Ni el ofrecimiento a Diego Santilli, ni el retraso de Horacio Rodríguez Larreta, ni el dilema por el escote de Gabriela Michetti, ni las repercusiones por los recientes dichos de Jaime Durán Barba. Lo más llamativo del debate televisivo entre el jefe de Gabinete porteño y la senadora fue la chillona corbata rosa de Guillermo Montenegro, uno de los tres ministros identificados con la precandidata.
"Una foto a la corbata de Montenegro, por favor", bromeó Rodríguez Larreta antes de acomodarse en su silla, a la derecha de Michetti. "Cinco puntos más en San Isidro con esta corbata", contestó divertido el ministro, con aspiraciones en la zona norte bonaerense. Todos rieron. El jefe de Gabinete hasta se permitió bromear con el hijo de la senadora, sentado en el segundo escalón de la tribuna del estudio de \\'A Dos Voces\\', atiborrada de familiares, funcionarios, asesores y dirigentes PRO. "Estuviste muy bien el otro día, Lautaro, muy bien", le dijo Rodríguez Larreta, en referencia al debut televisivo del joven de hace una semana y media, también en otro programa de TN.
Funcionarios macristas de primera línea
Tras varias semanas de una tensión poco habitual, los principales referentes del PRO se mostraron, incluso detrás de cámara, unidos y organizados. Anestesiados por una especie de efecto sedante, por momentos, demasiado impostado. Pero relajados. Al menos eso simularon.
Bromeaba el senador Santilli, que se convertiría un rato después en la estrella de la tarde noche: "Llega a pasar algo en la Ciudad y estamos todos acá, por suerte dejé el Senado tranquilo porque está Boudou". Se divertía el ministro Hernán Lombardi, otro de los michettistas del gabinete: "¿Y qué van a hacer con Durán Barba?". El ministro Esteban Bullrich y Montenegro cantaban estilo "Festilindo" –como los definió un estratega comunicacional que los miraba azorado-, al ritmo de las palmas: "¡Qué empiece! ¡Qué empiece!".
Paz y amor. Esa fue la estrategia. La orden de arriba, desplegada desde la antesala del debate por los cerebros de comunicación, encabezados por el secretario Miguel de Godoy. Se notó, entre bambalinas y delante de las cámaras, aunque por momentos hubo puños apretados y ojos estallados en furia.
Los conductores de \\'A dos voces\\'
Uno de ellos pasó desapercibido. Fue casi al final del segundo bloque, cuando Rodríguez Larreta se refirió, con simulada sinceridad y sobrada maldad, a alguna buena gestión de "Marina", en alusión a Marina Klemensiewicz, secretaria de Hábitat e Inclusión Social porteña. Confesa michettista, la relación entre Klemensiewicz y el jefe de Gabinete es pésima. La funcionaria, sentada en primera fila, irguió su espalda, apoyó sus manos tensas en el escalón y sintió una palmada de Juan Tonelli, pareja de Michetti.
Agendado para las 17 de ayer, la senadora llegó junto a Tonelli -empresario del rubro farmacéutico- al canal del barrio de Constitución a las 17:04. Tardó un par de minutos en abandonar el auto: se dio los últimos retoques labiales frente a un espejo mínimo, mientras afuera un grupo de fanáticos coreaba su nombre.
El último en llegar, catorce minutos más tarde, fue Rodríguez Larreta, acompañado por su mujer, la coqueta wedding planner Bárbara Diez, enfundada en un ajustado pantalón negro. Habló poco, y pasó lo más desapercibida posible. "¿Al lado de Federico?", fue lo único que preguntó en voz baja cuando irrumpió en el estudio de TV, en el cuarto piso del edificio, a uno de los asesores de su marido. Solo ese lugar estaba disponible en el primer escalón de la tribuna: junto al diputado Federico Pinedo, otro confeso militante michettista.
Justo Pinedo, el destinatario del último infortunio mediático de Jaime Durán Barba, en el diario La Nación. "Está muy viejito Pinedo. Y como viejito le ha agarrado el Alzheimer", fue la conclusión del gurú ecuatoriano cuando le recordaron que el diputado lo había tildado de "empleado" del jefe de Gabinete porteño. Con Michetti, Durán Barba fue algo más timorato. Solo la trató como "una militante más".
"Lo mandaron a hablar y se le fue la mano", le explicaba Pinedo a Silvana Giudici, tercera candidata a legisladora, dos de los primeros en llegar, mientras caminaban la entrada principal del canal. Así llegaba el PRO al debate. Voto a voto, golpe a golpe. Palo a palo, pero que no se note.
En la improvisada platea, la misma de todos los clásicos debates de \\'A dos voces\\', se mezclaron todos con todos. En primera fila: Federico Suárez, asesor de Mauricio Macri (larretista); Giudici (michettista); Montenegro (michettista); la vicejefa María Eugenia Vidal (larretista); Santilli (larretista); Bullrich (larretista); Pinedo (michettista); Bárbara Diez (larretista), y Klemensiewicz (michettista).
