El jueves pasado, un sapo gigante apareció en una vivienda situada en jurisdicción de Granadero Baigorria (departamento Rosario, en el sur provincial), generando pánico en los dueños de casa y entre sus vecinos.
El anfibio pesa más de dos kilos y mide 25 centímetros. En el momento, comenzó a circular la versión de que se trataba de una especie venenosa, Sin embargo, desde el Instituto Nacional de Limnología aclaran que esa versión es incorrecta.
Javier Alejandro López, investigador del INL, especificó en diálogo con De Diez que, como muchos anfibios, algunos sapos que habitan territorio argentino y santafesino "tienen toxinas que utilizan como mecanismo de defensa de sus depredadores" (víboras, aves de rapiña, etc.), lo cual no implica "que sean peligrosos para las personas".
Además, las especies locales están lejos de ser "especialmente venenosas", como las que sí se ven en la Amazonia o Centroamérica.
"Si uno manipula el sapo y esa lechosidad que tiene se la lleva a la boca, la cara o la nariz, puede provocar irritación", comentó López. Pero ese sería todo el riesgo, que se elimina con sólo lavarse las manos.
En cuanto al espécimen hallado en Granadero Baigorria, confirmó que se trata de la variedad Rhinella diptycha (hasta hace poco nombrada Rhinella schneideri), conocida comúnmente como sapo cururú, buey o rococó.
También dijo que "es normal que aparezca allí" porque "está en su ambiente natural" y reafirmó que no es una especie agresiva.
"Sin duda no hay que matarlos, no van a tener ningna actitud de ataque. Se va a quedar donde está, o va a intentar escaparse. Probablemente él se sienta más amenazado por nosotros que (a la inversa)", cerró.