Hoy - Por Gustavo Mazzi

Lunes 07 de Abril de 2014 - 00:01 hs

Lo de Saúl Laverni fue un concierto de desaciertos

“El árbitro es arbitrario por definición”. Y Saúl Laverni es el fiel reflejo de la frase célebre de Eduardo Galeano. "El abominable tirano ejerció su dictadura..." en el estadio de la Avenida sin oposición posible. Se equivocó siempre en contra de los intereses del local, pero el error forma parte del juego, dicen, y nos dejan boquiabiertos descubriendo que errare humanum est.

Anuló mal un gol de García a instancias del asistente Altavista, que fue quien levantó el banderín (no había offside de Palacios). Más tarde, no sancionó una clara infracción de Tula (tremendo manotazo) al diminuto Palacios. No sólo era una falta grande como el estadio, también era roja para el defensor de Independiente. Siete minutos más tarde, cuando la multitud aullaba exigiendo su cabeza, el soberbio Saúl no amonestó a Vidal por un foul en la mitad de la cancha y sobre el final también debió sacarle amarilla a Miranda.

Para colmo de males, el ampuloso verdugo del Tate ejecutó su poder absoluto con gestos de director de orquesta justo en la última jugada del dramático duelo, prohibiendo que los de Madelón ejecutaran el corner, cuando el Rojo de Avellaneda se colgaba del travesaño suplicando clemencia. Los árbitros siguen cambiando el destino de un partido, hasta de los campeonatos (¿se acuerdan de Brazenas?) y se aprovechan de la grosera impunidad que envuelve al fútbol argentino, para equivocarse seguido "sin querer queriendo".

Los adjetivos calificativos, lejos de definirlo, lo limitan. No le dan expansión a su impresentable actuación. La razón perdió por goleada. El lado oscuro del actor principal de esta obra de terror salió a la luz en la tarde del sábado en el “15 de abril”. Un gol no convalidado, tarjetas guardadas, el reglamento aplicado “solo a veces” con rigurosidad, el resultado cuestionado… descorrieron el velo y dejaron en evidencia las miserias del obcecado hombre de negro. El juego más lindo del mundo se transformó en el de mayor peligro si dirige Laverni. Esta abominable tiranía promueve la intolerancia, ingrediente fundamental en el cóctel de violencia, pero nadie hace nada . Basta con repasar las actuaciones de los jueces en esta fecha, para darnos cuenta que lo horrores son cada vez más notorios en cada estadio.

No sirve transferir responsabilidades. Quienes juegan deben hacerse cargo de las campañas. Quienes dirigen, dentro y fuera de la cancha también. Los propios hinchas y quienes criticamos debemos hacernos cargo de los errores. Se trata, sencillamente, de que no ganen los malos, que no triunfe la trampa. Aunque suene utópico después de ver el arbitraje de Laverni el sábado, en lo que fue un auténtico concierto de desaciertos.