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Sábado 11 de Febrero de 2012 - 22:54 hs

Estrategias para no perder la lucidez

Con el paso del tiempo la capacidad de razonar, la atención y la memoria se van perdiendo. Consejos prácticos para evitarlo.

La llamada lucidez, esa capacidad que nos permite continuar razonando y expresando lo que pensamos de manera adecuada, depende de la preservación de, las capacidades cognitivas -el lenguaje, el juicio, la inteligencia, la atención, la ubicación espaciotemporal, la memoria, la capacidad visoespacial, que debe mantenerse casi sin modificaciones hasta edades avanzadas.

A nivel neuronal la capacidad cognitiva, depende de la capacidad dinámica de las células nerviosas de establecer conexiones, llamadas “sinapsis”. Cuando se es más joven, la dinámica de formación de sinapsis es mayor. “Está demostrado que cuanto más activas se mantengan las capacidades cognitivas durante la juventud (mediante el estudio, la actividad social, el juego y todo aquello que estimule el ejercicio de la inteligencia y la salud mental), mayores serán las conexiones sinápticas que se establecen, y mayores son las chances de tener una buena capacidad cognitiva a medida que se avance en edad”, explica el Dr. Moisés Schapira, Director Médico de Hirsch, Centro de Excelencia para Adultos Mayores y Rehabilitación y especialista en Medicina Familiar y Gerontología.

Pasados los 65 años, señala, “deben buscarse actividades que permitan preservar las funciones remanentes y ejercitarlas, pero es muy difícil recuperar una función cuando se ha perdido por completo”. Por eso es fundamental estar atentos a las posibles señales de deterioro, diferenciar situaciones “normales” acorde a la edad, de aquellas que representan algún grado de declinación, y recurrir a actividades y tratamientos capaces de minimizar el deterioro cognitivo.

El enlentecimiento de los movimientos y de la marcha o los olvidos son señales típicas del paso de los años. “Efectivamente hay cierta disminución de capacidades propias en la senectud como algunos olvidos o la dificultad para recuperar nombres propios”, indica Schapira. Pero existe un nivel de deterioro al que es necesario prestar más atención, y son los del llamado “deterioro cognitivo leve”. En realidad, indica el especialista, “son mal llamados leves, porque de estos casos, entre un 8 y un 16 por ciento evolucionan hacia demencia en un período de 2 años”.

Los síntomas, explica, “dependen de la persona, así como de la causa del deterioro y de las funciones afectadas”. Puede tratarse de un trastorno amnésico (pérdida de la memoria), afásico (Pérdida del lenguaje) o múltiple. El juicio, la orientación o la capacidad visoespacial pueden verse afectados también. Esta última, por ejemplo, se identifica cuando la persona, no puede reproducir una determinada figura o una forma geométrica.

Es en el entorno del individuo donde existe la mayor facilidad para detectar estos trastornos ya que es posible comparar las capacidades actuales con las que el paciente tenía a una edad más temprana.

Otro de los puntos centrales, agrega Schapira, es el cuidado integral de la salud cardiovascular, ya que los factores de riesgo vasculares –la hipertensión arterial, la diabetes, el colesterol alto, el tabaquismo o la falta de actividad física– incrementan también el riesgo de deterioro de las células del sistema nervioso. Incluso aumentan el riesgo de padecer demencia, es decir: una caída severa del potencial cognitivo de la persona respecto de cuando era más joven. La enfermedad de Alzheimer es el ejemplo prototípico.

La salud cardiovascular está estrechamente vinculada con la vitalidad de las neuronas y con su capacidad para establecer sinapsis; con el envejecimiento –y muy especialmente por enfermedades cardiovasculares se observan déficits que remedan formas aceleradas de envejecimiento con lo que se incrementa el riesgo de deterioro cognitivo.

Señales de alarma para consultar al médico

La severidad de la pérdida cognitiva se evalúa siempre en relación con la habilidad que la persona tenía para esa actividad en su juventud. Los signos que ameritan la consulta al especialista pueden ser:


1. Cambios bruscos en el carácter.
2. Repentino retraimiento y disminución de la capacidad de relacionarse con los demás.
3. Perderse yendo a algún lugar conocido.
4. Dificultad excesiva para dirigirse a algún lugar desconocido.
5. Imposibilidad de resolver situaciones imprevistas o inesperadas.
6. Dificultad en el manejo de la economía doméstica cuando la persona nunca había tenido ese tipo de problemas.
7. Pérdida de una habilidad por la que la persona se destacaba: una eximia cocinera a la que de pronto se le quema reiteradamente la comida, o la sirve cruda.
8. Enojo permanente, porque la persona atribuye sus discapacidades a motivos externos.
9. Olvidos o confusiones con elementos habituales de la vida cotidiana: nombres de personas conocidas, el lugar donde siempre se dejan las llaves.
10. “Perder registro” de hechos o episodios muy recientes y cercanos, o hablar como si no hubieran sucedido.