Salud - En el país

Lunes 11 de Abril de 2016 - 16:24 hs

Cigarrillo electrónico: está prohibido, pero igual se vende

En la Argentina está prohibido desde 2011, pero se consigue libremente en múltiples negocios

Actualizado: Lunes 11 de Abril de 2016 - 16:25 hs

Los menores de 30 años no lo saben por que no lo han vivido nunca. Hubo un pasado en el que se podía fumar en los bares, en el cine, en el colectivo, en la facultad y por supuesto en los aviones, el colmo de lo inverosímil para la gente joven. Últimamente, el cigarrillo electrónico fabricó un flashback social y cultural, y el humo volvió a verse allí donde había logrado desaparecer. Sí, incluso en los aviones. Claro que es vapor, no humo de la combustión del tabaco, lo que cambió todas las reglas en cuanto a hábitos culturales y sociales.

Sin embargo el espacio del e-cig (como se conoce al cigarrillo electrónico) está lleno de zonas grises, que ni siquiera las autoridades sanitarias, comerciales y los importadores, vendedores y usuarios logran develar. La razón es simple: el cigarrillo electrónico está prohibido en la Argentina. La paradoja: se vende en cualquier lado.

Aquí, la ANMAT reguló el tema en 2011, en la misma línea que lo había hecho su par estadounidense (la FDA), que se puede sintetizar en "el cigarrillo electrónico no fue estudiado a fondo, así que no se conocen sus riesgos potenciales", por lo que preventivamente se evita su uso. El tema es que en EE.UU. cada estado legisló por su cuenta, la mayoría prohibiendo la venta a menores de 18. Según ambas instituciones, que parecen seguir la visión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tampoco se pueden concluir sobre sus beneficios -si los tuviere-, y el único que buscan los vapeadores es dejar el tabaco (vaping es como se le dice, en inglés, a la acción de fumar con cigarillo electrónico y exhalar el vapor). Aun sin la certeza científica, la conclusión para ellos es unánime: desde que arrancaron con el cigarrillo electrónico o dejaron de fumar, o fuman menos.

Cambio de hábitos

C. es odontólogo y tiene un consultorio bastante concurrido en Belgrano, cerca de las Barrancas. Para él, el cigarrillo electrónico fue un triple triunfo: no sólo pudo fumar en su casa, sino que pudo hacerlo neutralizando los argumentos de su esposa, quien con la excusa del humo y el olor lo mandaba a fumar al balcón. Además, C. pudo vapear entre paciente y paciente sin que el olor de la nicotina y el alquitrán se le quede impregnado a su ambo. Cualquier defensor del e-cig celebraría ésto, pero sus enemigos verán la otra cara de la misma moneda: la adicción a la nicotina. En este caso, argumentan que el cigarrillo electrónico le está sumando a su organismo una cantidad de nicotina que de otra manera no estaría consumiendo.

Una de las máximas autoridades en programas para dejar de fumar es John Dicey, el actual director del programa Allen Carr Easyway. Desde Londres cuenta a LA NACION que para él el cigarrillo electrónico es tan nocivo que hasta lo incluyó como parte de su estrategia comercial: "si no deja de vapear en 90 días le devolvemos su dinero", asegura en su plataforma publicitaria. "Es devastador. Ellos (los vapers) fuman cuando pueden y vapean cuando no pueden, en casa con sus hijos, en el auto, en el trabajo, en casa de amigos no fumadores. El e-cig los alienta a continuar en lugar de a dejar", sostiene.

Cuando el e-cig salió al mercado a mediados de la década pasada, la OMS sostuvo durante mucho tiempo que faltaba investigar para llegar a una conclusión, mientras alertaba sobre lo que sí se conoce: los agentes químicos que se mezclan con las esencias de sabor para los líquidos. Para la OMS, el e-cig es un "sistema de administración electrónica de nicotina" y afirma que "esas soluciones y sus emisiones tienen agentes tóxicos". Indiscutible.

Fuente: La Nación