Mientras una lluvia persistente le pone grises a la tarde porteña, en una de las mesas de El Progreso, bar notable de Barracas, Elena Roger esboza un resumen de su último año. El primero que pasó entero en el país, luego de su experiencia británica -con Evita, Piaf y Passion de por medio-, y el último antes de viajar rumbo a Broadway, para meterse nuevamente en la piel de la abanderada de los humildes, desde abril.
Antes de la partida, aún le pondrá el cuerpo a una gira nacional que el sábado la tendrá en el Auditorio Belgrano, y al rodaje de su tercera película en el año, después de haber participado de la filmación de Un amor, (Paula Hernández), que se estrena el 10 de noviembre y La vida anterior (Ariel Broitman). En el camino quedó una obra de teatro que, "afortunadamente, se cayó".
Suena raro que un actor diga eso.
Es que, si bien fue duro, me reprogramé y pude hacer un montón de cosas que no hubiera podido, de haber estado comprometida con una temporada de teatro. Entre ellas, la gira. Y siempre prefiero tomar lo positivo de la vida.
¿En qué consisten los recitales de la gira?
Son una combinación de canciones de mis dos discos -Vientos del Sur (2009) y Recorriendo el rock nacional (2007), más temas de los musicales que hice y algún material nuevo que fuimos incorporando.
Cuando presentaste Vientos del Sur, cada tema que hacías tenía una puesta escénica muy cercana a lo teatral. ¿Eso se mantiene?
No. Abandonamos un poco esa idea, porque hubiera necesitado mucho más tiempo para prepararlo. Y me parecía que para mover el show con mayor facilidad, necesitaba despojarme de eso. Aquí no hay más escenografía que un buen set de luces, y si bien las canciones son interpretadas, el espectáculo tiene la impronta de un recital, con la banda en escena, comandada por dos directores musicales.
¿Por qué dos?
Porque por un lado está Gaby Goldman, que fue quien hizo todo lo de Mina, che cosa sei?, y dirige las canciones de los musicales. Y por el otro, está Javier López del Carril, que se encarga de la parte de los discos.
Mientras habla, Roger enfoca sus ojos celestes hacia la calle, donde la llovizna no muestra intenciones de parar. "Parece Londres", dice.
¿Extrañás?
No. Me encantó trabajar allá, donde estuve hasta el año pasado, con Passion. Pero ya está. Para mí, trabajar en Londres era muy importante, pero haber ganado el premio (obtuvo el Laurence Olivier, por su protagónico en Piaf, en 2009) fue como la frutilla del postre. Había terminado una etapa. Porque mi idea no es hacer una carrera, ni quedarme a vivir ahí toda mi vida.
En algún momento, cuando estuviste no minada para el premio Laurence Olivier por tu rol en Evita, y no lo ganaste, dijiste que era mejor, porque a quienes lo ganaban no los volvían a llamar para trabajar. Sin embargo, después de haberlo ganado, con Piaf, te volvieron a convocar. ¿Rompiste el maleficio?
No. En realidad, lo que dije fue que era mejor no haberlo ganado, porque si eso sucedía, quizá no habría promovido más mi carrera, allá. Haber estado tan cerca de obtenerlo y no conseguirlo, hizo que me esmerara más. Es como la zanahoria. Y después, con Piaf, que en lo que hace a la cuestión actoral era superior a Evita, el desafío era mayor.
¿”Piaf” fue superior a “Evita”?
Sí. Desde el punto de vista de las exigencias que planteaba la actuación, con otro idioma, sí. No como producción. Pero lo que a mí me importa es mi desarrollo como artista. Entonces, fue redondo, trabajé un par de años, crecí, gané el premio y ahora puedo estar más acá.
Y podés darte el gusto de llamar a conferencia de prensa para anunciar tres funciones de "Mina, che cosa sei?".
El gusto fue, en realidad, permitir que un montón de gente que no había visto la obra, pudiera hacerlo, aprovechando que me habían conocido con Piaf. No se trataba de demostrar nada, ni de lograr buenas críticas. Fue una fiesta con amigos.
¿Molesta que el reconocimiento haya llegado después de haber trabajado en el exterior?
No. Hay mucha gente que me dice que me vieron los extranjeros, y acá no. Pero yo acá también trabajaba. Es obvio que la gente valora más el éxito logrado afuera. Aún así, la cosa recién explotó cuando hice Piaf en Buenos Aires.
