Oxígeno, la gran cuestión de esta historia. En la casa de Marcelo Piñeyro parece faltar. La hilera de películas acomodadas milimétricamente le roba el aliento a cualquier cinéfilo y recuerda que algo de la asfixia también está en sus películas. En la que se estrena este jueves, Ismael, el niño sufre ahogos de asma. Será que Piñeyro se cuenta a sí mismo sin percatarse y será que en esas bocanadas de cine, cada dos o tres años el director al fin respira. “Nunca lo conté, pero a mis siete años tuve una tuberculosis que me aisló del mundo por casi un año”, exhala el “padre” de Tango feroz. “Fue un problema de pulmones que me dejó ocho meses en cama. Mis hermanos no podían vivir en casa y se los llevaron a lo de mis tíos. Como no podía brillar en los deportes, lo mío fue la lectura. La vida decidió por mí”.
¿Ves a ese niño en el reflejo de tu nueva película?
No. Este no tiene miedo. Yo sí lo tenía.
Miedo es justamente una de las palabras más nombrada de la película...
Yo le tenía mucho miedo a esta película porque su materia narrativa es intangible. Tiene una trama leve y habla de los sentimientos, algo inmaterial. En esta historia el miedo es determinante de las acciones de los personajes. El miedo a asumir compromiso o a ser rechazado. La cuestión es dónde se pone el amor cuando el otro no responde igual, ése sí creo que es el tema central. ¿Dónde ponemos el amor aún cuando el otro también te lo da, pero no lo coloca en el mismo sitio? Esto, más que la historia de un chico que se toma un tren a Barcelona para conocer a su padre, es el relato de cómo uno daña a quien más quiere. Temas co n los que no me había metido.
¿Por qué usás una caldera de un viejo hotel como metáfora de la película?
Una caldera con averías y un hotel viejo con los muebles tapados, como el interior de esos adultos (Belén Rueda, Mario Casas) que quieren como pueden.
El año próximo se cumplirán 20 años de “Caballos salvajes”, “Tango feroz” cumplió 21. ¿Qué tanto cambiaste?
Veinte años espero que no haya sido sólo de gusto. Crecí como persona y es ese tipo el que hace películas. El año pasado, cuando se cumplieron 20 de Tango feroz, mos juntamos todos los que la hicimos para verla. La película cierra con: quiero decirme algo a mí mismo para dentro de 20 años. Y con el equipo nos preguntábamos: ése que éramos hace 20 años, ¿cómo se relaciona con el de hoy? Yo voy más de 20 años atrás, al tipito que era estudiando cine. Hay una línea de puntos totalmente coherente. Podemos hacer ese desdoblamiento borgeano de encontrarme con mi viejo yo, y terminaríamos abrazándonos. Ese pibe era dogmático.
¿Ya no?
La verdad que hoy pienso que los dogmatismos son lo peor que nos puede pasar. El dogma encierra. Uno se va liberando para llegar mejor a lo que busca. Y yo me fui sacando mochilas.
¿Llegaste a lo que buscabas?
No. Es como un escultor y una piedra. Siento que esa forma va cambiando permanentemente, pero es inalcanzable. Sin duda no es la forma que busco hoy la que buscaba cuando hice Tango feroz. Pero no podría estar buscando lo que busco hoy si no hubiera hecho las ocho películas que hice. El cine es como un gallito ciego, estás con los ojos vendados buscando a tientas. No tengo manera de tener una mirada objetiva sobre lo que hice. Sí siento que en cada película me fui liberando de pesos, me obligué a revisar mi carga de prejuicios. Cada película me transformó. Todas mis películas me transformaron como tipo. Ninguna la hice por hacer.
¿Con el tiempo cómo te llevás?
Bien, porque no estoy en una carrera contra nadie. Si una película me lleva tres años, los invierto con alegría. Eso sí, no negocio hacer una película que no me dé felicidad. Mis años no tienen precio. No haría el cine que no quisiera ver. Hubiera querido hacer más películas, pero muchas no se financiaron.
¿En qué quedó el proyecto de trabajar en los Estados Unidos?
No me ha interesado. Independientemente de que te paguen muchísimo, dos años de tu vida no tienen precio. Diferente sería si yo tuviera 30 años y no 58. Invertiría dos años de vida.
¿Por qué filmar exclusivamente en España? Muchos te creían viviendo allá...
No solamente no vivo allá, sino que no viví nunca y no está en mis planes. Habrán pensado eso porque salgo a la vida mediática cuando estoy por estrenar. En Ismael, Argentina directamente no participó y se dio así. Yo no soy productor, por ende el tema costos me es ajeno. Pasé unas temporadas en Barcelona y producto de la observación de cosas que me fascinaban de la sociedad catalana, empecé a cranear. Fue un año y medio de guión que me llevó a instalarme allá un rato.
Entre los datos menos conocidos de tu biografía, además de esos pulmones castigados que marcaron un destino, está el dato de que no entregaste la tesis de la carrera. ¿Cerraste, de alguna forma, esa tesis con las anteriores o con esta película?
¡Es verdad! No llegué a filmar nunca un corto basado en un cuento de Borges, El Evangelio según Marcos. Un día voy a la casa de mi hermana y me dice ‘Che, hay unas cajas tuyas que voy arrastrando por la vida por años. Llevátelas o las tiro’. Y me leo y digo: ‘Qué tipo pedante era’ (se ríe). Esta película no tiene nada que ver con Borges, pero entendí que las cosas en la cabeza de uno no son tantas. Que siguen ahí por años, se retroalimentan. Antes era brutalmente inflexible conmigo y con el resto de la humanidad. Uno a veces se siente separado de la mierda, como si estuviera en un trampolín, limpito. Pero si al otro lo veo en la mierda, la mierda me salpica. O sea, no soy mejor, soy igual. Por eso, no nos condenemos.
Martes 24 de Junio de 2014 - 20:38 hs
“No negocio hacer una película que no me dé felicidad”
Actualizado: Lunes 14 de Marzo de 2016 - 19:17 hs
Fuente: Clarín