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Lunes 19 de Marzo de 2012 - 20:55 hs

Serrat y Sabina arrancaron con los shows en el Luna

 No se rajen, que esto sigue!”, grita Joaquín Sabina, con un gesto que deforma esa casi barba candado que enmarca una sonrisa que no le entra en la cara. A unos metros, Joan Manuel Serrat lo copia. El catalán acaba de cantar Aquellas pequeñas cosas , después de una versión de Cantares que el Luna Park a pleno acompañó de pie, y le cede la primera a su compañero.

Enseguida, el de Ubeda devenido madrileño, y ¿por qué no?, porteño, arranca con Noches de boda y la engancha con Y nos dieron las diez . Y alguien podría llegar a pensar que es la hora de tirar toda la carne al asador, después de casi tres horas de recital. Pero no.

En Dos pájaros contraatacan , el tour que el dúo inició hace pocos días en el norte argentino, y que estará en Buenos Aires por un mes y pico, no hay golpes bajos. Sí, en cambio, es una eterna (dura casi tres horas y media) caricia a los sentidos. A la emoción, para ser más precisos. Y una exhibición desenfadada de cuatro décadas de canciones de alto vuelo, que incluyen varios nuevos buenos temas – Hoy por ti, mañana por mí y Cuenta conmigo , entre ellos- de su reciente, La orquesta del Titanic .

Pero, además, desde que los dos pájaros con aspecto de pajarones (“Nacidos un día del afecto y el talento de Roberto Fontanarrosa”, dice el programa), aparecen en la pantalla que hace de fondo de escenario, hasta que se despiden, el recital (concierto es otra cosa) de la sociedad formada un lustro atrás es también music hall, stand up, vodevil, show de crucero y, fundamentalmente, lugar de encuentro entre esos dos caballeros –apoyados en una banda de ocho músicos y dos coristas- y unos cuantos miles, con los que hace tiempo tienen algo personal. Un encuentro que cuesta unos cuántos pesos, sí. Pero encuentro al fin.

Es que, a lo largo de 34 canciones, Serrat y Sabina hablan mucho, algunas veces con seriedad, y las más con ironía, con la broma a filo de lengua. Monologan, dialogan, cuentan, mienten, recuerdan, se torean, se miman. Bailan, actúan, gesticulan; cambian de vestuario, se ríen de sí mismos y de unos cuantos más también. Saludan a las Abuelas de Plaza de Mayo, a las Madres. Y cantan. Sobre todo, a lo largo de esas canciones, cantan.

Uno, el pájaro mayor –por edad- con esa voz que guarda parte de lo que supo ser, y que envejece con la sabiduría de quien no pasó tanta poesía por su garganta en vano. El otro –el menor, claro-, con la memoria de tanta noche de exceso en una ronquera que acota recursos y estimula estratagemas.

Los dos cantan. Por momentos, juntos. Por momentos, en solitario. Cantan.

Nada personal, Y sin embargo, 19 días y 500 noches, Eclipse de mar, Mediterráneo.

Cantan.

Señora, Princesa, Una canción para La Magdalena, No hago otra cosa que pensar en ti, Esos locos bajitos, La del pirata cojo, Contigo, Para la libertad . Cantan. De amores, de vidas al borde –“Y su mala vida y su burlada muerte, a rondar la vida se fueron los dos. La vida cantando ronca de aguardiente, la muerte le hace la segunda voz”, suena en Martínez , a la sazón primer apellido de Sabina-; de decepciones y desengaños –“No tengo bandera, la que tuve se destiñó”, dicen en Maldito blues .

Cantan, y juegan de locales. “¿Cuántos argentinos hay aquí?”, preguntan, y ellos mismo levantan la mano. Sin hinchada contraria, avisan: “Es la hora de la demagogia.” Mentira. Ni falta que les hace, a la luz de lo que construyeron en estas tierras a lo largo del tiempo. Y que fortalecen, con una puesta ingeniosa y precisa, y subidos a una nave para nada Titanic. Que no muestra fisuras, sino que mejora lo pasado, y pone en contexto de lujo los temas más recientes.

Mientras ellos siguen cantando: “Así, que de momento, nada de adiós, muchachos. Me duermo en los entierros de mi generación. Cada noche me invento, todavía me emborracho. Tan joven y tan viejo, like a rolling stone .” Así sea.


Fuente: Clarín