¿Cuán difícil resulta elegir un título para hacer, después de haber pasado por un mecanismo de relojería teatral tan perfecto como el de "Piaf"?
Es difícil. Pero uno tiene que aceptar que no siempre se combinan las cosas de la misma manera. En definitiva, uno tiene que hacer arte sin pensar en si lo que hace será exitoso o no. Y en cuanto a la calidad, a veces, también, uno busca la perfección, y pasa que al final no conseguís lo que suponías que ibas a conseguir. De hecho, en España, con Piaf, no nos fue bien. Y éramos los mismos que aquí habíamos logrado un éxito fantástico. Algunos le echaban la culpa a la crisis, al Mundial de fútbol y hasta al rechazo que sienten los españoles por todo lo francés. Muchas teorías. Pero eso es lo divertido del teatro: que no hay fórmula. Y estuvo bueno vivir las dos caras de la moneda.
Ser Evita, seis años después
En ese contexto, ¿cómo vivís la convocatoria para volver a hacer "Evita"?
Tengo muchas sensaciones. Por un lado, estoy más madura como actriz, como persona, mi voz está bien asentada. Por otro lado, pasó un tiempo, ya tengo 37, y mi cuerpo está un poco más achacado (risas). Aunque eso no importa, se va a superar. Pero me pregunto si no podía haber sido antes. Lo veo como algo tardío. Tendría que haberlo hecho a los dos o tres años, como mucho, de la temporada que hice en Londres.
¿Eso te hizo dudar en aceptar?
Sí. Lo pensé mucho. Es cierto que se trata de Broadway: otra plaza, otro país, otra ciudad, otra manera de ver el teatro; de ser estrella en un lugar en el que se te terminan de abrir las puertas del mundo.
Comparando, Londres vendría a ser un mercado artesanal y Broadway, un Shopping.
Algo así. Por eso, hay un punto en el que no me llama mucho la atención hacer algo en Broadway. Al mismo tiempo, es difícil decir que no a una oportunidad así.
¿La presencia de Ricky Martin en el elenco condicionó tu decisión?
No. Yo ya había dicho que sí antes de que lo convocaran. En todo caso, hace más enriquecedora la propuesta. Cuando me lo plantearon, dije que me parecía buenísimo. Después, me empecé a preguntar cómo sería trabajar con alguien como él. Y, cuando lo conocí, me di cuenta de que podemos trabajar bien. No vi ni un solo rasgo de divismo. Al margen de eso, yo voy allá para tener una experiencia, pasarla bien, reencontrarme con mis directores, con mi coreógrafo.
¿Después de estos seis años, sentís que vayas a cambiar algo en tu manera de abordar el personaje?
No lo sé. Es como que podría ir un poco más a fondo. Pero habrá que ver qué pasa cuando empiece a refrescar toda la data que ya tenía. Eso es lo que más me interesa de ir a Broadway. Qué va a pasar en mi ser al ponerme de nuevo esa pilcha, seis años después. Por ahora, no lo sé.
Contigo en la distancia
No me gusta para nada irme trece meses, pero parece que no hay opción de hacer menos.
Cuando te fuiste a hacer la obra a Londres, viajaste con tu pareja.
Sí. Pero terminamos peleándonos.
¿Y ahora?
Ahora Mariano va a ir y venir. Es un garrón, cuando estás pasando un momento feliz, tener que irte. Pero tenemos asumido que nuestra profesión es así, y que no tenemos que dejar de hacer absolutamente nada que sea enriquecedor para nuestras vidas y nuestra profesión, porque tengamos una pareja.
Suena redondito.
¿Te gustó? ¿Lo vas a poner? (risas) De verdad, siento que la pareja puede ir y venir. Puede pasar que decida no hacer la obra, y que nos separemos a los tres meses. Tenemos que aceptar que nuestra vida es así. No es lo más divertido, pero no voy a dejar de hacer algo porque me tengo que quedar acá. Por ahí esto sea lo último que haga de esta manera, yéndome un año al extranjero. Pero en este momento, es un paso grande, así que hagámoslo.
¿Sentís que el paso del tiempo juega ahora un papel más importante a la hora de tomar estas decisiones?
