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Viernes 03 de Julio de 2015 - 11:10 hs

El grupo "Octafonic" desembarca en Luz y Fuerza

eEde “Monster”, el disco debut ganador de dos Premios Gardel.

Actualizado: Martes 15 de Marzo de 2016 - 08:57 hs

 La banda de la que todos hablan llega a Santa Fe: Octafonic actuará en la sala de Luz y Fuerza (Junín 2957) este viernes desde las 21.30. Allí presentará su primer disco, “Monster”, con el que se alzó con dos Premios Gardel 2015 (Mejor Álbum Rock-Pop Alternativo y Mejor Álbum Nuevo Artista de Rock).

El proyecto de fusión está liderado por el compositor Nicolás Sorín (sí, el mismo que musicalizó los filmes de Carlos Sorín, tuvo un hijo con Lula Bertoldi e hizo los arreglos de “Huellas digitales” de Eruca Sativa) y se completa con Ezequiel “Chino” Piazza (batería), Cirilo Fernández (bajo), Hernán Rúpolo (guitarra eléctrica), Esteban Sehinkman (wurlitzer), Francisco Huici (saxo barítono), Leo Paganini (saxo tenor), Juan Manuel Alfaro (saxo alto) y Mariano “Tano” Bonadio (drumpad).

Escrituras

En la previa del show, El Litoral dialogó con Sorín sobre este particular fenómeno.
—Tus últimas movidas habían sido el Nicolás Sorín Octeto, Pájaro de Fuego, que (con todas las fusiones del caso) eran proyectos más jazzísticos. ¿Cómo fue arrancar con un proyecto con una impronta mucho más rockera?

—En realidad, fue de alguna manera accidental, y se fue dando sólo eso. Octafonic empezó como una especie de banda suplente del Sorín Octeto: tocábamos los mismos temas. Los chicos de Escalandrum que integraban el Sorín Octeto empezaron a viajar un montón, y dije: me hago un octeto que vaya cambiando cuando uno se estanque, que tenga opciones para poder tocar en vivo.

Los personajes que encontré para Octafonic empezaron a llevarlo para otro lado. Comenzamos a grabar el disco y nos dimos cuenta de que había que reinventarlo, que la música empezaba a pedir poner un poquito más de distorsión.

—Venís de una estructura de composición más clásica, de escribir para películas. ¿Cómo fue escribir para esto que se iba dando en tiempo real?

—La composición funciona de la misma manera... es como un ser humano: una persona grande tiene la misma cantidad de articulaciones, extremidades y huesos que un niño. La orquestación (obviamente adaptándote a las formaciones) es el mismo proceso. El de Octafonic es un planteo muy similar a lo que sería escribir para una orquesta. Cuando compongo, generalmente lo bajo a partitura. Es algo un poquito más pensado, más mental, uno empieza a ver las capas y tiene formas de modificarlo e ir armándolo.

Luego entra lo que sería el diseño de audio, el diseño sonoro. Fuimos escuchando el disco y advertimos que nos pedía quizás otra cosa. Cuando uno compone para una orquesta sabe que un oboe suena generalmente así, no hay mucha diferencia (depende un poco de la sala y el instrumentista). Pero en un disco uno tiene todas las herramientas a disposición: efectos, tipos de guitarra, tipos de amplificador.

—Siempre fue un tema dentro de la música nacional el hecho de cantar en inglés. ¿Cómo fue decir “sí, las canciones son en inglés y nos la aguantamos”?

—Hay proyectos donde he cantado en castellano y otros donde canto en inglés. Siempre está relacionado a la música que estoy tocando. Supongo que Octafonic cantado en castellano no sería lo mismo, a mí no me gustaría: la voz cumple una función musical mucho más que literal. Ayuda en lo gestual, en lo onomatopéyico, en lo rítmico. El castellano es como más lánguido, y no me sentiría cómodo cantándolo en castellano.

Crecimiento

—En poco tiempo, se volvieron una banda de culto, la fama los precede a los lugares a donde van (algo que no le pasa a casi nadie).

