Hoy - Columna de opinión de Gustavo Mazzi

Lunes 01 de Diciembre de 2014 - 03:02 hs

"Leonardo Madelón: un hombre hecho a la medida de Unión"

Unión y Leonardo Madelón van de la mano. Desde que se conocieron hasta hoy existe una relación tan estrecha como apasionada que supera el paso del tiempo. Es un tipo que no se anda con chiquitas si se trata de los colores rojo y blanco. Porque Madelón se agranda en Unión y Unión agranda a Madelón. Es la fórmula del éxito Tatengue con un sello indeleble, cosecha 1989.

A nadie se le escapa cuál es el secreto del éxito en la actualidad: haber construido un bloque unido con una identidad definida que con el paso de los partidos nadie pone en entredicho fue la base. El primer mandamiento obliga a controlar al rival en todas las parcelas del campo. El segundo, a aprovechar las ocasiones, sobre todo las que se presentan de pelota parada. El tercero y fundamental: no claudicar hasta el final. Jamás darse por vencido.

Los jugadores rojiblancos consiguieron lo que pocas veces antes: ascender primeros, ser cómodos punteros, los mejores, ganar ocho partidos al hilo, devolverle los sueños de primera a sus hinchas. Pero quizás la mayor parte del mérito sea para el entrenador, quien convirtió a jugadores en su momento cuestionados, en glorias, en el verdadero orgullo de su gente.

Nada de relatos fantásticos ni mensajes conmovedores: los motivó con ellos mismos en acción. Mucho trabajo, sacrificio y sudor. No desfallecer, confiar, superarse y no permitirse decepcionar. Honrar la camiseta, esa que él mismo llevó a uno de los momentos de gloria más absolutos y que nadie olvidará, nunca jamás!

Consciente de estar presente en un club donde el esfuerzo, la intensidad y la dureza son partes de su ADN, “Leo” reunió todas las características en un equipo casi imposible de batir. Es que su plantel interpretó su discurso con una fe apostólica. Armó una formación que con los partidos se fue tornando ordenada, agresiva, sólida. La piedad no forma parte del fútbol competitivo, y este Unión vaya si no la tiene. ¿La clave? Nada raro, cuando el jugador siente confianza, rinde. Unión terminó siendo un equipo valiente y ganador. Campeón por demolición.

A Madelón le sobró espíritu de revancha para remontar el mal comienzo y apetito de reivindicación. Estas fueron usinas indispensables para alguien que se siente pleno entre decisiones veloces y arriesgadas. El DT construyó un equipo práctico, austero y seguro, que creyó enormemente en sí mismo, en sus métodos, en sus posibilidades y en el camino para llevarlas a cabo. Aun en la adversidad no renunció a sus convicciones. Por eso se levantó y triunfó. Leo le devolvió a los fanáticos el gusto por el disfrute, después de un inicio dubitativo.

En base a un trabajo constante, a una apuesta enorme al estado anímico de los futbolistas y a un perfil bajo -y a veces aburrido- en su relación con la prensa, Madelón dejó que el fútbol rojiblanco hablara en la cancha y no en los diarios o las radios, y mucho menos en las redes sociales. Ese no es su lenguaje.

Así, la mejor temporada de los últimos años funcionó acorde a las bases de la religión "Madelonista", con la frase "partido a partido" como lema espiritual. Espantó los fatalismos de un sector de la hinchada que por golpes anteriores se encontraba acomplejada. Un tipo con espíritu triunfalista, que únicamente se siente cómodo cuando la exigencia es máxima.

El efecto Madelón hoy es sensación desde su inclaudicable pertenencia y su indiscutible capacidad. Ahora pretende contagiar a los dirigentes para que no merme este crecimiento. El DT ya gestiona un proyecto ambicioso que cuenta con una interesante plataforma de despegue. Necesita apoyo y que todos estén alineados con la misma mentalidad ganadora. Pregona con insistencia que hay que abandonar el “conformismo e ir por más grandeza”. El fundamentalista del optimismo contagia épica… Leonardo Carol Madelón, un hombre hecho a la medida de Unión... un nombre que la Santa Fe futbolera recordará para siempre!



