La temporada 2025 será, sin dudas, una de las más oscuras en la historia reciente de Colón. En medio de una campaña plagada de frustraciones, el club cerró la llegada de Ezequiel Medrán. El cuarto entrenador del año, en un intento desesperado por encontrar algo de estabilidad en una estructura que hace tiempo parece haber perdido el rumbo.
Todo comenzó con Ariel Pereyra, quien no logró dar respuesta en los primeros partidos del torneo de la Primera Nacional. Luego llegó Andrés Yllana, con un breve ciclo que tampoco alcanzó para torcer el rumbo. Su salida dio paso a Martín Minella, un interinato prolongado que se convirtió en oficial, pero que acabó devorado por los malos resultados. Ahora, el que asume el desafío es Medrán, con la única misión de sostener al equipo en la categoría.
La realidad es dura: por más que los números aún dan —matemáticamente— para soñar con un lugar en el Reducido, en el mundo sabalero todos entienden que el año está perdido. Los reiterados errores en la toma de decisiones derivaron en un presente preocupante, con el equipo hundido en los últimos puestos y sin identidad.
Más allá de los cambios en el banco, lo que persiste es un cúmulo de desaciertos. Ahora, con Medrán al mando, Colón intentará —al menos— evitar un nuevo golpe deportivo. El desafío es inmenso, no solo por lo futbolístico, sino también por el deterioro anímico de un plantel golpeado y una hinchada que, entre la bronca y el desencanto, ya no encuentra consuelo. Con mucho más que perder que por ganar.
El Sabalero transita un año para el olvido. Y lo peor es que, salvo una reacción inesperada, el final ya parece escrito.