La división en el segundo peldaño sí estuvo más marcada. La ministra Carolina Stanley (larretista), la legisladora Karina Spalla (larretista), la diputada Patricia Bullrich (larretista), entre otros, por un lado. Al otro costado, la familia de Michetti hizo rancho aparte. Su hermana Silvana, Tonelli –vistió una llamativa camisa celeste con fantasías-, y su hijo Lautaro, junto a Lombardi, siempre el más jocoso.
Más arriba, el ministro Daniel Chaín –el tercer michettista de peso del gabinete y el que desembarcó en el canal con las láminas que luego mostraría Michetti en cámara-, se sentó junto a su colega Andrés Ibarra (larretista) y al subsecretario de Tránsito, el ciclista Guillermo Dietrich (larretista). Marcos Peña, secretario General, pieza clave de Macri, ex michettista furioso reconvertido en fanático larretista, prefirió ausentarse. Ni hablar de Durán Barba, que otra vez vuelve a llamarse a silencio.
Fernando de Andreis, jefe de campaña de Rodríguez Larreta, iba y venía. Cuando notó que los primeros minutos de su candidato habían sido demasiado nerviosos, decidió quedarse quieto frente a él, detrás de cámaras, parado frente a uno de los televisores del estudio. Intercambiaron miradas durante el debate más de una vez.
El jefe de Gabinete vistió traje, sin corbata, fiel al estilo PRO. La senadora eligió una blusa roja, de esas que "dan alegría", como le explicó a una colaboradora en el camarín, antes del último retoque facial, mientras improvisaba "tengo un mundo de sensaciones", de Sandro, y se debatía entre el escote muy cerrado o muy abierto. "Intermedio", resolvió. Un par de pisos más arriba, Rodríguez Larreta ensayaba los últimos tips junto a su mujer y su jefe de campaña. Ya había afinado sus cejas semanas atrás, por consejo publicitario. El único pedido era sonreír poco: según el resultado indubitable de los focus group, su sonrisa no mide. Al contrario.
Cuando a las 18 sonó la música inicial del programa, él apoyó su mano izquierda en el hombro derecho de ella, situados juntos en el centro del estudio. "Suerte", le susurró él al oído cuando les ordenaron sentarse. "Igualmente", contestó ella.
Láminas y papeles en el escritorio de la senadora. Papeles y un par de libros en el del jefe de Gabinete. Él, visiblemente nervioso de entrada, leyó más de la cuenta. Recién se relajó hacia la mitad del debate. De menor a mayor. Ella, al revés. Cómoda ante la cámara, suelta, se incomodó por demás en el minuto final, cuando Rodríguez Larreta la sorprendió con el ofrecimiento a Santilli.
"No lo esperábamos, ganó la tapa de los diarios, ustedes se van a quedar con eso", se resignó, entre desencajada y decepcionada, una de las principales colaboradoras de la ex vicejefa. No por Santilli: era vox populi. Sino por el golpe de efecto.
Del otro lado, los asesores de Rodríguez Larreta se regodeaban. No solo por Santilli. También porque la televisión es uno de los talones de Aquiles del aspirante a suceder a Macri. De hecho, casi que tiene vedadas las apariciones en TV.
Durante unos cuantos minutos que siguieron al final del debate, Santilli se hizo el distraído. "Está re loco el \\'pelado\\'", insistía sobre el ofrecimiento público de Rodríguez Larreta. Tal vez sea cierto que no lo esperaba en ese momento. "Con razón me insistieron para que dejara el Senado y viniera como sea", razonó entre un par de ministros. Pero sabía de la decisión desde hacía por lo menos diez días.
La que seguro no lo esperaba fue Michetti. Salió del estudio con un sabor agrio. Dubitativa sobre la conveniencia de anunciar o no su eventual compañero de fórmula. Si hacerlo ahora, en campaña. O, si gana, dos días después, el martes 28, como lo exige la ley. "¡Leyó todo el tiempo, un papelón, se la pasó leyendo!", bramaba a su lado un fiel colaborador, sobre la performance de su contrincante.
Nada comparado a los dardos envenenados que se dispararon de un bando a otro en las últimas semanas. Ahora, aunque sea para el debate, delante y detrás de los flashes, el objetivo es la concordia.
"Mostramos unidad porque si no el que pierde es Mauricio", sintetizó un importante ministro al final, a media luz, con el programa terminado. La unidad depende de las urnas, el domingo 26. Si hay o no sangría. Es que tensaron la cuerda, demasiado, de uno y otro lado.
Y algunos temen represalias. "Tengo miedo del de ojitos claros", se sinceró un funcionario, muy volcado por uno de los dos candidatos. El "de ojitos claros" es Macri. El que pierde si el PRO desnuda lo peor de su interna.
Jueves 16 de Abril de 2015 - 13:13 hs
Entre bromas y chicanas, la interna PRO mostró unidad detrás del debate
Fuente: Infobae