  
UN PLANTEL DE PRIMERA
Sin estridencias, ni comportamientos extraños. Con esfuerzo y dedicación. Con humildad y sacrificio este plantel volvió a darle a Unión un marchamo de grande que hace tiempo había perdido dentro de la cancha, con un arsenal de razones futbolísticas del que pocos equipos pueden presumir. Por eso es muy legítimo un reconocimiento a lo nombres propios de estos altruistas y generosos jugadores, que llevaron al Tate a Primera antes que otro equipo:

Nereo Fernández fue arquitectónicamente el pilar donde reposó seguro la mitad de su equipo. Un tipo muy respetado por sus solventes actuaciones y por su comprometido mensaje.

Brítez, es un artista de barrio que juega al fútbol. Duro y tenaz, no acepta ni concede piedad, muerde en cada sector del campo de juego, garronea, complica y provoca. Hay que seguir “tallando” sus condiciones, fundamentalmente las que están dentro de su cabeza.

Sánchez. Intimida con su sola presencia en las dos áreas y contagia ese espíritu a sus compañeros. Tiene alma de guerrero y nunca se dio por vencido ni aún vencido. Un capitán humilde, sereno, positivo y ganador.

Barisone: Lleva el amateurismo en el corazón, los colores en la sangre y los valores en el alma. Hace muchas cosas y casi ni se nota porque no es grandilocuente.

Zurbriggen es de perfil bajo, misma mirada melancólica, misma transformación dentro de la cancha. Siempre fue una solución para el equipo. Jugó donde lo pusieron y cumplió

Montero: interpretó el concepto fundamental del fútbol: tocar y moverse con despliegue al servicio de la pelota, sea para recuperarla o para recibirla. Agilizó el juego desde el medio y buscó permanentemente asistir a los delanteros. Aunque con intermitencia, sigue siendo un eslabón fundamental en la cadena de necesidades del equipo de Madelón.

Martínez, es el versátil punto de partida retrasado. Recuperador, comprometido con sus pares. Se la pasa siempre a un compañero y anticipa las jugadas con su inteligencia. Su lugar está en el centro de la cancha, no de la escena

Rivas, un extraordinario solista que no necesita que el equipo juegue bien para dejar su sello en el partido. Al revés, le gusta el caos. Le falta acumular partidos y sostener más tiempo su nivel de juego.

Malcorra, ventiló al equipo por la izquierda, activó circuitos de juego y se animó a patear seguido al arco. Un asistidor sin el más mínimo egoísmo. Los atacantes agradecidos.

Guerra no se queda mirando nunca el desenlace. Lo provoca, intimida al rival con su presencia, siempre convencido de que el balón le llegará. Pura intuición y optimismo. Personaliza el éxito de todo un equipo

Triverio: en su haber está su esfuerzo, insistencia y disputa incansable o permanente con las defensas rivales. Vive infiltrado en las trincheras del enemigo. Fue siempre generoso en el esfuerzo, solidario con su equipo.

Lucas Gamba: una rueda de auxilio con gol. El mendocino siempre fue una opción y al mismo tiempo una solución en ataque para “Leo”.

Fabro: compinche del toque sutil que despierta admiración aunque discontinuo. Procesa la información antes que el resto. Incluso, sabe que muchas veces es preciso demorar para llegar temprano.

Nico Bruna: el motor diesel de la mitad de la cancha. Un futbolista utilitario que pasó de ser indispensable para el funcionamiento, a una alternativa de lucha cuando el equipo flaqueaba en el medio.

Caballero y Mauri: se resalta la entrega y persistencia en su lucha por no defraudar tanta confianza depositada en dos chicos con poco recorrido. Son como dos talibanes, capaces de inmolarse por la causa si las circunstancias lo ameritan.