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Sábado 11 de Enero de 2020 - 11:30 hs

La pelopincho: los recuerdos de un producto santafesino

Comenzaron a fabricarse en el año 1974 en San Carlos Centro. Décadas acompañando el verano de todos los argentinos.

Actualizado: Sábado 11 de Enero de 2020 - 11:49 hs

Decir Pelopincho es decir infancia. La sola mención del nombre refresca y trae recuerdos. Este sábado, en una nota publicada por la periodista Natalí Risso para el diario La Nación hace un recorrido por la historia de la pileta que aún desplazada por las de material sigue estando en las vivencias de la mayoría.

Pelopincho tiene muchos significantes:  es agua, verano en la ciudad, familia, patio, juegos, dispersión, infancia, alegría. El diccionario contesta que Pelopincho es pileta de lona desde que la Academia Argentina de Letras la incluyó en el diccionario de argentinismos, que reúne aquellas palabras que conforman el patrimonio cultural de nuestro país. Pelopincho invirtió una lógica: es una marca que le dio nombre a un producto.

La historia

Hacia 1974, en San Carlos Centro, provincia de Santa Fe, los hermanos Benvenutti tuvieron bastante ingenio y un poco de suerte. Descubrieron una tela de un material económico, superresistente al sol, la lluvia y los vientos del aire libre. Lo más importante: no desteñía. Además, se podía estampar.

La complementaron con un juego de caños de aluminio encastrable, le pusieron el nombre de uno de los personajes preferidos de la historieta "Pelopincho y Cachirula" que se publicaba en Billiken, y revolucionaron no solo el mercado de las piletas, sino la forma de sobrevivir al verano de gran parte de los argentinos.

Las nuevas piletas de tela vinílica se vendían solas. En ese momento, eran amarillas por fuera y el estampado del interior simulaba un movimiento en forma de olas en diferentes tonos de naranja y rojo. Había varias opciones: verdes, azules.

Muchos años más tarde, un estudio de mercado iba a determinar que los clientes preferían la gama del azul. El estampado se fue actualizando de acuerdo con la época: el clásico dibujo con las olas celestes se reemplazó hace pocos veranos por uno símil venecita de ese mismo color. Siempre azul agua.

En la tanda de la novela de la tarde lo veía a Carlitos Balá con antiparras y patas de rana yendo de veraneo al jardín, con la fabulósica pileta Pelopincho. En la radio escuchaba una voz en off: "Piletas Pelopincho, un lugar de veraneo. Otra feliz idea de Benvenutti". Abría el diario, y veía una foto de la pileta acompañada de una frase: "Este artículo para el hogar la única energía que consume es la que sus chicos necesitan gastar".

La debacle

Ante semejante éxito, el banco de Santa Fe les otorgó un crédito para expandirse, que los Benvenutti aceptaron. Pero ya era 1976 y la dictadura vino de la mano de la apertura importadora, la tablita de Martínez de Hoz, y el consecuente cierre de muchas empresas nacionales.

En el 82, Pelopincho no pudo contra las políticas de la dictadura. Pelopincho quebró. Los Benvenutti perdieron todo, y tuvieron que rematar hasta la marca. En ese mismo momento, empezaron a salir al mercado las piletas de fibra de vidrio, las que se exhiben en la ruta, paradas, simples, listas para llevar.

La época dorada de Pelopincho parecía llegar a su fin.

Las piletas Pelopincho desaparecieron durante 10 años. Se perdieron los festejos de retorno a la democracia, no sufrieron aumentos de precios durante la hiperinflación que dio fin al gobierno de Alfonsín, tampoco vivieron el triunfo de Menem ni la implementación del uno a uno. 

El remate de la compañía se pudo hacer recién a mediados de los 90. Para ese entonces, Tiburoncito ya había ganado un nombre en el rubro piletero y Goette, dueño de la firma, tenía capital suficiente para invertir en seguir creciendo. Tuvo que comprar un lote de mil posiciones que incluía propiedades, máquinas, terrenos, materia prima. Pagaba lo que fuera solo por una de las mil: el uso de la marca Pelopincho.

En 1995, la Pelopincho se reintrodujo en el mercado sin publicidad: bastó y sobró con el boca en boca. La fábrica se instaló en Merlo, San Luis, desde donde producen hasta hoy piletas para todo el país. En ese momento, probaron con la exportación. En Chile, no existían piletas de lona. La entrada de Pelopincho también fue furor del otro lado de la cordillera.

Después de la crisis del 2001, el país renació y Pelopincho también. Los años de consumos postergados y las importaciones prohibitivas por la reciente devaluación hicieron que las ventas se dispararan. Entre el 2003 y el 2009, la fábrica estuvo al 100% de su capacidad instalada. Algunos veranos, casi un millón de personas elegían comprar Pelopincho para pasar sus veranos.

Nueva crisis

Hace unos meses, Pelopincho reapareció en los titulares de los diarios: la popular empresa en la lona como en los 90, otra marca querida en riesgo de desaparecer. La fábrica tuvo que despedir a 38 de sus 240 empleados. El freno del consumo causado por el enfriamiento de una economía en crisis resultó en una caída del 50% de las ventas en enero de 2019. Con ese panorama, Héctor decidió reducir la producción para este verano. La situación no es muy distinta de la de otras pymes del país, que suspenden empleados, disponen vacaciones obligatorias o deben cerrar. Héctor confía en que, apenas haya una mínima recuperación, podrá aumentar la producción y reingresar a los trabajadores despedidos. 

Fuente: LT10-La Nación