La noche en el 15 de Abril dejó una sensación amarga: Unión tenía todo para sostener su sueño en el Clausura, pero terminó cayendo 2-1 frente a Gimnasia, en un partido que expuso sus virtudes y, sobre todo, sus límites. Lo que pintaba como una tarde de impulso terminó convirtiéndose en un frenazo inesperado.
El arranque había sido alentador. Unión manejó la pelota, jugó en terreno rival y generó las primeras aproximaciones, pero cuando parecía tener controlado el trámite, se encontró con dos golpes que lo sacudieron. Gimnasia, práctico y contundente, aprovechó cada concesión del Tate en un tramo breve del primer tiempo para encaminar la historia.
La segunda mitad fue casi un monólogo rojiblanco, con el equipo empujando desde todos los ángulos. Encontró el descuento y se instaló en campo rival con insistencia, pero el Lobo resistió aferrado a su ventaja. Unión tuvo volumen, tuvo ímpetu, tuvo intención. Lo único que no tuvo fue la puntería necesaria.
Las estadísticas del partido reflejan con claridad la paradoja del Tate:
22 remates contra apenas 7 de la visita.
8 disparos al arco, más del doble que su rival.
62% de posesión, un control que no se tradujo en goles.
7 córners, todos sin destino decisivo.
Mejor conducta: solo 2 amonestados, frente a los 4 del Lobo.
Sin embargo, Gimnasia hizo daño en tres ataques profundos. Unión, con todo ese caudal ofensivo, solo pudo marcar uno.
El resultado dejó a la vista otro detalle no menor: Unión no logra sentirse pleno en Santa Fe. El Clausura mostró una tendencia repetida, y el duelo ante Gimnasia fue un nuevo capítulo de esa incomodidad. Afuera, el equipo suele mostrarse más suelto y efectivo; en casa, la ansiedad parece haberle pesado.