Fútbol - Por César Carignano

Jueves 29 de Marzo de 2018 - 12:19 hs

Argentina, entre el árbol y el bosque

La aplastante derrota ante España puso de manifiesto una dura realidad, ya que en los últimos años desfilaron distintos técnicos, que pasaron del fútbol total, al pragmatismo. Mismos futbolistas y antagónicas ideas que generan confusión.

No es una parada sencilla encontrar un ángulo diverso para analizar la derrota aplastante y lacerante ante el seleccionado español.

No se trata de menguar la crítica ni de transformar atenuantes en justificativos. Se trata, más bien, de opinar desde la realidad para intentar describirla e intentar corregirla en esta carrera a contra reloj que termina –o empieza- en Rusia dentro de un par de meses y monedas.

Moneda. Moneda es una palabra que viene bien para plantear diferencias, aunque para el fútbol de nuestro país no resulte tan sencillo darla vuelta.

Hablo de fútbol argentino y no del equipo argentino porque la raíz de la problemática actual, esa que estampó un 1-6 en la placa final ante España, es mucho más profunda que debatir si fueron el momento y los nombres ideales para este partido.

Cuando comenzó a rodar la pelota ambos equipos intentaron hacer lo mismo: ser protagonistas a partir de la tenencia de pelota, ser compactos y presionar de manera colectiva.

Pero esa paridad de estilos se desdibujó promediando el primer tiempo para desvanecerse por completo en el complemento. ¿Razones? Muchas. Coyunturales y estructurales.

Las primeras, son circunstanciales: la ausencia de jugadores clave, un once inédito, la decisión de priorizar la prueba de futbolistas por sobre la búsqueda del resultado. Sin embargo, creo que las razones principales son estructurales.

España es una empresa cuyos empleados conocen el oficio de años, que actúan mecánicamente –sin que ello deje de ser estéticamente impecable-, que tienen respuestas a los contratiempos y que ha ido incorporando operarios paulatinamente.

Argentina, en cambio, se asemeja más a una empresa que no define su estilo de producción, que modifica su gerente permanentemente y que tiene empleados que se conocen de hace mucho pero que no tienen un protocolo laboral sostenido en el tiempo. En consecuencia han generado un vínculo humano, más no un funcionamiento aceitado.

Muchas veces pensamos, porque el fútbol se ha encargado de mostrarlo, que dentro del campo todo se disimula. Las deudas, las promesas incumplidas, el desorden logístico, la anarquía institucional. Pero no siempre sale campeón un equipo financieramente quebrado, o un club dominado por un déspota.

Cada detalle pesa. Sobre todo porque un seleccionado no tiene el recurso cómplice e integrador del día a día.

España se ha reinventado tras quedar eliminada rápidamente en el último mundial, pero la reinvención pasó por renovar el plantel y no por abandonar la idea. Una idea que acuna hace una década y que le permitió ganar un mundial y dos Eurocopas. Una filosofía que ha sobrevivido –o que se ha nutrido- de tres entrenadores diferentes.

Alemania construyó futuro de manera similar y sin ir más lejos, la Brasil que fue humillada por los teutones hace cuatro años esta semana le ganó a su verdugo como visitante luego de una severa introspección.

¿Y Argentina? Nada. Poca autocrítica, elecciones empatadas, distancia de los futbolistas, desatención del fútbol formativo, rencillas de bambalinas, desesperación, desprestigio. Resultados: acordes a ello. Fundamentalmente de manifiesto en la negativa de los principales entrenadores a hacerse cargo. Sin olvidar que muchos de estos futbolistas aun en ese contexto casi nos consagran campeones en tres oportunidades.

Maradona, Sabella, Martino, Bauza y Sampaoli. Una montaña rusa filosófica. Del fútbol total al pragmatismo, ida y vuelta sin escala. Eso trae consecuencias. No solo pasa por jugar a la pelota dentro del campo. Mismos futbolistas y antagónicas ideas generan confusión. Confusiones que pueden resolverse. Claro que sí. ¿Estamos a tiempo? Quizás no, aunque probablemente sí. Pero los procesos llevan tiempo, un tiempo que hoy se esfuma día a día. Aprender cuesta. Entender, también. Identificar que la raíz del problema está en el fondo más que en las formas, es necesario. Y es urgente.

Mientras tanto estaremos paralizados, confundidos entre el árbol y el bosque.

Fuente: Opinión de César Carignano