La expectativa ha venido en crecimiento lento, precavido, pero visible; es que aun duelen en la patria futbolera las dos finales perdidas en el último tiempo, porque además fueron acá cerca de casa. Pero la ilusión está otra vez de pie, como lo están los jugadores. La sed de triunfos no es solo del simpatizante. esa misma necesidad, de beberse un buen sorbo de gloria, la tienen los que hoy defienden nuestra insignia en los suntuosos escenarios estadounidenses.
Del propio césped, de sus propios pies nacen estas sensaciones que nos erizan la piel. Estaba en ellos embelesar, conquistar, cautivar los desanimados corazones que respiran este juego más que al aire mismo. Y anoche nos han demostrado que están convencidos, que creen y que parecen poder con todos.
¿Quién puede negar el impacto anímico de un tempranero gol? Nadie. Porque destroza la planificación y eleva la autoestima, más aun cuando la confección de la conquista está vinculada a un trabajo previo. No solo jugó rápido Argentina, no solo Messi habilitó con su inusitada velocidad cerebral, sino que además Lavezzi definió la compleja situación con simpleza. Y el match cambió prematuramente, acentuando diferencias.
Klinsmann propuso una presión en media cancha, dejando salir desde el fondo a nuestra selección, pero la lectura de Banega, tirado levemente sobre la izquierda, le permitió recibir en una zona vacía, lejos de cualquier yanqui, para adueñarse del equipo y comenzar a construir. Los laterales ocuparon las bandas bien alto y desde ese lugar las diagonales de Messi y del Pocho generaron supremacía en el medio. Sabido es que no hay asfixia posible con movilidad, precisión y rápida circulación.
Hasta aquí, las aptitudes son las conocidas. Sin embargo la clave, el salto de calidad, surge en la recuperación de la redonda. Rara vez el anfitrión logró concretar el primer pase, ese que permite proponer un ataque ante un oponente adelantado. Mérito exclusivo de Martino y toda su tropa. Embanderados tras el liderazgo de Mascherano y la eficiencia de Mercado, reconquistar el balón en campo ajeno fue moneda corriente y el inicio de una nueva opción de riesgo. Así se encontró la Pulga con su momento. Y las palabras sobran… imposible describir la genialidad de su remate, ni los sentimientos despertados. Hasta el más escéptico debe haber rozado la afonía. Obra de arte del, ahora sí, solitario máximo goleador albiceleste. Y partido sentenciado.
Al regreso de los camarines el dueño de casa quiso obstruir la salida desde el mismo Romero, y lo pagó carísimo. El buen pie argento encontró espacios en toda la cancha, movió a su adversario hasta desahuciarlo y lo lastimó cuando encontró el momento: en el despertar y en el anochecer de ese capítulo, a través del 9.
Presión, precisión y contundencia. Por ahí pasa la descripción más certera. Maniató, arrodilló y humilló (en términos futbolísticos) a una escuadra que no remató al arco, nunca. Es difícil resaltar nombres por encima del conjunto y es saludable que esto ocurra. Pero como puntales del triunfo debemos mencionar que Ever fue el estratega, que Lio jugó por donde quiso y como más le gusta, que Mercado contagió desde su capacidad de marca y que el ariete convirtió por dos. Alguien se preguntará por los demás: estuvieron a la par de los citados.
Hoy sabremos quién dirimirá este asunto de interés nacional con el equipo del Tata. Quizá sea vértigo en estado puro y avances rapaces con transiciones punzantes lo que haya enfrente. O quizás sea elegancia, tenencia y paciencia para definir ataques. Quien sabe… No depende de nosotros elegirlo, sino más bien doblegarlo. Y al respecto, estos jugadores en el devenir de la Copa han enfrentado oponentes de diferentes calibres, con diferentes propuestas y los han superado inexorablemente. La versatilidad es una virtud, quizá la más valiosa de nuestro combinado, porque no se adquiere sin madurez.
Ha manifestado este grupo además disciplina, talento, contundencia, fraternidad. Por todos estos atributos y por varios más, este equipo se merece ser campeón.