Faltan apenas dos segundos para el cierre del dramático duelo. La visita tiene la pelota y en sus manos está la ilusión de los locales, que otra vez son muchos y no paran de alentar. Llega el desenlace de un vibrante partido de básquet. La gente se para, la radio suena bien fuerte. El relato se suspende temeroso en una nota aguda, una de esas notas que se alargan, que perduran en el aire, mientras el relator observa fijamente si la “última bola de la noche” entró o se fue. No hizo falta contar el final de la jugada, porque el estadio todo quedó abruptamente en silencio, salvo ese puñado de sureños que tímidamente festejó la hazaña.
Escuchando la radio en su casa, un reconocido Tatengue hizo trizas el termo mientras tomaba mate, en un esfuerzo supremo por tratar de despejar esa pelota que llevaba toda la crueldad del exagerado triunfo de Huracán de Trelew, y que sirvió para estirar una serie que parecía tener dueño. La última jugada del apasionante choque provocó la inmediata descalificación moral de la madre del lanzador por parte de los hinchas de Unión, mientras el grupo de comprometidos y esforzados jugadores del elenco anfitrión, quedaron vencidos en el rectángulo, ignorantes de qué debe hacer uno con el dolor y con la rabia, ante tanta gente que volvió a colmar las gradas de “la gran casa del básquet santafesino” en la actualidad.
Cuando un noqueador no mete su mano en el momento justo, y el rival sabe boxear, el resultado final está cantado. El "Globo" planteó en el último cuarto una pelea callejera, a puro corazón y logró acortar distancia (llegó a estar abajo por 13 pts en el último parcial), hasta ganarle el pleito con un "golpe demoledor al mentón”. Fue 63 a 61 por ese "perverso" doble. Justo a Unión lo van a embocar sobre la hora, que saboreó el éxito de peleas ganadas al filo de la campana. Como la "batalla de Barrio Parque", cuando alcanzó la vicotria con el "Memo-rable" triple de Rodríguez.
Uno sabe que de la alegría se puede volver con facilidad… pero no del dolor. Eso cuesta mucho más. Si hasta se derramaron lágrimas por el imprevisto traspié a falta de un suspiro. “Ya estaba terminado” gritó un enajenado simpatizante rojiblanco en la platea del “Malvicino”. “Nos faltó cerrarlo, nos faltó picardía la p… madre”, espetaba un eufórico hincha, que de básquet entendía lo mismo que Carlitos Tevez de inglés.
Cuando uno sufre por una impiadosa derrota como la que se consumó en el último instante del partido, solamente porque ese maldito reloj cometió la perversidad de seguir corriendo… cuando esto pasa, tenes un agujero inentendible en las entrañas. Y no se lo llena con nada. O mejor dicho, sólo se lo puede llenar con la próxima victoria.
Nadie puede reprocharles a estos jugadores el ya bastardeado por estos lares “sentido de pertenencia”. Tienen pasión por la camiseta y juegan con coraje. Están golepados pero no vencidos. Ellos saben cómo hacerlo. Se llenaron de gloria en rodeo ajeno hace poco tiempo, y otra vez tienen un desafío parecido por delante.
El lunes será el final de este capítulo en el sur del país. Nada ni nadie podrá opacar lo que muchos de estos chicos hicieron en Unión. El básquet santafesino volvió a brillar por ellos… y eso no se va a borrar ante un eventual traspié en Trelew. Hay material, hay garra, sobra capacidad. El futuro es de ustedes, como de ustedes es el exitoso presente de un club, que respira más allá del fútbol.
LT10 - Por Gustavo Mazzi
Sábado 05 de Abril de 2014 - 18:27 hs