La racha ofensiva de Colón se ha convertido en un dolor de cabeza imposible de ignorar. En ocho partidos, el Sabalero apenas logró un único gol, obra de Ignacio Lago en el empate 1-1 ante Chacarita. Desde entonces, el equipo acumuló siete derrotas consecutivas, dejando escapar puntos y mostrando una alarmante falta de eficacia en ataque.
Las caídas ante Gimnasia de Mendoza, Gimnasia de Jujuy, Agropecuario, San Telmo, Defensores de Belgrano, Estudiantes de Río Cuarto y Talleres de Remedios de Escalada evidencian un presente donde el equipo juega sin ideas y sin gol, y cada partido se transforma en un suplicio para los hinchas.
A tres fechas del final, el margen de tranquilidad proviene únicamente de la tabla de promedios: Colón aún mantiene ventaja sobre sus perseguidores, con ocho puntos sobre Talleres de Remedios de Escalada y nueve sobre CADU, lo que le permitiría asegurar la permanencia incluso sin sumar más unidades.
El balance deja un sabor amargo: un club que hace cuatro años se consagraba campeón del fútbol argentino atraviesa hoy un presente marcado por la ineficacia, los resultados decepcionantes y un juego sin alma. Con Ezequiel Medrán al mando, que perdió tres de sus cuatro partidos, la incertidumbre crece y la temporada termina con un dejo de frustración y reflexión para la dirigencia y los jugadores.
Colón cierra un año en el que el único mérito real puede ser la salvación matemática, mientras el gol sigue siendo un visitante esquivo y la ilusión de competir por algo más queda muy lejos.