La postal del afuera es la misma que se viene observando en los últimos años. La de cada comienzo de una nueva ilusión. Cualquier neófito de las cuestiones de la pelota, apostaría que la gente acompaña a un equipo que le devuelve títulos de manera periódica. Ese adjetivo calificativo llamado "Unión" responde al estímulo de sus hinchas sin importar el mañana. Sin depender de ascensos, descensos, triunfos y derrotas. Ellos van y están siempre. Piden poco y nada a cambio. Se abrazan al principio y se emocionan al final. Cualquiera sea el resultado viven un éxtasis permanente por lo que le genera esa camiseta. Elevan con entusiasmo y pasión ese enorme telón que los hace partícipes activos de una nueva fiesta… Cantan, empujan, sueñan, sostienen a los de adentro jugando su partido afuera. Fenómeno incomparable el del pueblo Tatengue que merece este goce por haber bancado estoico los golpes. A mayor decepción, mayor es la fidelidad en la “Avenida”. Las fatalidades que pueden venir, encontrarán el pecho siempre erguido para aguantar las tormentas. Hay una historia de gloria y desencantos sin abandono, porque la pasión por estos colores es extraordinariamente sincera y, sobre todo, contagiosamente entusiasta.
La pertenencia se construye desde el estado de ánimo en los Tatengues y el compromiso de su gente inocula hasta al más apático de sus representantes de pantalones cortos. Por eso, desde hace un año se advierte un equipo al que le sobra apetito de reivindicación, usina indispensable para construir un futuro mejor. Entre los puntos salientes del Unión de Madelón, hay uno muy interesante que nada tiene que ver con la táctica ni el funcionamiento: la determinación. Se nota un conjunto predispuesto, mucho más generoso en los desplazamientos y constante en la movilidad. El equipo luce a partir de un despliegue encomiable y una agresividad posicional determinante para achicar las transiciones.
Este Unión tiene un modelo de juego definido en el que hará base independientemente de los rivales y las coyunturas. Modelo no es sistema. El sistema puede variar eventualmente; el modelo es mucho más amplio e importante. Apela a los valores dependientes de la voluntad: entrega, generosidad... Y los pone al servicio del carácter y del deseo de ganar. La mezcla funcionó en el Nacional B y la propuesta emergió seria y valiente. Esa es la fórmula “LCM” para este renovado certamen de Primera.
El Tate es un equipo organizado para presionar y dispuesto a no negociar el control de los partidos. Ese es un detalle saliente: aún en los momentos más críticos, Unión siempre sostuvo la idea de imponer las condiciones de juego. En ocasiones, los rivales lo sometieron a un estrés del que le costaba salir, pero jamás entregó intencionadamente el protagonismo. Ahí está centrada una de las grande dudas de cara al futuro inmediato. La falta de experiencia en la mayoría de sus futbolistas es un punto en contra. La virtud, es que Leo persiste en una manera de jugar y no lo hace por capricho o tozudez. No es que Madelón piense en "morir con las botas puestas", más bien cree que solo si no se quita las botas podrá vivir más y mejor. Así funciona la convicción cuando se la puede sostener con ideas y fundamentos aún en un plantel sin estelaridades. Lo importante de este grupo será la unión y la personalidad.
No se juzgan hoy las posibles chances, ni la potencialidad, ni los indicios: se juzgan los hechos. Y los hechos son los suficientemente claros como para acunar cierta credibilidad: el sólido ascenso, la interesante pretemporada, la misma base del plantel que llegó a Primera, un par de refuerzos, y fundamentalmente, las mismas convicciones de siempre. En tiempos de tanta inestabilidad, este Unión austero tiene el crédito abierto sin ningún tipo de interés… habrá que ver hasta cuando dura su “paraíso futbolero”.
Hoy - Por Gustavo Mazzi
Lunes 09 de Febrero de 2015 - 03:23 hs