El fútbol a veces se resume en una jugada descamisada, sin futuro, en una fatalidad que envenena el alma. Injusto no es la palabra. Las hay más indicadas. Por ejemplo, repelente, desalmado... aunque ni siquiera. No lo merecía el pibe Ham y mucho menos Tevez. No era necesario. Como la impunidad del árbitro para “hacer un pique” luego de tamaña infracción. O la liviandad de los comentarios posteriores de algunos colegas, por tratarse de Tevez. Más temprano que tarde ellos se darán cuenta que sus dichos carecieron del valor moral para defender lo indefendible. Se arrepentirán. Ellos, el juez y el mismo Tevez. Seguro.
El espíritu ventajero que le da espesor al engaño hace estragos en nuestro fútbol. Las excusas y las infamias lo oscurecen. Los pésimos arbitrajes como los de Alvarez lo enturbian. Las patadas lo hieren. Todo confluye en un campeonato histérico y hasta sádico.
Una de las consecuencias de la presión por ganar es que pone a prueba el sentido moral, hoy tan lastimado como la pierna del pibe de Argentinos Jrs. y con justificaciones absurdas. Una máxima muy extendida asegura que los jugadores son lo más sano del fútbol argentino. Otra mentira que endulza su agonía. Otra vez una jugada despertó todo tipo de controversias y especulaciones respecto del "deber ser", sus causas y sobre todas la cosas sus consecuencias.
Entre tanta deslealtad disfrazada de proteccionismo, emerge el infinito recuerdo del mirífico Enrique Santos Discépolo; multifacético, describió como nadie los males del ser nacional, decodificando las miserias humanas que supimos conseguir. Con su particular verba estribillista sentenció: “Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseados”. Muy mal Tevez. Sin excusas. Peor Alvarez. Absurdos los justificativos… Muy triste. Una jugada sin colores de camisetas que nos duele a todos.
Las canchas ofrecen síntomas del resquebrajamiento de una sociedad que peligrosamente mira con naturalidad una desmedida agresión. Este exagerado "planchazo" maquillado de falta de intensión, como todo lo ocurrido en los clásicos de la fecha 24 con sus irascibles protagonistas, es el fiel reflejo de los despojos que pateamos con aspecto de pelota. "Cata" Díaz, Noir, Espinoza fueron algunos actores "de reparto" de actitudes decadentes. En Santa Fe también tuvimos los nuestros. El arrepentimiento humaniza al autor, no le quita ninguna responsabilidad. Es que el fútbol nos muestra como vivimos: violentos, agresivos, a las patadas... aún cuando no las queremos dar.
LT10 - Columna de opinión
Domingo 20 de Septiembre de 2015 - 14:01 hs