En Santa Fe ya nadie se sorprende. El desarrollo del partido ante Estudiantes de Río Cuarto fue el mismo que se viene viendo en cada caída de Colón: el rival golpea primero y todo lo demás se vuelve cuesta arriba. No importa el contexto, el estadio o el rival. Cuando al Sabalero le hacen un gol, la historia ya está escrita.
El elenco de Iván Delfino no necesitó demasiado para llevarse los tres puntos del Brigadier López. Hizo el gol, manejó los tiempos y aguantó. Porque Colón, cuando queda en desventaja, entra en un estado del que no puede salir: se frustra, se desordena y pierde el rumbo. Lo demuestran los datos: en toda la temporada, no ganó nunca un partido que empezó perdiendo.
La única vez que logró sumar en esas condiciones fue en Mendoza, cuando empató 1 a 1 con Gimnasia. Después, cada desventaja inicial terminó en derrota. Es un patrón que se repite y que evidencia una de las grandes falencias de este equipo: la falta de reacción.
Más allá de los esquemas o los nombres propios, lo que no aparece es la actitud para dar vuelta las cosas. Ni desde lo futbolístico ni desde lo emocional. El plantel no logra cambiar el curso de los partidos y muchas veces ni siquiera transmite rebeldía. Un síntoma grave, más aún en un equipo que lucha por evitar el descenso.
La campaña de Colón es muy pobre, con 18 derrotas en 30 fechas. Pero podría ser peor: si estuviera en el Grupo A, su puntaje lo colocaría en zona roja. Es el contexto del Grupo B el que lo mantiene con vida. Aunque eso no debería ser consuelo.
Con siete partidos sin ganar, la visita a Talleres (RE) aparece como otro examen, pero la preocupación es más profunda: Colón no puede levantarse cuando cae. Y en el fútbol, eso es casi una sentencia.