La historia entre Unión y Jerónimo Dómina llegó a su desenlace. Tras meses de negociaciones fallidas y versiones sobre posibles salidas al exterior, el delantero, una de las máximas proyecciones surgidas de las inferiores tatengues en los últimos años, quedará libre el 31 de diciembre, cuando venza su contrato. Sin vínculo renovado y con las conversaciones completamente estancadas, el futbolista acordó verbalmente su incorporación al Cádiz de España, donde se sumaría desde enero como agente libre.
Según trascendió, Unión recibiría poco menos de 400.000 euros en concepto de derechos de formación, cifra que se estima en 378.000 dólares, muy lejos de lo que se proyectaba para una venta futura del jugador.
Del intento de renovación al final anunciado
La dirigencia rojiblanca buscó por diferentes vías asegurar la continuidad de Dómina, pero el jugador —recientemente asesorado directamente por un familiar tras finalizar su vínculo con el grupo Squadra— mantuvo firme su postura de no renovar. Incluso había comunicado la intención de salir dejando al club un resarcimiento de 100.000 dólares más el 15% de una futura transferencia, pero la propuesta cayó de manera negativa en el presidente Luis Spahn, quien insistía en lograr un acuerdo contractual.
La relación entre las partes, desgastada desde mediados de año, terminó fracturándose por completo. Desde entonces, el futbolista fue apartado del plantel profesional, entrenando diferenciado mientras su situación contractual se mantenía sin resolución.
¿Qué le queda a Unión?
Con la libertad de acción consumada, el club santafesino no podrá reclamar monto alguno por transferencia, y solo tendrá derecho a percibir la compensación por formación, una cifra cercana a los €380.000, dependiendo de los detalles administrativos al momento de la firma con el club español.
Un final que golpea al patrimonio deportivo
La salida de Dómina se da en un momento en el que Unión buscaba capitalizar el crecimiento de su producción juvenil, especialmente con talentos surgidos de su semillero. Sin embargo, la falta de acuerdo contractual y la imposibilidad de retener al futbolista dejó al club con una cifra mínima en relación al potencial valor de mercado que se estimaba para el delantero.
El caso deja una lección en términos de gestión patrimonial y sitúa a Unión ante el desafío de proteger sus futuras promesas ante situaciones similares.