En Unión se cerró un certamen que se fue plagado de sinsabores y desorientación. Imprevistamente quedaron perdidos en el lugar que conocían y que tan bien recorrieron no hace mucho tiempo atrás. El nivel del juego en general se vulgarizó, con futbolistas que pocas veces hicieron pie en la mediocridad de un campeonato intenso, pero sin brillo. Entre lesiones, suspensiones y flojos rendimientos, el proyecto naufragó, y como de costumbre en Unión, los oportunistas vuelven a ocupar un lugar de privilegio entre los gozos y las sombras.
En los últimos días se llevaron a cabo algunas reuniones entre actuales gobernantes y algunos ex. Es necesario advertir a esta altura, que los nervios siempre impulsan cambios que aseguran la convivencia pacífica por un tiempo. Si los resultados no aparecen, la ruleta vuelve a girar. Los extremos tienden a acercarse peligrosamente y suelen ganar las presiones de aquellos exitistas precipitados, que no saben ahorrar descalificaciones y epítetos de grueso calibre ante la ausencia de triunfos importantes.
Tengo la sensación que en la Avenida López y Planes todo se juzga de acuerdo al último resultado, y “juntarse” es la mejor solución posible cuando la crisis asoma. Se advierte otra vez la resistencia de algunos personajes de la vida política del club a dar por cierta aquella sentencia de Heráclito: "Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río". Hoy otra vez están aquellos que pretenden bañarse en el mismo río revuelto que alguna vez agitaron, con las “caras lavadas” y las viejas y tan gastadas fórmulas, que insinúan soluciones y se gastan en estériles divisiones en nombre de la “Unión”. Difícilmente los modelos de antaño encajen en una actualidad que responde a circunstancias y coyunturas diferentes. Pero como la mayoría de los actores son siempre los mismos, las alianzas suenan en Unión a rejunte contra natura y las consecuencias son tan predecibles como nefastas. ¿Algunos ejemplos cercanos en el tiempo? Citroni-Regenhardt; Vega-Decoud y la sucesión; Spahn-Molina, y hasta podríamos profundizar y recordar los tiempos de Malvicino, Baldi, Corral…
Llegó el momento de parar la pelota. La imperiosa necesidad de volver a primera es un sentimiento general, un deseo irrefutable e irrefrenable que tiene el consenso de todos los estamentos que componen la entidad. Es tiempo de asumir errores, fortalecer los aciertos y proyectar a futuro, sin necesidad de subir al barco una tropa de “capitanes” siempre dispuestos a dictar órdenes y nunca acatarlas. Se necesitan ideas, recursos y, fundamentalmente, mucha humildad. Se debe construir desde la comunión, el esfuerzo y el trabajo en grupo por el bien común. Sin caprichos espurios. Sin histerias trasnochadas. Con la escueta dignidad del que conoce sus errores, sabiendo que todos los cometieron. Antes y ahora. Exhibiendo, tal vez, la luminosa belleza del último fracaso de cada uno, para quedar a salvo de la soberbia del éxito que se esfumó.
Es necesario profundizar en algunas cuestiones que están en la superficie, y que muchos se preocupan por ocultar o tergiversar. Hay que darle transparencia a los propósitos y orden a los roles. No se debe construir sobre escombros y sin planos, y menos luego del “derrumbe” de una ilusión. La suma de decepciones está minando la autoestima y condicionando a los que toman decisiones. Spahn dio muestras claras que primero está el club, su estabilidad y su viabilidad… no debe apartarse de esa idea primaria. El proyecto de ascenso rojiblanco no puede ejecutarse entre intrigas, ambiciones desmedidas y conspiraciones. Por lo que una cosa es acercarse a colaborar, dar una mano… y otra muy distinta es exigir poder de decisión. No se puede obviar que hace menos de un año nadie se presentó a elecciones salvo el oficialismo, con la pesada mochila del descenso a cuestas. ¿Dónde estaban los "otros", los fanáticos de la crítica despiadada, pero incapaces de formar una lista para competir democráticamente contra los que "no saben"?
En lo estrictamente futbolístico, Madelón sabe que tiene crédito para seguir con “vida” en este juego. Las victorias pasadas vistiendo la camiseta “10” roja y blanca le dieron derecho a volver y quedarse, pese a lo híbrido del primer semestre del 2014. Su obra con "los cortos" a fines de los ochenta le garantiza una continuidad vitalicia, aunque en el fútbol todo se recicla con asombrosa liviandad. “Leo” sabe que el título de ídolo le guardará por siempre un lugar de privilegio en los ardores de la historia, y que como nadie tendrá respaldo de sobra por aquel “Glorioso 89”. Pero ahora en su rol de entrenador, está obligado a revalidar su bien ganado prestigio. Hoy es tiempo de probar que la grandeza es un gesto y no solo una acumulación de pergaminos. Que aquellos laureles tienen vigencia en las ideas, tanto como aquella ilustre diestra que llevó a los de Zucarelli a escribir la pagina más recordada del fútbol santafesino. Por aquella rivalidad, la de siempre, hay todavía en muchos tatengues una sublime satisfacción por el descenso de los “primos”. Ellos entienden una especie de revancha justiciera por lo ocurrido hace una año, cuando el mismo Unión se dio los huesos contra la B, mientras los del sur se codeaban con otra realidad, que se fue distorsionando con el paso del tiempo. La situación del otro en algún punto descomprime angustias y preocupaciones propias, pero obliga a grandes replanteos posteriores. Porque si bien se puede minimizar por la caída ajena, el costo deportivo de quedar prematuramente fuera de la pelea por el ascenso, no deja de ser un duro golpe, que puede resentir la confianza a futuro.
El fútbol está compuesto por mucho de recuerdo, nostalgia y añoranzas. Es la manera de crear identidad y pertenencia. Entonces, cuando el presente se complica, es lícito echar una mirada hacia lo que funcionó en el pasado para instalar una ilusión a futuro. Lo que vale la pena recordar una vez más en la entidad rojiblanca santafesina, es que las “alianzas” siempre terminaron contaminadas. En Unión saben que hay otras formas de llegar al éxito, sin tener que apelar a la obsoleta fórmula del “rejunte de vanidades”, que no hacen más que entorpecer y abortar los proyectos. Está todavía fresco el recuerdo del ascenso alcanzado en el 2011, cuando a duras penas el equipo llegó a la orilla, pero la CD naufragó.
Mientras tanto el hincha genuino espera, y se inventará sacrificios nuevos para volver a acompañar "la causa", porque ellos no dudan ni se excusan jamás a la hora de superar dificultades y obstáculos, para volver a estar. Apoyando al equipo y a la dirigencia. Con sus consagrados cánticos, sus aportes económicos desinteresados y el orgullo brotando por los poros. Sólo detrás del sueño del retorno urgente en su “casa grande”. Piensen señores, luego exijan. Hay un pueblo incondicional que sigue esperando, apoyando y aguantando… Convendría no abusar de tanta generosidad!!!
Hoy - Por Gustavo Mazzi
Sábado 07 de Junio de 2014 - 03:15 hs