes, y que lo hiciste a propósito, pero en esta otra novela otro de tus personajes dice exactamente lo mismo?\\' En ese momento tienes que fingir que lo hiciste a propósito."
DE LAS MARCAS EXTRALITERARIAS
"Siempre he pensado que la novela es, en su mejor expresión, una forma vulgar. Me refiero al significado de vulgus: de la gente. Así que lo vulgar es \\'de la gente\\', y si quieres escribir acerca del mundo tal como es debes saber lo que está en la cabeza de las personas, tienes que saber cuál es la música que está en su cabeza, cuál es su manera de hablar, qué deportes practican, qué tiras cómicas leyeron cuando niños. Tienes que saber qué es lo que jala a la vida en el mundo real, no en uno puro e ideal. Siempre he sentido que se debe bucear en el mundo popular."
ADN SALMAN RUSHDIE
India, 1947
Es autor de novelas como Grimus, Hijos de la medianoche, Vergüenza, Los versos satánicos, El suelo bajo sus pies, Shalimar el payaso y La encantadora de Florencia. También ha publicado una crónica, La sonrisa del jaguar, los cuentos de Oriente, Occidente, el relato Harún y el mar de las historias, y el libro autobiográfico Joseph Anton. Ha ganado los premios Booker, Booker of Bookers, James Tait Black, Whitbread y Writer\\'s Guild, entre otros.
Peter Florence. Reino Unido, 1964 es el fundador y director de los festivales Hay, que empezaron en Hay-on-Wye en 1988 y que actualmente se realizan en todos los continentes.
LT10 - Diálogo con Salman Rushdie
Viernes 16 de Enero de 2015 - 10:07 hs
Rushdie: "Lo sagrado siempre fue una manera de callar a la gente"
García Márquez, Borges y un análisis de su obra y de su estilo son algunas de los temas que el gran escritor anglo-indio revisa en esta entrevista que adncultura presenta en exclusiva. El texto forma parte del volumen histórico que publicará próximamente el capítulo de Cartagena de Indias del Hay Festival para celebrar sus diez años.
Actualizado: Jueves 10 de Marzo de 2016 - 07:19 hs