Hoy - La columna de Gustavo Mazzi

Viernes 23 de Mayo de 2014 - 03:20 hs

"Quien quiera oir que oiga"

 El fanatismo por el fútbol ha invadido el lugar que antes estaba reservado para ardores más existenciales. Pero ahora son muchos los dislates que se cometen en nombre de esta pasión, y muchas las tentaciones que se valen de esto, para justificar actitudes incomprensibles. Desmesuras sobran en su vida cotidiana. El daño estructural ha quedado como nunca en la superficie de una actividad que patea sus escombros. Proteger el escenario y el producto no aparece como prioridad en estos tiempos, y el mejor ejemplo queda expuesto este fin de semana en el cotejo Colón-Rafaela.

La sede del desempate, la hora del partido y la presencia o no de público, expuso la incapacidad, descuido y desatino de más de uno. AFA sigue con sus mamarrachos al por mayor, y varias lecturas desafortunadas de los serviles laderos de la inoperancia y la negligencia, dilataron una decisión que no dejó conforme a nadie. Todos conviven sin la más mínima voluntad de hacerle frente al mal con armas letales. Se escapan o se esconden, y barren la “pólvora” debajo de la alfombra, hasta que vuelva a explotar. Y cuando explota, vale la ocasión para responsabilizar al otro y nunca asumir las propias culpas. Incluso algunos levantan el dedo acusador desde algún atril imaginario en nombre de “la paz”, sólo para satisfacer su propia ambición, porque a lo largo de estos años esos mismos “embajadores de la pacificación”, burlaron el reglamento en nombre del negocio. Son los mismos que otorgaron entradas de favor, plata, hasta “empleo” para los bravos, sin importarles la posibilidad de incidentes que este combo explosivo pudiera generar cada fin de semana. Si hasta algunos, en la ambición de recaudar más, se escudaron en los “hinchas neutrales” para gambetear el reglamento, desatendiendo medidas “anti violencia”. Todos están en el mismo lodo y muy manoseados. 

Lo triste es que hay quienes se hacen los distraídos y adaptan el discurso conforme a las necesidades del momento. El mundo del fútbol está atravesado por demasiadas ingratitudes. Brota vomitivo el victimismo, las excusas, los pretextos perversos, las desmentidas inconcebibles y los descarados ofendidos. Es penosa la batalla que se libra, por lo que la derrota parece siempre previsible si se emplean tan pocos argumentos para combatir un flagelo que cada vez ocupa más espacio en la prensa, y menos en los escritorios del poder, donde deben comenzar a desterrar las barrasbravas.

Es momento de cuidar de una vez por todas a la gente, comenzando por sincerar el discurso y dejar de camuflar el mensaje. Se debe actuar con celeridad, valentía y honestidad, si queremos proteger la pasión más popular de los argentinos, ya que la verdadera pasión aflora y se sostiene en la cancha, en las tribunas, por la gente. Esa pasión popular que también se puede mirar por TV, aunque no sea lo mismo. En las postrimerías de un Mundial, ¿Ud se imagina tamaño evento sin público en las gradas? Los hinchas, auténticos sostenedores de este deporte, merecen un poco más de respeto, si a los que tienen el poder de decisión, de verdad les importa la gente y no llevar a estos impúdicos a Brasil, con la absurda leyenda: "Hinchadas Unidas Argentinas". 

Soy un enemigo declarado e irreconciliable de aquellos que pregonan jugar al fútbol sin público. Antes de jugar un partido tan importante sin gente, porque no podemos controlar cien violentos de cada lado, pues no juguemos al fútbol. Una final sin público, es como un barrio sin vecinos... Es la nada misma.

Si el gobierno cede, si la AFA cede, el Copro-“cede”, los dirigentes ceden, la justicia cede… los violentos ganan por goleada casi “sin despeinarse”. Lo injustificable y completamente absurdo es que ante tanto delincuente enquistado en el fútbol, a vos cuando vas a la cancha con tu hijo, te sacan la bandera, la radio, el cinto, el paraguas, las pilas y las mismas ganas. Los sufridos hinchas pasan por todos los controles, demasiados cacheos para nada, ya que en las cabeceras oficiales están los mismos cien de siempre, con la pelea a flor de piel y un arsenal que asombra a las mismas fuerzas de seguridad. Pero hay, eso sí, cada vez más molinetes y malos tratos, ahora también la tarjeta “AFA plus” con el aporte de un millón de datos y hasta las huellas. Y ojo que también tenes que ser socio para ir a los cotejos de capacidad limitada. Y todo por culpa de cien en una fiesta de 30 mil... Y cada vez más policías, con operativos cada vez más caros en un fútbol sumido en la pobreza y el dolor. Que haya más y más controles no remedia nada mientras controlen al tipo equivocado.

Fue una bocanada de aire fresco escuchar a Burruchaga decir esta semana: "El fútbol sin público no es fútbol. Es obvio que Colón es mucho más masivo que Rafaela”. Una verdad tangible e irrefutable que no le resta ningún mérito a Atlético, ni le otorga más créditos a Colón. Una reflexión como pocas en estos tiempos. Un gesto que no conserva ninguna actitud demagógica. Un mensaje sin presiones, que concede el derecho a decidir a quienes están facultados para hacerlo, pero bien y sin riesgo alguno para los que deciden ir a ver un simple partido de fútbol, por más grande que sea la carga emotiva. El hombre de “mil batallas” no necesitó chicanas para expresar la desazón que sería jugar en un estadio Mundialista con una escenografía a puro cemento.

Lamentablemente nadie se esmera en organizar mejor, en dar señales de construcción de un nuevo orden que no solo pase por sumar más equipos y reacomodar el calendario como ya decidieron los "sí Julistas". Es necesario tener un ambiente algo más racional y menos violento, así la pasión vuelve a tener un fútbol que le dé sentido. Por el contrario, hay todavía una plácida adhesión al statu quo, terreno en el que se regocijan gustosos los hipócritas y los mansos.

Chris Whalley, director de Seguridad en Estadios de la Asociación de Fútbol de Inglaterra y experto británico en seguridad en el fútbol desde 1990, dejó una frase tan simple como irreal por estas latitudes.“Lo más importante para desterrar la violencia del fútbol es excluir a los vándalos. Si los delincuentes pueden asistir a los estadios, no hay solución posible. Todos los involucrados tienen que estar de acuerdo para erradicar a los barras. Si no, es imposible”. ¿Será que en Argentina esto no conviene, entre tantas otras cosas, por buscar sacar alguna ventaja deportiva? Quién quiera oir que oiga…