Seguro. Antes le dedicaba mucho tiempo, y me preocupaba mucho por mi profesión. Y tuve parejas con las cuales lo sufría. Y hoy, que encontré un tipo que no me hace problemas por nada, liberémonos y hagamos lo que tenemos que hacer. De todos modos, ya no es lo más importante llegar a algo en mi carrera. Siento que tengo un lugar, que lo puedo cuidar, que puedo seguir creciendo como artista, y si al cabo de unos años no me conoce tanta gente, seguir haciendo cosas interesantes, enfrentar otros desafíos. Me siento plena, en mi carrera.
Escalera al…
¿Cuáles son esos desafíos de los que hablás?
Son unos cuantos. Hacer más cine, más teatro. Escribir, estudiar más música y tocar algún instrumento. Dirigir. Las posibilidades en el arte son infinitas. Siempre hay escalones para arriba.
¿Hay alguno en especial que te gustaría enfrentar primero?
El primero, sería escribir canciones.
¿Lo intentás?
No (risas).
¿Por qué?
Porque no tengo tiempo. Y tampoco tengo la cabeza a disposición. Me gustaría hacerlo, pero hay que ver si me sale al menos media canción. Es tan lindo cómo escribe alguna gente. ¿Cómo puede ser que con tantas cosas que siento, no pueda plasmarlas en un papel? Alguna vez, Jorge Drexler me dijo que alguien le había dicho que no le gustaba como él escribía. Y que se puso a leer mucha poesía, y comenzó a escribir mejor. Fue un dato interesante, porque es cierto que la lectura te va dando mayor fluidez para expresar tus sentimientos.
Después viene el proceso de quitarte las influencias para que no te condicionen.
Puede ser, pero es como en la música. No vas a dejar de escuchar música para no copiar a nadie.
¿Vos escuchás?
Bueno, no mucho (risas). Escuché mucho de chica. Ahora, trabajando con la música todo el tiempo, a veces necesito desconectarme. Pero escuché mucho e imité mucho también. A Mina, cuando la interpretaba, a Piaf, a Barbra Streisand, cuando era más chica. Después, llega un momento en el que tenés todo ese material incorporado, pero cantás como tu propio estilo. Y para eso, si tenés mucha música escuchada, mejor. Y me parece que lo de la lectura es interesante.
¿Te vas a poner a leer?
No (risas).
Es poco serio…
Bueno, yo no dije que iba a escribir una canción en un mes. A lo mejor lo hago a los 60. Son demasiadas cosas las que uno tiene para hacer.
La militancia ecologista
“Este año estuvimos haciendo una campaña con una chica, Alejandra Gougy, que tiene una tienda que se llama Cosecha Vintage (www.cosechavintage.com.ar). Es una diseñadora que junta retazos de medias de nylon y hace ropa con ese material. Y se le ocurrió pedirle a la gente que le lleve sus medias rotas, para con eso tejer mantas y donarlas. Es una manera de, a través de la moda, concientizar a la gente de que cuando alguien tira unas medias de nylon, tardan 200 años en degradarse”, dice Roger.
Un compañero de trabajo dice que el último paso de un artista para ser considerado una estrella es adherir a alguna causa ecologista o armar una fundación.
(Risas) Pero yo siempre me preocupé por el tema. No uso botellas de plástico, cuido el agua en casa, reciclo…
La pregunta es si no termina tomando conciencia quien tiene tiempo para hacerlo.
Puede ser. También es cierto que la ciudad y el país no te dan facilidades para hacerlo. Entonces, qué le voy a criticar a una mujer que trabaja todo el día y que cuando va al súper se lleva todo en las bolsitas de plástico. Pero es algo que también tiene que ver con la educación. Porque hace unos años, la gente iba a hacer las compras con su changuito. Por lo pronto, yo tengo mi bolsa, que uso cuando voy de compras. No pretendo que todo el mundo lo haga, pero que yo no lo haga, quizá sirva para que otro deje de hacerlo. Si lo hubiera intentado cuando hacía Mina, en 2003, nadie me habría dado pelota. Ahora, en cambio, puede que sí. Por eso también acepté la propuesta de la campaña. A veces parece absurdo pensar en cuestiones tan chiquitas. Pero es así como se propagan las cosas. Es un granito de arena.
Martes 18 de Octubre de 2011 - 13:31 hs
Roger: "No me llama la atención hacer algo en Broadway"
Fuente: Clarín