Con la mirada puesta en la lucha por su reelección en 2012, el presidente Barak Obama convocó el pasado martes a la unidad política y la reconstrucción económica de Estados Unidos, aunque sin precisar el programa con el cual alcanzar tan ambicioso objetivo.
Obama aprovechó su discurso anual del Estado de la Nación, que tuvo lugar pocas semanas después del atentado terrorista de Arizona, para proclamar la necesidad de un diálogo entre los dos grandes partidos para colocar al país a la altura de los desafíos que enfrenta, tanto en el campo político como en el económico.
Tras el estallido en 2007 de la peor crisis estadounidense y mundial desde la Gran Depresión, la primera potencia mundial enfrenta, entre otros, dos grandes problemas: de un lado, el nivel de desocupación y, del otro, un déficit presupuestario récord y con tendencia creciente.
Desde el punto de vista estadístico, la situación norteamericana se parece como dos gotas de agua a la crisis estructural que golpea a España, la cuarta economía europea, y por extensión, al conjunto de la Unión Europea.
Al igual que la nación ibérica, la tasa de desempleo en EEUU es de casi el 20% si sumamos la tasa abierta e incorporamos, además, a la fuerza de trabajo que busca colocación a tiempo completo y apenas logra encontrar algunas horas de actividad remunerada.
En lo que hace al déficit fiscal, su nivel es igual al que tenía España hace menos de un año: 10% del PBI.
Si a esto le añadimos, que la crisis de los últimos tres años es la peor que ha atravesado el país desde 1930, la única explicación de que la economía estadounidense no esté bajo control del FMI, como la española, se encuentra en el hecho de que el dólar es la moneda mundial, esto es, unidad, reserva y medida del valor universal.
El desafío lanzado por Obama la semana pasada es basarse en la incipiente recuperación que evidencia la economía estadounidense (creció al 3,2% anual en el último trimestre de 2010) para dar un gran salto adelante en la modernización de sus infraestructuras y poder competir con Europa, China y Rusia.
Concretamente, el presidente citó los progresos de Corea del Sur en el desarrollo de internet, o el de los países europeos, Rusia y China, en la construcción de autopistas y trenes de alta velocidad, así como en el desarrollo de investigaciones y desarrollos informáticos.
A su juicio, Estados Unidos no podrá superar "su propia declinación" económica sin impulsar este desarrollo, reservando al Estado un papel relevante en la orientación del crecimiento e incluso en la inversión en determinadas áreas.
Una visión que choca de frente con la de sus rivales republicanos que apuestan por su tradicional política de achicar el Estado, reducir cargas impositivas a los sectores más ricos y confiar en la supuestamente mágica “mano invisible” del Estado para crear empleo y empujar al país hacia el crecimiento y la modernización.
Sin embargo, Obama no ofreció en todo su discurso una sola precisión sobre cuál es su programa concreto para llegar a metas tan importantes.
Por el contrario, concedió a los republicanos que considera necesario recortar algunos impuestos, revisar algunos aspectos del seguro médico universal (su mayor logro legislativo cuestionado por los opositores) y les tendió la mano para abrir un diálogo que aquellos no desean.
Cálculos realizados por distintos economistas demócratas o filo-demócratas, como el premio Nobel Paul Krugman, indican que sólo incrementando impuestos a los sectores más ricos es posible hacer descender, en varios años, el altísimo déficit fiscal.
En la medida en que esto no sea abordado, la tendencia creciente del déficit podría verse agravada por un eventual aumento de las tasas de interés, hoy nulas.
En lo que hace a la creación de empleos, ni Obama ha expuesto una receta y mucho menos lo han hecho los republicanos que se limitan a esperar que el mercado lo resuelva.
En este contexto, las grandes innovaciones y desarrollos propuestos por Obama resultan difíciles de imaginar.
A diferencia de la década de los ´50, un ejemplo al que apeló Obama al referirse a la competencia espacial desatada por los rusos con el lanzamiento del satélite Sputnik, Estados Unidos carece hoy de capital para impulsar, como en aquella época, una suerte de salto histórico.
Lejos de estos desafíos de largo plazo, pero mucho más cercano en el tiempo, existe otro que es decisivo para asegurar la gobernabilidad del corto y mediano plazo en Estados Unidos.
Y es el que se refiere al gasto presupuestario. En los últimos diez años, los gobiernos norteamericanos han debido recurrir a la aprobación del Congreso de ampliaciones extraordinarias del gasto fiscal. Así George W. Bush y el propio Obama no tuvieron dificultades ya que contaban con Congresos adictos.
En los próximos meses, el actual presidente tendrá que hacer frente a una petición dirigida a ambas Cámaras, para que le habiliten una ley de ampliación de gastos.
Esto ocurrirá en marzo. Y es probable que ese sea el escenario que defina el curso de la lucha política entre republicanos y demócratas durante los dos años de mandato que le restan a Obama.
Y, más importante, es posible que, del debate que se abrirá alrededor de esa ampliación de gastos, surja la orientación de la política económica del país en el corto y mediano plazo.
Sábado 29 de Enero de 2011 - 20:19 hs
Obama lanza un proyecto modernizador sin renunciar al ajuste
Fuente: Télam