—Una noche buena en el jazz son 150 personas y estás feliz de la vida. Fue muy meteórico, no lo habíamos pensado, no lo hicimos tampoco para eso: fue para hacer música, que es lo que nos gusta hacer. Todo lo que ocurrió después a nivel críticas, y la gente que nos viene a ver (que a la vez también es muy variada en su demografía) nos sorprende para bien y nos pone un poquito de presión para pensar en lo que viene, organizarnos un poco como grupo y tratar de ocuparnos no sólo de la parte musical sino tomarlo como una pequeña empresa musical.

—Por ahí, el último Cosquín Rock fue una vidriera, los pudo ver gente de todo el país y llevar el comentario.

—Sí, al principio cuando uno está armando la banda siempre está bien estar en las vidrieras: tanto el Cosquín como el (Ciudad) Emergente son formas de llegar a un público mayor, que si no estuviesen... no sé, tocando en lugares de jazz sería mucho más largo y difícil el camino, porque hay gente que no está en ese palo. Así que está buenísimo.

Rockero

—Si bien Hernán Rúpolo había grabado en el disco, ¿qué aporta como miembro estable?
—La función que tiene es cada vez mayor, no sólo en lo musical. Él es el rockero con experiencia de rockero en la banda: aporta desde ese lado, sabe cómo funciona una banda de rock. Y creo que a la vez es motivado por la contracara de nosotros, quizás (no quiero sonar snob) más académica, más de una búsqueda musical que es lo que tiene el jazz, que es la inquietud.

Así que es un complemento perfecto: además de ser un gran músico y una gran persona fue un hallazgo, porque el guitarrista es muy importante para encontrar el sonido de una banda, sobre todo en ésta.

Imágenes

—Tienen dos videoclips, “Monster” y “Plastic”, que son muy distintos, sobre todo el segundo con su estética particular.

—El de “Plastic” fue una idea que se me ocurrió: quería hacer algo muy gestual, algo bastante sarcástico, como es un poco el tema; y hacer algo con las caras, con las bocas. Cuando vi el video de “El Pollito Pío”, donde actúa Luciano Rosso, me volví loco, dije: ésta es la persona. Y al otro día me lo encuentro en Scalabrini Ortiz y Corrientes. Me acerco y le digo: ¿vos sos El Pollito Pío?, “Sí”. Me dije: esto no puede ser casualidad, así que ahí lo contacté y la verdad es que resultó tremendo: es una persona a la que llamaría para todos los videoclips porque es muy profesional y tiene un talento inmenso; es una usina de recursos para la actuación.
El de “Monster” fue el primero. Tengo un amigo, Felipe González, que lo dirigió: era bajista de Panza, estaba en el rock de culto. Y a la vez hace videos, es un fanático del cine negro, y le surgió la idea: una especie de sátira a Tarantino. Los dos fueron videos hechos a pulmón, el primero más pretencioso que el segundo, pero hechos con dos pesos.

Movimiento

—¿Te esperabas los Premios Gardel?

—La verdad es que no. Sabíamos que le habíamos puesto todo al disco, sabíamos que el material para ser el primer disco de una banda está muy bien y le pusimos mucho esfuerzo, pero por ahí por ser un grupo que canta en inglés es más difícil y siendo una banda tan joven nos sorprendió para bien.

—Ahora, Octafonic es un proyecto consolidado. ¿Qué se viene para el futuro?

—Como somos muy “manijas”... en el ambiente del jazz uno quiere hacer temas nuevos todo el tiempo, no importa si se defiende el disco o no. Ya estamos pensando obviamente en el segundo disco, lo cual lo hace más difícil en una parte y más fácil en otra, porque también uno sabe para quién está escribiendo: ya nos conocemos, sabemos qué funciona y qué no. De todas maneras, vamos a estar defendiendo nuestro primogénito, y supongo que para fin de año nos vamos a acercar al estudio para nuestro segundo disco.

Fuente: El Litoral