LT10 - Cerró la Feria Nacional de Artesanías

Domingo 15 de Septiembre de 2013 - 20:14 hs

Ana Prada y su grupo brindaron un concierto en Santo Tomé

La cantautora uruguaya se presentó en el Centro Cultural 12 de septiembre ante 500 personas. Los espectadores disfrutaron de un concierto de una hora y media. Organizó la municipalidad de Santo Tomé.

Antes de que la uruguaya Ana Prada se metiera en un estudio para parir su primer disco Soy sola (2006), la argentina Liliana Herrero había grabado en la placa Litoral (2005) una de sus canciones, “Tierra adentro”. Con ese primer acierto a modo de luz de emergencia, Prada abrió las primeras puertas y se fue haciendo escuchar, primero con cierto temor, en Soy sola , luego con un toque de desfachatez y provocación en Soy pecadora (2009), para entregarse de cara al viento, con los brazos abiertos y una semi sonrisa que no oculta el goce en su tercer disco Soy otra (2013), que está presentando por estos días y con el que cierra la trilogía centrada en el yo. Prada arranca diez canciones de su guitarra y, dice, “como soy otra, puedo darme la licencia de hacer lo que quiera”. Hace un bollo de papel con los géneros en los que bien podría haberse quedado a resguardo, cuidando su pedacito de tierra fértil, y alza su voz.

En este disco parece haber una búsqueda para que cada canción se inscriba en un universo musical distinto, ¿lo ideaste así?

Un poco es lo que buscamos cuando empezamos a trabajar con Ariel Polenta, que es el productor del disco. Lo que yo quería y Ariel también, era que el disco fuera desprejuiciado. En el sentido en que trataríamos de ser libres en función de lo que la canción necesitase. Nada de decir no quiero alejarme mucho del folclore, o no quiero alejarme de otra cosa, o hacer un disco más pop. Eso jamás pesó en las decisiones sobre el disco, la instrumentación y los arreglos. Eso de que cada canción es un universo nos dio un poco de miedo, porque temíamos que quedara muy a retazos, pero al escucharlo, Ariel decía: “Tu voz es el hilo conductor, la continuidad sonora, el resto es como que se va vistiendo y desvistiendo de diferentes cosas”. Así terminamos varias canciones, hay varias coautorías con Queyi (Q-U-E-Y-I deletrea). Fue muy divertido, muy libre, me permití meter canciones como “La entallada” que es de Pepe Albarrán, y la cantó toda la vida Amparo Ochoa.

Tu trabajo ha sido leído hasta acá como música rioplatense, pero pareciera que “Soy otra” abre algunas puertas y corre la frontera un poco más allá.

Me lo han dicho. Sí, siento un cambio en mí, me han pasado cosas muy fuertes en mi vida personal y siento que soy otra, realmente. Este disco fue un vaticinio de cambio en mi vida y creo que se trata de crecer, de hacerme más grande. Cierra un proceso, una etapa de mi vida de definición y de autoconfianza en el camino de la música. No tengo dudas de que lo que quiero seguir haciendo es poder mantenerme en esta profesión, pero no depende sólo de mí, depende de que la gente me vaya a ver, que salga de sus casas, que pague una entrada, que acomode donde dejar los gurises para poder ir a verme.

O que los lleve...

