¿Puedo decir que no acepto el fútbol bancado por el Estado? ¿Puedo levantar la voz y también escribir estas líneas sin ser vituperado por camuflados barras de escritorio que al leer las primeras letras o escuchar mis primeras cuatro palabras al respecto, se alzan “criminales” contra una opinión que no los representa? ¿Podemos respetarnos de una vez por todas sin que necesariamente esa turba de habladores consuetudinarios de la “número cinco” esté de acuerdo?
La disección de las conductas que rodean a este deporte son para revisar de tanto en tanto. Aceptamos con beneplácito que los goles del futbol argentino no estén cautivos hasta el domingo a las diez de la noche. Coincidimos todos. Celebramos con vítores que la pelota no tenga precio en la pantalla chica. Es muy cierto que aquella primera medida estuvo muy diferenciada de las obsoletas y en algunos casos “estafadoras” formas de antaño donde había que pagar para ver o esperar el trasnoche para espiar a tu equipo, pero convengamos, que el pomposo proyecto anunciado con bombos y platillos distó mucho de ser la panacea que se prometió, cuando se celebró el famoso convenio de FPT.
Fue engañoso lo de concebir un fútbol distinto. La pantalla no siempre fue gratuita y los millones nunca estuvieron: ni bien repartidos, ni bien controlados, ni auditados y mucho menos, ese “negocio”, le dejó las proclamadas ganancias a un Estado asociado a la AFA sospechada, quebrada y hasta corrupta.
Cuando se parió el FPT se prometió: deuda cero, balances al día de los clubes, ganancias destinadas a promover los deportes olímpicos (ver art. Pag/12), En aquel agosto de 2009, la por entonces Presidente de la Nación, Cristina Fernández, dijo: “He leído que el fútbol iba a ser subsidiado por el Estado. Los que escriben eso saben que el fútbol es un negocio extraordinario que no necesita ser subsidiado, sino participar de sus propias ganancias”. Seis años después, todo está mucho más claro, no?
También, aquel el día de la presentación de la medida “democratizadora”, como expresó la máxima mandataria ante 800 testigos presenciales; habló el por entonces presidente de la AFA, Julio Grondona, hoy fallecido. “En ninguna mesa de negociaciones había una calculadora haciendo números, sino sensibilidad para comprender de lo que estábamos hablando” advirtió, el hombre que más tarde se sindicó como uno de los principales eslabones del FIFA-GATE, quien aquella tarde estaba acompañado por su “mano derecha”, el Dr.José Luis Meiszner, hoy con arresto domiciliario en caución, todo en el contexto del escándalo por corrupción de la FIFA (también cayó De Lucca).
Este acuerdo “sin calculadora”, pasó en cinco años de los aberrantes 600 millones de pesos sin control alguno para la AFA, a estos espurios 1500 millones anuales que se pagaron hasta finales de 2015 y que se repetirían en parte del 2016. Todo aportado, peso por peso, por las arcas del Estado Nacional para bancar el deporte más profesional del país. ¿Por qué tanto incremento? ¿Inflación, negocio redituable o qué? Todo tendrá siempre una oscura explicación según el cristal con que se mire.
A los dirigentes del fútbol argentino los une la ambición por ganar más dinero y los espanta el reparto del mismo. Grondona crió cuervos y hoy se sacan los ojos. Cada uno se blinda para no asumir las críticas y escupen ceros en sus reclamos, ante la falta de ecuanimidad en la división. La mayoría se aferra para sobrevivir a estar prendidos como garrapatas a la teta de un Estado benefactor.
Nadie podrá discutir lo que representa el fútbol en nuestra idiosincrasia. Nadie osará objetar todo lo que se mueve detrás de la pelota, el interés y la pasión que despierta. Estamos hablando de una de las principales industrias del país, pero con un desmanejo alarmante que supura pus por los poros. Mientras los clubes “gasten” más de lo que generan, no habrá formas de comenzar a curarse en salud… y por ende, todo lo demás seguirá putrefacto.
Esta semana se conocieron las nuevas cifras obscenas, dislocadas, irreales y hasta injustas, destinadas por el Gobierno a los “dueños de la redonda”. Son montos tan inadmisibles, como el sistema de reparto que muestra, cómo los poderosos se fagocitan a los más pequeños. La ley de la jungla, vio. Y mientras las bestias mal olientes se pelean por devorar una montaña de billetes que bien podrían ser distribuidos en causas muchos más nobles; mientras el león y el ratón luchan hasta la mismísima muerte por una moneda más… los buitres se relamen como lo hicieron siempre… también en el fútbol.
No pretendo nunca más ver los goles de rehén. No quiero que “secuestren” al fútbol. Sí procuro un “juego más limpio”, también en lo económico. Aspiro fervorosamente de mis gobernantes mayor capacidad para gestionar lo prometido y no solventar, con la plata de todos y todas, los berrinches de los millonarios protagonistas en los empobrecidos y hasta quebrados clubes.
Como argentino y hombre relacionado al fútbol, creí en aquel discurso de CFK “…el fútbol es un negocio extraordinario que no necesita ser subsidiado, sino participar de sus propias ganancias” (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-130361-2009-08-21.html). Sobre aquellas bases y deseando que no nos mientan más desde ningún sector, es que pretendo discrecionalidad y por sobre todas las cosas, seriedad, transparencia y respeto en el manejo del dinero público. Acaso, porque la plata es de todos, y los goles… como dijo la Sra, "del extraordinario negocio del fútbol”.