En el repaso de todo lo que salió mal en la floja campaña de Colón en la Primera Nacional, hay un punto que se repite como un eco molesto en cada análisis post partido: la vulnerabilidad en el juego aéreo.
Ni el pizzarón ni las charlas técnicas ni los relevos tácticos lograron ponerle freno a esta debilidad que se volvió estructural. Cada centro al área parece una amenaza y más de una vez termina en gol rival. Ya son nueve los tantos sufridos por esa vía, una cifra que duele y explica mucho del presente sabalero.
Lo más preocupante es que el problema atraviesa procesos. Cambiaron entrenadores, mutaron esquemas, rotaron nombres en la defensa, pero la fragilidad aérea siguió intacta. El mal no encontró remedio y, partido tras partido, se transforma en un riesgo permanente.
En una categoría como la Primera Nacional, donde los detalles marcan la diferencia, no poder controlar el juego por arriba es casi una sentencia. Y Colón lo paga caro. Cada pelota parada en contra se transforma en sufrimiento; cada balón llovido, en una oportunidad perdida de mantener el arco en cero.
Los goles que Colón recibió de cabeza: Facundo Sánchez, en contra, para Chaco For Ever (fecha 4); Brian Blando para Agropecuario (fecha 9); Federico Andueza para Chacarita (fecha 11); Fernando Brandan para Temperley (fecha 18); Ignacio Rodríguez para Nueva Chicago (fecha 19); Ricardo Acosta para Chaco For Ever (fecha 23); Imanol González para Gimnasia de Mendoza (fecha 24); Sebastián Cocimano para San Telmo (fecha 27); y Lucas González para Estudiantes de Río Cuarto (fecha 30).