El presente de Colón en la Primera Nacional no es casualidad. La campaña se fue desplomando a partir de tres rachas negativas que lo dejaron sin aire en la pelea por el Reducido y con la amenaza latente de mirar de cerca la zona de descenso.
La primera debacle se produjo entre las fechas 7 y 12. Bajo la conducción de Ariel Pereyra, el Sabalero encadenó derrotas ante Gimnasia de Jujuy, Agropecuario, San Telmo y Chacarita. El cambio de técnico, con la llegada de Andrés Yllana, no detuvo la sangría: el equipo volvió a caer contra Defensores de Belgrano y Estudiantes de Río Cuarto, sumando seis reveses consecutivos.
La segunda crisis se dio ya con Yllana asentado en el cargo, entre las fechas 16 y 20. Colón volvió a sufrir una seguidilla lapidaria: Morón, Temperley, Nueva Chicago, Mitre de Santiago del Estero y Chaco For Ever lo derrotaron uno tras otro. Ese tramo lo dejó fuera de la zona de clasificación y encendió las primeras alarmas serias por la permanencia.
El último golpe, todavía fresco, llegó con Martín Minella en el banco. En las últimas semanas, el equipo perdió frente a Gimnasia de Mendoza (2-0), Gimnasia de Jujuy (4-0) y Agropecuario (1-0), acumulando siete goles en contra y ninguno a favor. Un retroceso futbolístico evidente que terminó por sepultar las aspiraciones de acercarse al Reducido.
Hoy, el panorama es claro y preocupante: le quedan 24 puntos en juego y está a 14 de Estudiantes de Río Cuarto —con peor diferencia de gol— para soñar con un milagro de clasificación. Al mismo tiempo, solo le lleva 11 unidades a Defensores Unidos de Zárate, el primero en zona de descenso.
Tres rachas negras, 14 derrotas en total y un equipo que no encuentra respuestas. Colón necesita un giro radical si no quiere que la temporada termine en un desenlace aún más oscuro.