Fútbol - Entrevista

Sábado 12 de Septiembre de 2020 - 09:45 hs

La confesión del ex-Unión de su charla con Carlos Bianchi

Ariel Cólzera, feliz por regresar a Temperley, repasó sus orígenes. “Llegué desde Resistencia a Boca con ropa de mi hermano y zapatillas prestadas. Y a los pocos meses, mandaba por encomienda ropa de la Selección”. Otra entrevista imperdible en Desde el Barro.

“Estoy feliz de volver a estar acá. Temperley es un club en el que me sentí muy cómodo. Y hoy pego la vuelta para intentar conseguir grandes objetivos. Me recibieron muy bien. Y también me pone muy contento ver a chicos que cuando me fui estaban en la pensión, a los que ayudábamos, capaz no sé tenían fe y hoy entrenan con primera”. Ariel Cólzera regresó al Gasolero para disputar la Primera Nacional, con 34 años y convertido en un referente. Por eso no oculta su alegría, luego de dos temporadas en Sarmiento de Junín. En el paso del Celeste en Primera, el delantero se ganó el cariño de los hinchas.

Durante su recorrido no fue casual que se ganara el apodo de Loco. Daba sus motivos. Y los recuerda en la entrevista con Desde el Barro, donde Emiliano Lentini le preguntó por ese chico que llegó con ropa prestada y en zapatillas para realizar esa primera prueba en Boca. Ese pibe que se apareció en Buenos Aires desde Resistencia, y que se ganó un lugar de confort en la pensión del Xeneize, donde le limpiaban el cuarto, sobraba la ropa de marca y hasta se daba el lujo de tener servida una cena. El pibe del Chaco, que jugaba a la pelota en la tierra, descalzo, y tenía que ir a buscar la comida al río, de pronto también era citado a entrenar con la selección juvenil en Ezeiza. De usar la ropa ajena, a vestirse de Nike y Adidas. Remera, buzo, pantalón, campera… ¡Botines! Hasta se daba el lujo de mandar encomienda al barrio Juan Bautista Alberdi, para que sus hermanos y amigos se pongan la ropa oficial de entrenamiento de Boca y Argentina.

“Cuando un vecino tenía una pelotita, salíamos a la calle, poníamos unas piedras o botellas y se armaba el picado. Casi siempre descalzo, porque éramos una familia humilde, ocho hermanos y solo teníamos la alpargata para ir a la escuela. Después siempre de un club al otro porque no podíamos pagar la cuota. Hasta que me consideraron como uno de los que jugaban bien en el barrio y empecé a jugar en Central Norte. Yo jugaba de marcador central. Y después de un año me fui hacer una prueba en Las Palmas, Chaco, que iba (Jorge) Cyterszpiler a buscar jugadores y me ofrecieron viajar para Buenos Aires. Era River, Boca o San Lorenzo. Lo primero que dije fue Boca, porque soy hincha fanático. Así que llegué y quedé. Pero Roberto Mouzo me dice, ´vos no sos defensor y me posicionó de delantero´”, explicó.

 

“La verdad es que llegué a Boca con ropa de mi hermano, que tenía algo de pilcha porque en esa época laburaba. Y zapatillas que me prestaron amigos. Y después, otro mundo. Tenía la ropita para entrenamiento, me limpiaban la habitación… otro mundo. A los tres meses de estar en Boca, viene Miguel Ángel Tojo y me dice ´En tal fecha te tenés que presentar en el predio de AFA. Yo no tenía ni idea lo que era el predio de AFA y no fui. A los tres días viene Roberto Mouzo y me dice ´¿Vos sos loco? no fuiste a entrenar con la Selección. El fin de semana siguiente me vuelven a convocar y Mouzo me explicó cómo tenía que hacer para llegar. Cuando llegué al predio, no lo podía creer. Una locura. Ya ver el canasto con la ropa de la Selección. De jugar con mis amigos en el Chaco, a encontrarme con Carlitos (Tevez), (Javier) Mascherano, (Esteban) Cambiasso… Cuando llamaba a mí casa para contarlo no me creían. Tenía que llamar a una vecina, de a dos casas, para que me den con mi familia y todos emocionados. Porque a mí de chiquito me gustaban las cosas ajenas. Y era conocido en el barrio como que se me pegaban las cosas... Así que a partir de ahí les pedía a los utileros de la Selección para mandar para allá. Era el hermano ideal”, suelta con una sonrisa pícara el Loco Ariel. 

 

Cólzera era muy pibe cuando jugó el Mundial Sub 17 de Finlandia y pasó a formar parte del Boca de Carlos Bianchi, a la sombra de Carlos Tevez y Guillermo Barros Schelotto. Ellos jugaban en su posición. Y por eso el Virrey, quien lo subió a primera, un día le sugirió que buscará continuidad en otro lado. Como para todo hincha de Boca, el entrenador significaba muchísimo y el delantero le guarda el mejor de los recuerdos pese a quedarse con las ganas de haber debutado oficialmente en el club de la Ribera: “Cuando Bianchi me habló por primera vez, fue como ver a Dios. Me hablaba como uno más. Siempre me daba consejos, me hablaba y me hacía ver la realidad. Un tipazo. Me enseñó mucho”. Una sola vez tuvo el privilegio de ser parte del primer equipo y mirar el partido desde el banco de suplentes, pero no le tocó ingresar. Era un pibe viviendo un sueño. Apuntado como gran promesa. Pero un día le tocó marchar y luego no encontró otra oportunidad para debutar en La Bombonera con la camiseta de Boca. Aunque siguió adelante y años más tarde volvió a pisarle para jugar con otra camiseta.

El chaqueño no duda en elegir “la boga a la parrilla” como su preferida, aunque el dorado está en el podio. Y no olvida los sabores de aquellos pescados que traían sus hermanos en bicicleta para la fritanga diaria. “Eso era conseguir línea, con la tableta y pescar”. A la noche tocaba el pan y mate cocido. A partir de su paso por Unión de Santa Fe, comenzó a disfrutar de la pesca. Ya en otra realidad, en un contexto muy distinto al de aquel pibe que en los mediodías se buscaba llenar la panza, mientras el viejo ponía su lomo como albañil, la vieja trabajaba como ama de casa y las hermanas salían por una changa. Transformó a la pesca en su cable a tierra. Incluso, aunque se ríe y esquiva, después jugó en clubes cercanos al río. Como Juventud Unidad de Gualeguaychú y Crucero del Norte de Misiones, cuando tenía otras oportunidades. Para este loco, la proximidad con el río inclinaba la balanza a la hora de una decisión final.