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El arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Monseñor José María Arancedo, encabezó anoche, en la Catedral, una misa “por su eterno descanso” en memoria del ex arzobispo de Santa Fe, Monseñor Edgardo Gabriel Storni, quien falleció el lunes pasado a los 75 años en Córdoba, donde residía tras su renuncia al Arzobispado Santafesino.

Storni fue sepultado en la ciudad serrana. Debido a su precaria salud, había sido trasladado desde la ciudad de La Falta, donde residía, hacia la capital de esa provincia, para sus cuidados. Hasta que el lunes pasado dejó de existir.

En un fragmento de la homilía de anoche, en la que hizo referencia a la muerte de Storni, Arancedo sostuvo que “la oración por los difuntos no tiene el sentido de un homenaje sino de sufragio por su eterno descanso. Rezar por los difuntos es un acto de fe y una obra de misericordia. Le pedimos a Dios por Edgardo Gabriel Storni para que tenga misericordia por él y perdone sus pecados, para que absuelto de toda culpa y reconciliado por el Padre sea llevado sobre los hombros del buen pastor”.

Además, Arancedo agregó que “este es una acto religioso que no reconoce las instancias humanas de la Justicia a las cuales nos debemos como ciudadanos. Pera esta instancia no determina el alcance del amor y la justicia de Dios, que siempre supera el límite de nuestro razonamiento. Esperamos que esta celebración de la eucarística sane las heridas aún abiertas y fortalezca los lazos de comunión de nuestra Iglesia”.

El ex arzobispo fue separado anticipadamente de su cargo eclesiástico en 2002 luego de la denuncia por delitos sexuales en su contra, que derivó en un proceso judicial que en 2009 lo condenó en primera instancia a ocho años de prisión por abuso sexual agravado.
 
En un tramo de su fallo, la jueza Mascheroni fundamentó que “queda claro que es Edgardo Gabriel Storni quien llevó a cabo los actos de ejecución de ese delito, en ejercicio del cargo de Arzobispo de la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz” y que “no se dan causales de inimputabilidad, inculpabilidad o causal de justificación, por lo que el imputado resulta penalmente responsable debiendo responder por el ilícito cometido”. La magistrada concluyó que “quedó demostrado, con la cantidad de testimonios arrimados a la causa, las situaciones anómalas, irregulares y perjudiciales para los seminaristas en los claustros”.

Años depués, un tribunal superior ordenó la anulación de la sentencia y dispuso que la causa volviera a foja cero.