Este jueves Santa Fe se vistió de luto por el fallecimiento, a los 70 años, de José Luis Saldaño, uno de los máximos ídolos en la historia de Colón. Pese a que estuvo muy poco en la ciudad jugando en el Sabalero, fue suficiente para sienta todo el clamor y la pasión del lugar en el que fue más feliz.
Sintió en carne propia integrar equipos importantes como Huracán, Rosario Central y Boca, pero después de colgó los botines, decidió que la Ciudad de Garay era donde quería vivir. Estaba claro que su pasión por los colores rojinegro se metieron en él y lo demostraba en cada lugar a donde iba.
Poroto era un tipo sencillo y admirado por sus seres queridos y excompañeros. Justamente uno de ellos, Ernesto Mastrángelo, con quién compartió momentos gloriosos en el Xeneize, lo recordó con mucha nostalgia en el programa Fabían al Mediodía por LT10: "Muy triste por la noticia de Poroto. Era un pibe bárbaro como persona y muy buen jugador. Hay anécdotas muy lindas, porque Poroto tenía esas cosas".
Amén de la congoja y el pesar por esta irreparable pérdida, contó algunas de sus lindas locuras: "Él le pagaba a Loco cuando estaba en Unión y salía con chichones, lo mismo con lo cuatro de atrás. Un día el Toto Lorenzo lo trae a Boca y él empezó con las mañas de que no quería comer carne sino solo verduras. Entonces empezó a adelgazar y Toto le dijo un día: "Escuchame, Poroto, allá en Colón parecías un León y acá sos un gatito. ¡Comé carne che!"
Pero lo mejor vino después con algo que sucedió en la antesala de la final de la Copa Intercontinental 1977: "Después hay anécdota de cuando fuimos a Alemania a jugar contra Borussia Mönchengladbach. Estábamos en jeans, pero cortado, tipo bermuda, ojotas y musculosa. Entonces me pide que lo acompañe que necesitaba comprar algo. Fue así como nos tomamos un subte de esos que van por arriba hasta que llegamos a una casa de música. Entramos y Poroto pidió un violín. Lo quedé mirando, porque no me había dicho nada. Había sido que quería empezar a tocar cumbia con eso. Recuerdo que Poroto le metía los dedos y tocaba las cuerdas medio raro. ¡Se lo terminó comprando!".
Pero el remate fue terrible: "Cuando salimos de ahí con esa facha y llegamos a la concentración con el violín en el brazo y el pelo largo del Poroto que parecía un indio, todos nos quedaron mirando. Justamente no hace mucho le pregunté que había hecho con eso y me dijo que lo tenía en la casa y que nunca lo había tocado (risas)".