O que los lleve, claro. Cada vez que salgo a un escenario y veo toda esa gente, a veces estoy cantando y pienso: esta persona ¿quién es?, ¿cómo será su vida?, ¿tendrá hijos?, ¿cómo habrá hecho para venir, habrá arreglado con un amigo…? Considero que cada persona que se acerca a un show, una sala de teatro, paga una entrada para consumir arte es invalorable y hay que estar agradecida. Yo quisiera seguir por este camino aprendido a decir mejor, a cantar mejor. La canción “Otra pecadora sola”, que fue la última que hicimos con Queyi para el disco, es un poco como el resumen de todo eso… La síntesis… Ahí va. La síntesis. Es un guiño “Otra pecadora sola”. Menciona cosas como muy domésticas, por ejemplo el bar de Ajo. Ajo es una micropoetisa que vive en Madrid. La canción “Me quiere sonar”, de Soy pecadora es música de Queyi y micropoemas de Ajo. “Todos los pasos que suben me suenan a ti, si alguien tose en la calle, también me quiere sonar” (tararea para recordar la letra) es un micropoema de Ajo. Ella tiene un bar en Madrid que se llama La realidad, por eso la canción “Otra pecadora sola” dice: “para la realidad prefiero el bar de Ajo”. La compusimos en Montevideo, abrimos un libro cualquiera de la biblioteca, uno de esa española que es periodista… Rosa Montero Sí, ella. Abrimos el libro y Queyi leyó “Sin miramientos…”. Dijimos: “guauuuu”. Así que ahí empezamos (canturrea): “Sin miramientos, ya no le hago caso a la razón, para realidad prefiero el bar de Ajo”. Por suerte me he permitido componer sin pensar qué dirá fulano, sultano, mengano. Es puro disfrute y creo que esa seguridad tiene que ver con una etapa de mi vida en la que me siento más segura conmigo misma, tal vez por la respuesta de la gente. Yo soy una persona muy sencilla, no soy una intelectual. Soy campechana, me crié en el campo, para mí la naturaleza es lo que más te enseña en el mundo y no pretendo más que eso en realidad. He descubierto que a veces diciendo las cosas muy como las pienso, resultan tener más sentido. Hago el ejercicio de pensar qué es lo que quiero decir y decirlo directamente como lo siento, sin darle vueltas. Por ahí viene la cosa. Muchas veces por temor o inseguridad uno cercena cosas que tal vez hubieran estado buenísimas.

Hablabas antes de tu origen, de la relación con la naturaleza, ¿cuál sería tu patria musical?

Yo soy de una generación con influencias variadas, cuando yo era pequeña el que no tenía un tocadiscos en su casa no tenía la posibilidad de escuchar música, asistí a la creación del pasacasetes y asisto ahora a Internet, donde está toda la música del mundo. He tenido influencias de muchos tipos, por un lado la paterna, la música folclórica del Uruguay, los grandes poetas como Zitarrosa, Viglietti, Los Olimareños, toda esa cosa. Mucha influencia de la música argentina, María Elena Walsh, después todo el rock argentino que era lo que llegaba a Paysandú más que lo que se hacía en Montevideo. Cuando el cambio era favorable nosotros íbamos a hacer el surtido a Colón y comprábamos los championes , los discos, los libros, todo... esa influencia siempre fue muy marcada. Tengo una pata de música más culta: bossa nova , María Bethania, Caetano, Chico Buarque, que a mis padres les gustaba. Muy presente el folclore argentino, la zamba, la chacarera, la litoraleña, el chamamé. Un mandato del tipo: esto es lo que está bueno. Pero en realidad en mi hogar, como mis padres trabajaban los dos, a nosotros nos cuidaba siempre alguien, una señora, y esa señora tenía siempre la radio encendida. Mi paisaje sonoro doméstico, el olor a tostadas del desayuno, o de la vuelta de la escuela, siempre son canciones más del melódico internacional, Franco Simone, boleros, canciones de amor de Camilo Sesto (canta e imposta) “El amor de mi vida has sido tú”. Ese universo sonoro de la radio que estaba encendida en la cocina cuando llegábamos de la escuela a tomar el vascolet con galletitas, Benigna estaba planchando y la radio siempre estaba encendida. Eso, que tiene que ver con un sentir más popular, también forma parte de mi patria sonora, creo que yo tengo en las melodías esas cosas más simples que me llevan a estos lugares donde sé que tengo una influencia grande.

¿Te acordás de las primeras canciones que aprendiste completas en la infancia?

