Una tarde “de cristal que se hizo añicos”. Todo era celeste y blanco antes de la pirueta del prodigioso arlequín teutón. Se llama a silencio gran parte del coliseo brasileño. Paralizados, agarrotados, tensos y expectantes, con los ojos desorbitados se alzan en puntas de pie los hinchas. En el mismo Maracaná y en cada uno de nuestros hogares. Romero espera la condena, el matador intuye su desconcierto y tiene tiempo para pararla de pecho y antes que baje, golpear seco el balón. Se escucha nítido, rotundo y terminante el impiadoso disparo. La bola blanca atraviesa la línea de sentencia y el pecho de cuarenta millones de argentinos. No queda tiempo. Solo falta que el árbitro italiano de por terminada esta historia. Sonriendo, el repentino goleador de la tarde de Río se hamaca dócil en los brazos de sus compañeros celebrando la hazaña. Ganó Alemania dice dolido el relator de la TV. Nuestra imagen se desfiguró. No lo soñé. Duele, pero no “sangra”. Daña, pero no lastima. Hay llanto, pero no angustia. Porque ya nadie puede borrar el pasado reciente, la memoria y la emoción. Hay algo de este equipo de valientes futbolistas que quedará por siempre en nuestros corazones, más allá de la cachetada impiadosa de Gotze en el segundo tiempo del alargue, muy cerca del final de un partido que parecía tener como destino los penales.
¿Decime si no te ha tocado llorar la pena inmensa que viene del Maracaná? Hay un legítimo campeón. Los méritos del partido lo podemos discutir largo y tendido. Trato de ser objetivo y no puedo. Me controlo, dejo el comentario para después. Vuelvo y recuerdo a Darío Sztajnszrajber, que decía sabiamente que “las utopías hablan de valores, de compañerismo, de esfuerzo”, aunque todo ello no cuente a la hora de perder la final que merecíamos ganar. “Las fantasías y los méritos que supimos conseguir no cuenta como resultado, aunque cuentan para otros aspectos de la vida”. Estoy convencido que las utopías definen nuestra identidad… pero claro, no define un partido, una Copa del Mundo. Por eso la línea entre el resultado y el buen juego es ambigua. Trato de conformarme, de consolarme. Sigo escribiendo sobre lo que acaba de suceder en Brasil. La radio me transmite la premiación a los vencedores. Ya no quiero ver. Apenas si tolero escuchar. Insisto… de haber habido un campeón por acumulación de méritos, debía ser Argentina! Tuvo las situaciones más claras. No alcanza. No sirve llorar sobre la leche derramada… pero el juez se equivocó feo en la infracción a Higuaín. No busco responsabilidades ni veo fantasmas. Entiendo simplemente que se equivocó. Como fallaron Messi, Higuaín y hasta Palacios en distintas definiciones. Curioso el detalle. Fuimos con goles de sobra y fallamos frente al arco contrario. Fuimos con una delantera excelsa y flaqueamos. Fuimos con un bloque defensivo “devaluado” y volvemos cotizados. Fuimos de la mano con Messi y volvimos aferrados a Mascherano. Son los avatares del fútbol. Es más, algún sector fue por sangre y volvió con vendas… porque así somos y así nos gusta.
Alemania recuperó la corona mundial. Es cierto. Pero Argentina se trajo el honor de volver a estar en una final y en tierras vecinas. De jugar con dignidad y solidaridad. Jamás podremos condenar al oprobio del olvido este subcampeonato. Porque si a la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia… la nuestra, la de estos muchachos que no se rindieron nunca y que nos regalaron tan buenos momentos. Nunca héroes para mi gusto… concepto delicado y dedicado a cuestiones muchos más viscerales y profundas que a un simple partido de fútbol. Pero volvió la auténtica pertenencia a endulzar los temas de la pelota en nuestro país. Luego claro, los resultados hacen su trabajo y una intención se transforma en un dogma. Y un pensamiento se hace filosofía. Podremos discutir acerca del nivel técnico del juego en el Mundial. Podemos coincidir en que los encuentros fueron trabados, que pocos jugaron bien y muchos menos lo hicieron durante una cantidad de tiempo sostenido. Faltó calidad y jerarquía. Fallaron las grandes individualidades y también las grandes potencias. Es legítimo pensar que algo más pudieron hacer y no reducir la cuestión solo al cansancio, los arbitrajes o la “mezquindad” de los combinados “chicos”.
Con mi selección seré indulgente, agradecido. Primero y como punto de partida, por la voluntad, el arrojo y la unión, que no es poca cosa en estos tiempos “agrietados”. También por el talento de algunos, aunque tal vez no se los vio en la proporción que uno esperaba. Estamos orgullosos de Mascherano. Se recibió de líder. Puso el pecho y dejó el corazón en cada jugada. El más determinante, el más influyente y el más inteligente. Tal vez más importante sin la pelota que con el balón en sus pies. Puso la cara por todos y jamás se escondió. Fue el “comandante en jefe” del plantel.
