Colón venció a Lanús y lo eliminó de la Copa Argentina. Fue un partido donde los jugadores del Granate dieron la cara, pero los del barrio Centenario dejaron la piel. Ese pudo ser el resumen de un partido en el que se vio a un grupo con hambre y a otro lleno. No hubo tiki tiki, ni show de goles, ni malabares más allá de los que ensayaron en el entretiempo los Foot Boys, pero aun así los hinchas santafesinos se fueron de la cancha de Arsenal esperanzados, llenos de espíritu, como si hubieran presenciado un espectáculo memorable y como si no pudieran abstraerse del optimismo que hoy domina todo.
El rojinegro es un equipo valiente, esforzado. Es un conjunto corajudo. No pasa por el universo futbolero rodeado de indiferencia: juega con un sacrificio mayúsculo, conmueve desde la entrega, la voluntad y, sobre todo, las ganas. El elenco santafesino es eso: música destinada a la esperanza. Lejos está, es cierto, de ser una sinfonía fina, pero no desentona. El equipo está siempre por sobre el lucimiento individual y hace un culto de la idea general de su conductor: orden, progreso y eficacia. Ganar cuando se debe, empatar cuando se puede y hacer cuentas cuando se lo permiten las circunstancias para espiar de vez en cuando en qué andan los demás. Los Sabaleros parecen dispuestos a cambiar el curso de las tristezas de los últimos tiempos. Tanto entusiasmo crece en proporción a los triunfos y no se atenúa por los peros que nacen a la hora de evaluar el juego colectivo, y si con esta oferta futbolística alcanzará para lograr el objetivo en el Nacional B. Uno entiende que el entrenador sabe que no es lo mismo jugar un torneo en primera con la soga al cuello, que hacerlo en la “B” con la necesidad del retorno urgente. Acaso tampoco es lo mismo enfrentar a Lanús en Buenos Aires, que hacerlo frente a Douglas Haig o Guaraní Antonio Franco en el mismísimo “Brigadier López”.
Ahora será el turno de River en el mismo torneo. Como un guiño cómplice del destino, mientras el Sabalero buscará desde este sábado emprender el camino de regreso, se seguirá codeando con los grandes del país para no perder la costumbre. Es solo cuestión de tiempo. De torcer el rumbo de una historia que amagaba con desdibujar la huella de un club que descendió pero no perdió categoría. Los ojos no mienten: ese festejo tribunero luego del pitazo final deja una enseñanza. Los oídos no engañan: esa celebración de todos expresa nítida una sentencia irrebatible. El olfato está intacto: Colón huele siempre a primera. En cualquier momento. En cualquier lugar. Se palpa (tacto) en el ambiente que hay compromiso, solidaridad y una gran sed de revancha. Y el gusto será de todo un pueblo que vive alerta, con los cinco sentidos puestos detrás de un solo objetivo: ASCENDER.
Colón no brilla, no deslumbra a sus seguidores. Pero hay algo mucho más valioso: conmueve con su entrega irrenunciable. Eso lo valora su hinchada que se manifiesta tan generosa detrás del alambrado, como quienes hoy los representan con los colores de su gran pasión. Y como si cantar fuera para ellos lo mismo que soñar, se fueron de Sarandí con un claro mensaje para todos: “Ponga huevo Sabalero/ ponga huevo y corazón/ que esta hinchada/ se merece/ se merece ser campeón”. El operativo retorno está en marcha…
Hoy - Columna de opinión
Lunes 28 de Julio de 2014 - 00:15 hs