Señores del excelentísmo jurado futbolero: me presento y expongo ante vosotros con la intención y esperanza de que hagan lugar a mis fundamentos. Muchos ya han condenado a un honesto hombre de ser "el lastre de un equipo destinado siempre a ganar, si no fuera por sus tropelías", según dijo en medio español. Objeción Señoría! No se puede acusar a semejante trabajador “de falta de categoría o de no estar a la altura de la camiseta”.
Primero quiero decir que sus valores (ética, conducción, trabajo) trascienden su dilatada trayectoria. Nunca le sobra una palabra a sus declaraciones. Se ganó el respeto por capacidad y por honestidad. Se aleja de la fama porque no le interesa convertirse en un “personaje de moda” y, sobre todo, no traicionarse. Más allá de que gane o pierda, su paladar futbolístico para jugar, antes; o para dirigir ahora, tienen que ver con el ADN inconfundible del fútbol que nos gusta por estas latitudes.
Aunque él no lo necesite, salgo en defensa de un Señor. Del que además de conocer sus grandes dotes profesionales de su paso por Colón, es amigo de mi “hermano” Daniel Jovellano, quien me habla de un tipo estupendo, humilde, repleto de valores, por lo que me sobran motivos para poner la cara por él. No se lo puede condenar por su curriculum deportivo, porque es sencillamente extraordinario; ni tampoco por su moderado carácter; ni por su propuesta de juego, que siempre fue dúctil, refinada y abierta. Entiendo que está viviendo las consecuencias de llegar a un club convulsionado, hasta "desnortado", convirtiéndose en el hereje que no "acata" a rajatabla el ideario "blaugrana", simplemente porque sus raíces están en el "Parque Independencia" y no en Catalunia, aunque está hecho de la misma madera que "ellos". Exijo Su Señoría, que sea tratado con el mayor de los respetos!
Los análisis y comentarios son más cuerdos y sensatos a medida que pasan los días después del temporal. La razón sin la emoción es fría. La emoción sin la razón confunde y oscurece este juicio. Es tiempo de parar y tener la pelota como lo hacen sus dirigidos, aunque esta temporada con menos asiduidad que en "la era Pep", y esto puede ser la punta del iceberg.
El revuelo lógico que irrumpe después de la eliminación generó sosiego y se juzga hoy con injusta medida el resultado. Siempre ha sido tarea intrincada el equilibrio entre razón y emoción cuando se trata de fútbol. El equipo no juega como antes. Es cierto. Pero este rosarino de ley ha llegado al banquillo en el peor momento de la era post-Guardiola. Hay un antes y un después de Pep y todos parecen condenados al “suplicio de Tántalo” si se apresuran en obtener los resultados conseguidos en el ciclo anterior.
Señores del Jurado, les pido que no cometan la afrenta de condenar de manera apresurada al "Mister", por la obvia aclamación popular después de un traspié, porque caerán en el facilismo de castigar de manera excesiva a quien no lo merece, y menos aún, si sabemos que se trata de una entidad acostumbrada a mirar con cierto
recelo a quienes, en apariencia, no son “de los suyos”.
Hinchas, colegas, lectores… pedir hoy la “cabeza” de Gerardo Martino porque perdió en la Champions oculta las razones de fondo. Se claudica ante la impaciencia. La voz de los simpatizantes altera el escenario, derrumba decisiones, doblega las convicciones. También ganan las presiones en el "norte". Si mandan las urgencias, jugar bien es, por lo menos, complicado. Si esto es un drama para Barcelona, que queda para el resto? El proyecto, la continuidad, pasa a ser un proclamado valor sin valor.
Acepto que el equipo sacrificó sus virtudes en nombre de la eficacia, y la eficacia brilló por su ausencia ante el “Aleti” de Simeone. Resulta que ahora el “Cholo” se erige como el mejor y dejó de ser el muchacho alocado que se fue de un River condenado al fracaso. Tal vez eso prescribió en el prontuario del pragmático DT argentino. Pero el dato muestra claramente, como el viento de los resultados de un partido lleva a los pronosticadores de turno a modificar su visión y tajantes ideas en solo cuestión de minutos. Con el tiempo hemos visto a más de uno cambiar, del bando de los inquisidores al de los aplaudidores, y viceversa, sin que les importe en lo más mínimo su maltrecha reputación .
Señores del Jurado: Gerardo Martino es un excelso profesional. Sus rasgos son extraordinarios: sobrio, inteligente, intenso, sereno y trabajador. Tal vez no puedo sustraerme al afecto que le tengo, aunque admito, sólo conozco su obra en rededor del fútbol. Es un tipo que habla desde la autoridad que nace del sacrificio y la voluntad. No se llena la boca con absurdas bravuconadas mediáticas. Por el contrario. Es parco y solo se expone con autoridad para defender sus ideales y sus jugadores. Puede tener un plan desacertado, puede perder y quedar eliminado, pero sus cimientos están llenos de decencia y dignidad.
Reconocer estos tiempos intolerantes en el Barcelona como en el fútbol no implica convalidarlos ni mucho menos rendirse ante el absurdo resultadismo. ¿Por dónde empezar entonces? Por identificar y valorar los buenos ejemplos, y el “Tata” lo es! A pesar de la derrota y la eliminación reciente, no merece la más mínima condena. Este es mi alegato Señor Juez.
Viernes 11 de Abril de 2014 - 03:31 hs