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Chelsea dio la gran sopresa, empató 2-2 con Barcelona en el Camp Nou y se metió en la final de la Liga de Campeones. Atrás quedó el equipo que mejor juega a la pelota en el planeta. Una defensa feroz y el máximo aprovechamiento de sus chances, fueron sus llaves para estar en la final de Munich.

El partido comenzó, como se esperaba, con un dominio absoluto del equipo de Guardiola, que monopolizaba la pelota, pero que no lograba plasmar su superioridad en la red. Pese a contar con dos chances nítidas en los pies de Messi, en la primera remató desviado y en la segunda lo evitó Petr Cech con los pies.

Cuando por tercera vez pudo el Barcelona quebrar la línea defensiva del Chelsea, que defendía en su área con ocho hombres, se puso en ventaja. Cuenca sorprendió por la izquierda y sacó un centro bajo para la aparición goleadora de Busquets. Iban 34 minutos y la eliminatoria estaba empatada.

El gol desequilibró a los ingleses que sufrieron la expulsión de Terry por una infracción sin pelota contra Alexis Sánchez, y en el siguiente ataque Messi combinó con Iniesta y el Cerebro definió cruzado para estirar diferencias. Parecía que la historia estaba escrita, pero en la última del primer tiempo Ramires trepó por la derecha y ante la salida de Valdés la picó a la red con maestría.

En el complemento los catalanes salieron con todos y a los cuatro minutos Messi tuvo la gran chance de darle la clasificación a su equipo, pero remató un penal al travesaño -había sido infracción de Drogba a Fabregas-.

Después de ahí la defensa de los ingleses fue todavía más férrea y en los últimos 25 metros de la cancha. Barcelona, sin las luces de otras tardes, no pudo quebrar nunca semejante muro. En la más clara Messi remató desde media distancia al palo. Sobre el final con los locales jugados, Fernando Torres selló la historia al decretar el empate en dos.