Hoy

Domingo 13 de Octubre de 2013 - 00:46 hs

Arancedo y la dimensión misionera de la fe

Monseñor José María Arancedo dedicó su homilía semanal a la jornada mundial de la Misiones en estos términos:


Este fin de semana la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Misiones, bajo el lema: “vas, envías o ayudas a enviar”. Este juego de palabras nos hace ver que la misión nos corresponde e involucra a todos, no sólo al que por una vocación particular consagra su vida a ella. Todo cristiano, si ha comprendido el mensaje de Jesucristo, está llamado a ser misionero. Nuestro acto de fe en Dios no se refiere a un principio absoluto desconectado del hombre y del mundo, sino a un Dios que se relaciona con nosotros porque es amor y es palabra de vida.

Este relacionarse de Dios con nosotros es el comienzo de la misión de la que somos destinatarios y protagonistas para nuestros hermanos. Ser cristiano es participar de este envío que Dios hace al mundo de su Hijo. Nada más alejado de la fe cristiana que hablar de Dios como algo absoluto sin relación con el hombre. La fe y el amor son las dos caras del encuentro con Dios. La misión es acto de fe y caridad: “El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial” nos recuerda el Papa Francisco, citando (Verbum Domini, 95).



¿Cuál es el contenido de la misión? La única respuesta es Jesucristo en toda la amplitud de su Persona y su Palabra. Podemos distinguir aspectos espirituales o más humanos o sociales en su predicación, pero nunca separarlos porque tienen en él una unidad de origen que nace en el amor de Dios por cada uno de sus hijos a quienes los ama en su riqueza humano-espiritual. Desde un auténtico acto de fe en Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, no se puede separar la evangelización como algo espiritual, de la promoción social como algo humano. La misión debe mirar a todo el hombre.

Tampoco quedarnos sólo en aspectos sociales y no presentarle a Jesucristo como fuente de una Vida Nueva. El que no da a Dios da poco. Me vuelve a la memoria la reciente beatificación del Cura Brochero, porque creo que es un ejemplo acabado de lo que estamos diciendo: evangelizó promoviendo al hombre, y lo promovió evangelizándolo. Hacía caminos y escuelas, pero también enseñaba el catecismo y organizaba retiros espirituales. Cuando la fe no nace del encuentro con Jesucristo, corre el peligro de encontrarse con un Dios hecho a nuestra medida. La fe siempre tiene que alimentarse y purificarse en Cristo.



Quiero terminar esta reflexión semanal con una frase del Papa Francisco, en la que nos alienta a descubrir la verdad de la misión: “El hombre de nuestro tiempo, nos dice, necesita una luz que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle. La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor.

La Iglesia -lo repito una vez más- no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino”.



Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Fuente: arzobispado de santa fe