Jesús de la Serna murió esta madrugada en Madrid. Fue un maestro de periodistas, creía en el rigor del oficio y lo desarrolló como si estuviera en la sombra, pero en la memoria de todos los que trabajamos con él lució siempre su magisterio como una enseñanza imborrable de exigencia profesional. Nació en 1926 en Cantabria. Fue presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid (de 1992 a 1999), ocupó varios cargos directivos en el diario Pueblo, dirigió Informaciones y tuvo una participación decisiva en distintas épocas de EL PAÍS desde 1988.
Jesús de la Serna trabajó, en la última etapa de su vida, enseñando en la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS, donde ocupó también cargos directivos. Una de sus funciones en el periódico, al que se incorporó en 1988, fue la de Defensor del Lector, desde donde, también, enseñó su experiencia del oficio, desde la serenidad y la autoridad de su magisterio a favor, a la vez, de periodistas y de lectores. Odiaba que lo llamaran maestro, pero eso fue Jesús de la Serna, y por ello mereció recientemente el premio Ortega y Gasset a su trayectoria.
Era hijo de periodista, Víctor de la Serna, cuyo puesto de director de Informaciones llegó a ocupar él mismo durante 10 años a partir de 1968. Ahí tuvo a sus órdenes a extraordinarios periodistas que se formaban entonces, entre ellos a Juan Luis Cebrián, que fue su subdirector y que fue quien luego, como director de EL PAÍS, lo incorporaría a este periódico. Aquí fue, además de subdirector y responsable de Formación de los periodistas nuevos, un consejero leal de todos nosotros, además de serlo de pleno derecho en el ámbito del Grupo Prisa, a cuyo Consejo de Administración perteneció.
Él contaba una anécdota que ocurrió en su tiempo de Informaciones, para ahuyentar esa aureola que le dábamos a partir de su indudable magisterio. La contaba precisamente cuando nosotros lo llamábamos maestro. Según él, había en aquel periódico que dirigió dos periodistas enfrentados a cara de perro. Para congraciarse, uno de ellos saludó al otro en la Redacción llamándole “¡Maestro!” y él otro le replicó, rabioso: “¡Más maestro serás tú!”
También contaba De la Serna una máxima que él ejerció y que aconsejó a otros, sobre la dirección de periódicos, y que proviene de la marinería. En los barcos, decía, el capitán ha de comer solo en su puesto de mando. El ejercicio del periodismo era, para él, una responsabilidad individual que debía ejercerse a favor del equipo, pero las decisiones difíciles las tenía que tomar el responsable del barco en la soledad de su cuarto.
Fue un hombre leal y tranquilo, espartano, no quería a su alrededor ni el lujo de la lisonja ni la solemnidad que acompaña al mando. Mandaba mirando. Su serenidad fue, para los que tuvimos la suerte de disfrutar de su cercanía, una enseñanza superior. Aunque refería tantas anécdotas como las que puede tener un periodista de tanta experiencia, era hombre de pocas palabras y de pocos circunloquios; en un oficio en el que hablamos por los codos, él tendía a decir las cosas esenciales y a decirlas con mesura, para que fueran rápidas y útiles.
Estuvo atento a lo que pasaba, también en sus últimos años en los que fue acosado por la enfermedad que ya acabó con él esta madrugada. Recibió el último mes de mayo a los directores que ha tenido EL PAÍS –Cebrián, Joaquín Estefanía, con quien trabajó en la Escuela, Jesús Ceberio y el actual, Javier Moreno—cuando le fueron a llevar la noticia y el galardón del premio que mereció y que lleva el nombre de Ortega y Gasset. En la grabación que se hizo de ese momento los demás lo agasajan y le ofrecen el crédito de aquel magisterio. Seguramente pasó por su cabeza aquella anécdota –“¡Más maestro serás tú!”--, pero en aquella ocasión, y en esta también, y siempre, el adjetivo que pertenece por derecho propio a Jesús de la Serna es el de maestro de periodistas.
Jueves 05 de Septiembre de 2013 - 07:48 hs
Muere Jesús de la Serna, maestro de periodistas de España
Fuente: elpais.com