LT10 - En primera persona

Miércoles 04 de Mayo de 2011 - 17:18 hs

Eduardo Pavlovsky: el arte de no dejarse pegar

Fue boxeador, es psicoanalista, dramaturgo y actor. Tiene en cartel “Potestad” y ensaya “Asuntos pendientes”. A los 77 años, sigue rodeado de preguntas.

No es tan fácil establecer de qué modo tal mujer o tal deporte se ha introducido en nuestra vida . En mi caso el deporte es familiar: papá era campeón de box, peso pluma. Vengo de una familia acomodada, pero en esa época los campeones olímpicos venían de familias oligarcas. El me enseñó cosas elementales y muy buenas. Me acuerdo del primer KO que vi con mi padre como si fuera hoy. Teníamos en la familia una cultura de no dejarse pegar. Esa era la habilidad que enseñaba papá. También la de pegar y salir, jugar con el adversario de lejos. Con la distancia.

Llegué al teatro por una prima, Ana Rosa Migliore . Me llamó para hacer una comedia francesa Tovarich . Yo tenía veinte años y en esa obra hacía de un jerarca ruso. Y me pareció impresionante lo que pasaba en el escenario. Puedo explicar la sensación de devenir que pasó por mi cuerpo; única, como cuando mirás a una mujer y quedás enamorado. Algo del deseo apareció con mucha fuerza.

Estudié actuación con Pedro Asquini y Alejandra Boero.

Un día yo estaba haciendo Globos rojos y lo llevé a Asquini y al final de la función dije “se la dedico a mi maestro, si no fuera por éste yo no estaría acá haciendo estas cosas”. El estaba emocionado y me interrumpió para decir “pero no, yo a esto no se lo enseñé” De Asquini me quedó la libertad de los músculos de la cara. Todo eso que ahora sería criticable en esa época se volvía necesario. Me recibí de médico y seguí estudiando mientras hacía teatro, cosa que generó un grave conflicto. Yo estudiaba psicoanálisis y era una especie de “psicoanalista exhibicionista”.

Me recibí de médico en el ´57 y un primo me llevó al teatro, porque “había un tipo que era interesante”. Así vi por primera vez Esperando a Godot . Tuve una sensación curiosa ligada a la pérdida de sentido y la identidad; todo eso estaba en Beckett, pero sin hablar del tema. Vos estabas ahí y agarrabas con el cuerpo todo. Me impresionó que hubiera un dramaturgo que expresara tan bien mi modelo de angustia.

Ure me dirigió en dos obras, Telarañas y Visitando al Sr. Sloane . Trabajaba con el cuerpo y la fuerza, la movilidad, la estática, la velocidad, el amor y el odio en el personaje. Los ensayos con él eran un aprendizaje brutal. En Sloane trabajaba conmigo Jorge Mayor, yo en la obra era homosexual y tenía un inquilino que era el personaje de Mayor. En un ensayo Ure se me paró atrás y me decía “miralo, qué divino, no le hables, mirá esa boca, mirale el bulto, pero no seas grosero”. Me habló tres minutos mientras yo miraba a Mayor en silencio. Cuando estrenamos, entré al escenario y pensaba en todo lo que me dijo Ure al oído. Eso me dio mucho como dramaturgo, no solamente como actor, porque me dio el tiempo de la dramaturgia. Los personajes no hablan todo el tiempo, sino que manejan un lenguaje silencioso tan fuerte como el otro.

El 17 de marzo de 1977 un grupo de tareas intentó secuestrarme.

Nunca he sentido culpa de sobrevivir. Mi abuelo venía de Odessa y fue a Montevideo al café Sorocabana. Cincuenta años después mi viejo se exilió del peronismo y pasó por ese mismo café. Y cuando me exilié yo de la dictadura también pasé por ahí. Fueron distintos exilios, el primero político de gente social revolucionaria, mi abuelo; mi padre era un liberal antiperonista, y yo era francamente marxista.

“Potestad” no es una obra de teatro, es un tipo que está loco y no puede ordenar lo que va diciendo.

Fue importante que la viera tanta gente joven, porque se estableció un diálogo interesante acerca del torturador como victimario; y la posibilidad de entender que era una persona más común de lo que creemos. Incluso con sentimientos tiernos hacia la hija que había apropiado. Yo estoy en contra de este torturador y apropiador, ¿pero cómo carajo llevo eso a un escenario? Cuanto más afecto y ternura le ponga a ese monstruo, más explota.

Estoy ensayando mi próxima obra “Asuntos pendientes” , donde se tocan temas como la miseria, el amor, la resignación. El teatro me ha curado, me dio pasión y sentido a la vida. A los 77 años me pregunto antes de cada ensayo o función “¿Qué carajo estoy haciendo acá?” Y cuando salgo de la función encuentro sentido. El teatro no es más que esto que te estoy diciendo. Pero es mucho para mí.

Soy un tipo muy pintón pero me voy volviendo viejo y le intereso menos a todos.

Pienso en la muerte y me provoca horror. Una vez le preguntaron a Borges ¿Qué piensa de la muerte? Y él contestó: “ah! cesar, qué lindo cesar ” (ríe) «

Fuente: clarin.com