Cuando era chiquita grabamos un casete con mi papá. Cuando yo tenía ponele 4 o 5 años, mi abuelo que trabajaba en la Unesco para América Latina y estaban viviendo en México o Colombia, no recuerdo dónde, nos regaló un grabador JVC que grababa estéreo. Vino con sendos casetes de ABBA y algunos de folclore. Antes no se tenían tantas cosas como ahora. Me acuerdo que cuando papá llegaba temprano de trabajar practicábamos villancicos y canciones españolas, para mí era solemne el momento del ensayo y ni te cuento el momento de grabar. Estuvimos como 3 o 4 años grabando cancioncitas y se armó un casete con unas 10 canciones que lo tengo hasta el día de hoy. Cantábamos cosas españolas, yo me emocionaba profundamente. Ese fue el primer acto sublime en el campo de la música, después me di cuenta de que estar en un estudio era lo mismo, lo mismo que había experimentado emocionalmente ahí.

Después seguiste un camino distinto… Tuve una etapa de mutismo. Se había hecho costumbre que en las reuniones, cuando venía gente a casa y terminaba la cosa en guitarreada, siempre traían a la nena para que cante “La palomita blanca de los nevados” (canta, recuerda, ríe). Me entró la etapa de la timidez y no quería saber nada con nada. Después, cuando me fui a estudiar a Montevideo ya había empezado a estudiar guitarra y descubrí un universo musical maravilloso. En esa época en la casa de La Paloma compartíamos los veranos con los Drexler y Daniel (Drexler) me obligó a que cantase con él.

¿Hasta ahí tocabas la guitarras pero no cantabas?

Cantaba sola en el cuarto, canciones de Eduardo Mateo, Fernando Cabrera, de Leo Maslíah, pero me moría de vergüenza. Daniel me convenció de que cantara con él, sus canciones. Armamos un grupo que se llamó La Caldera, que pasábamos divino, que tocábamos todo el verano, íbamos por todos los bares. Esa etapa fue preciosa y fue lo que me impulsó a seguir con la música, si no fuera por Daniel tal vez nunca me hubiera animado. Después ya empecé con el cuarteto vocal La Otra. Estudiaba psicología, me rebuscaba, éramos estudiantes, trabajaba, estudiaba y cantaba. Cuando me recibí no ejercí nunca porque ya estaba más adentro de la música, empecé a trabajar dando clases de canto y en talleres de canto colectivo para adultos mayores, a través del Taller Uruguayo de Música Popular y de la intendencia de Montevideo que nuclea miles de adultos mayores. Llegué a tener 4 o 5 coros.Fue una experiencia increíble y aprendí mucho de ellos. Aprendí a no dejar las cosas por el camino, animarme a hacer lo que haga falta hacer para poder ser un adulto mayor feliz. Cuando empezó a caminar Soy sola , los tuve que ir dejando….

¿Cómo empezaste a componer?

La primera canción que hice fue “Amargo de caña”, estaba en Montevideo, estaba engripada, me acuerdo. La hice dos tonos más abajo de lo que la grabé, tenía la voz hecha percha. Estaba triste, extrañando a mamá horrible porque cuando una está enferma quiere a su mamá al lado. Extrañaba Paysandú, el río, los paisajes, estaba melancólica y salió “Amargo de caña”, llorisqueaba un poco y un poco componía. Ahí empezó todo.

¿Tenés alguna canción que quieras especialmente?

Una que quiero mucho es “Tierra adentro”, fue la tercer canción que hice en mi vida y que grabó Liliana Herrero, la compuse cuando me avisaron que mi abuela, en Paysandú, estaba muy mal. Me vino el deseo de querer ganarle al tiempo, volver atrás, me surgió esa canción de la impotencia que da la muerte, de que cada persona que se muere se lleva consigo un universo. La irreversibilidad total. Ahora estoy muy contenta con este disco, siento que abre varias puertitas. A todo el mundo le gusta tener donde ubicarse, yo no sé si quiero eso, no sé si me siento una cantautora rioplatense, me parece que es demasiado, tal vez me siento más litoraleña.

Fuente: LT10/Clarín