Nada nuevo. Colón desprende exitismo. No vive sin protagonismo. Exige máximas expectativas. Colón representa la grandeza del fútbol del interior en su estado más espectacular. Dejar dos puntos en el camino ante Guaraní en el Brigadier López, era impropio de un club que presume esplendor. Por eso la exasperación y la siempre desanconsejable ansiedad. El Nacional B se plantea como una tabla de salvación para “grandes” en apuros. Y Colón lo es y lo está. Acaso como hace poco tiempo River y el mismo Independiente lo estuvieron.
Hay cierta precipitación en algunos juicios, que ya aseveran y anuncian la vulgarización de su fútbol, la falta de ideas, las pocas chances para alcanzar la meta. No se puede ganar todo el tiempo. Y como el triunfo es escaso, conviene persistir en la búsqueda de las herramientas que lo acerquen a él. La victoria es la consecuencia de ese recorrido. No se puede ir, en noventa minutos, del honor de los campeones al descrédito de un perdedor irredento. No es momento de dramas ni de juicios definitivos, sin restarle importancia a lo ocurrido en 83 minutos y a la paupérrima imagen que dejó el equipo, a todas luces remediable.
El poder de gol del equipo de Osella no elimina el debate constante sobre el estilo de juego, ahora en el ascenso. Ayer el elenco santafesino se desorientó y entró en pánico tras el empate del modesto Guaraní. Uno revisa la poca actitud, el escaso orden y la falta de compromiso con la pelota en los pies en la endeble etapa inicial, y es legítimo pensar que algo más se podía hacer, y no reducir la cuestión solo a la fortuna del gol visitante luego de un lateral que no le correspondía, como el único motivo por el cual el duelo quedó empatado. Sí está claro que el tanto “forastero” trajo aparejado momentos de zozobra exagerada dentro y fuera de la cancha.
Osella supo cambiar a tiempo. Se acomodó como pudo el equipo en el complemento, sumó velocidad al ataque y sobre el final terminó celebrando una victoria tan legítima, fundamental y holgada en el resultado, como sufrida en el trámite del partido. Siempre más por lo que hizo y dejó de hacer Colón, que por los méritos de su digno adversario. Desde ya que no tuvo la regularidad de un equipo consolidado, pero encontró certezas en medio de un clima agitado y ganó como debía… difícilmente como merecía. Pasó algunos sofocones en defensa, exhibiendo viejos problemas de escalonamiento y sincronización. ¿Si Bíttolo pudo jugar bien en Primera, como no hacerlo en la B ante Guaraní? No hay nada que inventar. En la simpleza también está la grandeza. El estilo no es sólo una linda palabra; es la certeza de un rumbo, imprescindible para lograr el objetivo.
Es cierto que el fútbol es de las pocas materias que se pueden interpretar de manera radicalmente distinta por algo que ocurre en una décima de segundo. Es la insoportable crueldad del gol. Aquí no existe el término medio. Todo se vive como definitivo pese a saber, con claridad y por experiencias anteriores, que todo puede cambiar en un lapso brevísimo de tiempo, en un golpe de acierto, en un giro de buena o de mala suerte. Se sabe y se ignora a conciencia.
Hay en cada partido que se disputa en el barrio Centenario un entorno engullidor y volcánico, exigente por naturaleza, pero orgulloso de sí mismo. “Hagan bien su trabajo, por favor” parece gritar ahogadamente una masa marcada por el hiriente devenir de un año triste, que no quiere seguir sobrellevando momentos de incertidumbre. Anoche quedó en claro que no alcanza reducir la sensibilidad solamente a disfrutar o padecer un resultado. No es negocio jugar mal y ganar cueste lo que cueste. En tiempos en los que el resultadismo parece ser la única y más violenta verdad, hubo una destacada lección en Santa Fe. El amplio y exagerado 4 a 1 no dejó euforia. Solo la alegría del deber cumplido, porque a Colón le sobraron goles y le faltaron argumentos futbolísticos para disfrutar... de la imprevista e inmerecida golaeda.
LT10 - Columna de opinión de Gustavo Mazzi
Jueves 04 de Septiembre de 2014 - 13:46 hs