"A mí el juego mucho no me interesa. Me interesa el resultado". Si la frase la pronunciara algún hincha de los que abundan en la Argentina, de los que festejan un triunfo sin importarle en absoluto las formas utilizadas para conseguirlo, vaya y pase. Cada uno es dueño de vivir su pasión por el fútbol (o por el resultado) como le plazca. Ahora, que esa misma frase salga de la boca de un gran entrenador y referente para colegas suyos y fanáticos de este deporte como es Diego Simeone, genera polémica y cierto cosquilleo. No se trata, a partir de esta nueva declaración del Cholo, de resucitar una falsa y vieja antinomia como la que se instaló en el fútbol argentino entre "ganar o jugar bien". Como si ambas no pudieran complementarse y fuera una cuestión disyuntiva en la que hay que elegir entre una de las dos opciones. La discusión filosófica no existe a partir del momento en el que todo individuo ligado al fútbol busca ganar como fin propio del deporte. ¿O acaso alguien conoce a algún entrenador que sólo desea jugar bien sin importarle el resultado? La diferencia está justamente en los medios para lograrlo.
No es la primera vez que Simeone lanza este tipo de mensajes, que suenan desacertados, generan confusión y alimentan un debate sin sentido. ¿Cómo no le va a interesar el juego? ¿Justo a un obsesivo y detallista como el Cholo? Si no le importara, ¿por qué el domingo su equipo presionó alto la salida del fondo del Barcelona? Si no le interesa, ¿por qué intentó asociar a Carrasco, Koke y Filipe Luis por la izquierda para dañar la zona en principio más débil del conjunto culé? Si reniega del juego, ¿por qué en esta temporada realizó cambios tácticos, como archivar el doble cinco defensivo, con el fin de ser más protagonista de los partidos? El primer interesado en el juego, para intentar alcanzar el éxito, es justamente Simeone. Ese Cholo que busca progresar como entrenador, que no se duerme en los laureles y siempre va por más con el compromiso innegociable como bandera, que ahora asume mayores riesgos que en sus primeros años en ese Atleti que él mismo revolucionó, es el que debería ser tomado como ejemplo. No el otro, el que opina en un micrófono disfrazado de un personaje resultadista que pretende hacernos creer que ganar no es lo más importante sino lo único importante.