No creo necesario que para refutar argumentos futbolísticos “contrarios”, tengamos que caer fácilmente en la grosería, la descortesía, el exabrupto, la ordinariez y la irreverencia; como ocurrió después del clásico, fundamentalmente en las redes sociales.
Entiendo que podemos pensar y opinar distinto, sin que sea necesario agredirnos. Nadie será más vivo, ni más “macho”, ni mejor que el otro con una vulgaridad, un improperio o un insulto. Nada ni nadie podrá imponerse nunca desde la descalificación, y mucho menos en temas siempre tan viscerales como los de la “pelota”. No parece ser tan fácil para algunos escapar de esta trampa que nos apartó de la buena educación y los buenos modales, y nos convirtió en fanáticos enceguecidos en vez de hinchas de fútbol.
Caímos en la intolerante e irracional tentación de destruir al otro porque no nos gusta lo que dice o hace. Las acciones pobres de algunos encuentran respuestas lacrimógenas de otros... nada constructivo. Hay quienes creen que con bravuconadas van a imponerse en el debate. ¡Nadie dejará de ser hincha de su club por lo que opine el contrario! El orgullo, el amor, el sentimiento trasciende un partido, una jugada... Entonces, cuál es el límite???
Siento dolor y hasta vergüenza viendo como algunos amigos cambian, se empobrece y hasta se enajenan por un partido, que en definitivas y más allá de méritos y circunstancias, fue la primera parte de esa fiesta que muchos nos merecemos y que en 20 días sigue... y que deseo fervorosamente tengamos por muchos años más.
El fanatismo mal entendido me parece un impulso retrógrado, un regreso a la horda, a la demonización del otro para sentirnos un poco mejor. Lamentablemente no veo una solución fácil a esta “fiebre fatal” que portan tantos (entre ellos un par de futbolistas), a esta nefasta siembra de odio, a la frenética y delirante locura cotidiana en pro del “triunfo” a cualquier costo.
Los extremos en que se mueve el fútbol, han superado límites insospechados. Entre esa pasión infinita y la exaltación por descalificar todo puede suceder sin medir las consecuencias. No está mal arrepentirse, borrar mensajes, sentirse “hackeado”. Ojalá sirva esto de experiencia para pensar más antes de llevarnos por impulsos, máxime si algunos hombres tienen el peso de un nombre, que los expone a mayores responsabilidades.
Siento una profunda pena, porque hemos convertido al fútbol en un espacio de situaciones extremas, sin términos medios y obligado al desgarro permanente. Desde estas líneas condeno a los protagonistas que eligen con "brutalidad descamisada" defender sus causas, muchas veces para congraciarse innecesaria e injustamente con un sector. Y también a aquellos que agreden sin miramientos, amparados en "su verdad tan simple, siempre tan vulgar".
Ojalá, la próxima vez, podamos elegir el camino más corto para expresarnos, que siempre es el de la BUENA EDUCACIÓN Y LOS BUENOS MODALES, aún cuando no estemos en nada de acuerdo con el “otro”. No es aconsejable, en un clima afortunado de paz futbolera, tirar la piedra y esconder la mano. No divierte, no entretiene, no suma, no es necesario… y mucho menos, si se trata de los actores principales de esta obra llamada “clásico”. Depende de nosotros saber hasta dónde queremos llegar, pero siempre dando la cara, aceptando responsabilidades y asumiendo las consecuencias; sin ser víctimas de las redes, que en el fútbol, sólo están en los arcos... la única meta a alcanzar para sentirse verdaderamente superiores y no quedar "enredados".
LT10 - Columna de opinión
Miércoles 16 de Septiembre de 2015 - 14:24 hs