¿Cómo reaccionaría tu cuerpo si apagaras el celular durante tres días? La psicóloga y escritora Clara Oyuela se hizo esa pregunta en 2018 y decidió ponerla a prueba con su propio cuerpo. “Durante 30 días apagué el celular y lo guardé en un cajón. Me comuniqué por mail y con un teléfono viejo, tipo Nokia. Al mismo tiempo, escribí una crónica diaria sobre cómo me afectaba esa desconexión”, contó en diálogo con LT10.
La idea surgió durante la crianza de su segunda hija, que por entonces era bebé. La falta de sueño y la sobrecarga tecnológica hicieron que el malestar se convirtiera en un disparador. “El uso que yo le estaba dando a la tecnología no me ayudaba para nada a recuperar esa calma cotidiana que se necesitaba para poder criar, trabajar y vivir”, explicó.
Lo que comenzó como una experiencia personal se convirtió en un proyecto colectivo. Oyuela replicó el experimento con adolescentes de 16 años, adultos y voluntarios de distintos puntos del país, proponiendo una pausa de tres días sin redes sociales ni smartphones. Según relató, más de 100 personas participaron hasta el momento.
Los resultados fueron tan intensos como reveladores. “Aparecen signos que tienen que ver con una hiperdependencia al celular. Algunos adolescentes decían: ‘me tiembla la pierna’, ‘me sudan las manos’, ‘me quiero comer las uñas’. Se generaba una sensación de ansiedad muy grande, sobre todo al caer la tarde”, relató.
Pero también se observaron efectos positivos. “Se recupera el descanso nocturno, hay más conexión en los vínculos reales, mayor concentración en las tareas cotidianas y una sensación de vitalidad. No es blanco o negro: hay matices. La desconexión interpela, pero también alivia”, explicó Oyuela.
Uno de los puntos más complejos del experimento fue la reacción emocional ante la falta del celular. “Muchos adultos escribieron que, aunque apagaron el celular, lo llevaban igual a todos lados. Sentían que no tenerlo a mano les provocaba angustia”, dijo. Y comparó el dispositivo con un objeto transicional: “Hoy pareciera ocupar el mismo lugar que un peluche o un chupete para un bebé”.
Desde su rol como docente y madre, Oyuela advierte que el foco más urgente está en la niñez y la adolescencia. “Creo que los adultos estamos un poco al horno. Pero con los chicos aún podemos prevenir. Necesitamos debatir cuál es la edad adecuada para que una persona acceda a un celular inteligente o a redes sociales”, sostuvo.
La psicóloga destacó que países como Australia ya avanzaron en esa dirección. “El primer ministro lanzó una ley pionera: a partir de diciembre de 2024, el acceso a redes será desde los 16 años. Lo hicieron tras comprobar que 4 de cada 10 niños sufrieron daños por contenido inapropiado en plataformas como YouTube”, detalló.
Para Clara, el camino no es demonizar la tecnología, sino usarla con conciencia. “El celular es una herramienta valiosa, pero el problema es el exceso. Lo que está siendo nocivo es la hiperconexión, sobre todo con las redes sociales”, reflexionó.
Finalmente, reconoció que, pese a sus investigaciones y conocimientos, también batalla con su propio consumo digital. “Yo lo odio, lo odio porque soy adicta. Incluso trabajando con un neurólogo y habiéndolo investigado desde cero, es una lucha constante. Pero me parece interesante hablar del tema desde mi propia vulnerabilidad”, cerró.