Loable lo de Romero. Se ganó el respeto por sus solventes actuaciones. Garay: advertía el problema e instruía soluciones. En un equipo que promueve una saludable solidaridad, es imprescindible un proveedor de seguridades como Garay. El ingreso de Demichelis ayudó a sostener la estructura desde el fondo. Fue siempre una rueda de auxilio en defensa. Para Zabaleta los aplausos llegaron siempre cerca del final del partido, cuando ya había acopiado suficientes aciertos. Un tipo sacrificado que no luce, pero deja la vida en cada jugada. En Rojo, lo profundo de su juego es la sencillez. Muy efectivo en las dos áreas. Biglia aplicó su rol de organizador tanto en la posesión como a la hora de la recuperación. Hubo equilibrio en sus facultades: defendió y atacó. Jugó y quitó. Volvió en el contraataque y respaldó siempre el ataque propio. Puede jugar bien, o no tanto, pero no dimite jamás. Di María sigue siendo un eslabón fundamental en la cadena de necesidades del equipo. Un elemento esencial para lanzar la contraofensiva. Hace muchas cosas y casi ni se nota, porque no es grandilocuente. Se lesionó en el mejor momento.
De Higuaín podemos decir que es un delantero imprescindible para el equipo, aunque su aporte fue escaso en las redes adversarias. Esperábamos mucho más de él, como del Kun Agüero. Enzo Pérez es un jugador sin estridencias pero cumplidor. En los créditos figura como actor “secundario”. Lavezzi tiene un descomunal despliegue de velocidad y potencia, a la que le debería incorporar una mayor dosis de gol. Necesita un poco más de serenidad para sentenciar lo que muchos creemos de él: debería ser titular indiscutido. Palacios llenó el formulario para convertirse en un futbolista de jerarquía, pero por ahora no le dieron el carnet. Es solo un buen jugador.
Definitivamente no fue el gran Mundial de “Lio”. Fue de mayor a menor. Con el pase a octavos de final se fue apagando su participación. Nadie tiene dudas que es el mejor (creo que por eso le dieron el premio), pero en Brasil se esperaba mucho más. En los últimos partidos se lo vio poco participativo y divorciado de su magnífica pegada. El equipo depende de su inspiración para poder llegar al gol. Como en la recta final su participación fue escasa, también escasos fueron los goles. El Balón de Oro entregado por la FIFA se asemejó más a una estrategia de marketing de los “reyes del balompié mundial”, que a los verdaderos méritos acumulados por el “10”, al menos en este certamen. Es verdad que enormes jugadores de fútbol como Cruyff, Platini o Zico por citar tres casos, no levantaron la Copa del Mundo y sin embargo fueron mucho más que otros que son socios del club de los campeones. Un Mundial no define a sus actores, pero les pone un brillo completamente distinto, ese que a Messi le seguirá faltando, como pocas cosas en su consagrada carrera.
Señores, se terminó el Mundial. Todo lo que dependía de la voluntad, el fútbol lo tuvo. Sobró emotividad… faltó belleza. La parte más linda y al mismo tiempo más difícil, quedó en deuda. La del juego conceptual, la armonía de movimientos, la calidad de los pases y las gambetas, quedarán pendientes para Rusia 2018. En ese contexto, Argentina sí esta vez pudo rescatar del fango hilachas de gloria. En cada intento de "Masche" de salir jugando por abajo sabiendo lo que se ponía en riesgo, volvimos a apreciar qué significa realmente la palabra coraje. En cada planteo, en cada función recuperamos fielmente qué representa hablar de convicción y compromiso. En cada imagen de charlas agrupadas, en cada agradecimiento al compañero, en cada cobertura para proteger al amigo que había quedado desacomodado, entendimos de qué hablamos cuando hablamos de solidaridad. En cada argentino que cruzó la frontera le mostramos al mundo que significa "el aguante". En cada rincón del país donde nos juntamos a ver 90 minutos de fútbol, quedó bien claro lo que es la pasión. En cada canción que compusimos para alentar al equipo, demostramos la creatividad popular. En cada partido que vimos, en cada abrazo que nos dimos, en cada festejo en el que nos sumamos, nos volvimos a reencontrar con los valores de nuestra bastardeada y querida patria. Por eso, aún en la derrota, “gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal, porque me mató tan mal…" pero igual seguimos cantando!!!
Hoy - Columna de opinión
Lunes 14 de Julio de 2014 - 03:16 hs