Wimbledon es un torneo de tenis, en muchos aspectos diferente al resto de los que presenta el circuito. El césped como superficie -que se resiste al paso del tiempo-, la tradicional vestimenta blanca, o el descanso dominical en medio de las dos semanas de competencias, son algunas de sus particularidades. La otra es su forma de establecer los preclasificados: en el tercer Grand Slam del año no se considera, únicamente, el ranking mundial. Una medida que en esta edición favoreció a Roger Federer.
El suizo, campeón en el All England siete veces, será el tercer cabeza de serie del torneo que arrancará el lunes, pese a que ocupa el quinto lugar del escalafón de la ATP. Por delante de él estarán Andy Murray, campeón en 2013 y 2016 y actual número 1 del mundo, y Novak Djokovic, cuarto del ranking y campeón en 2015. Rafael Nadal, dos del mundo y ganador en 2008 y 2010, será el cabeza de serie número cuatro.
Para determinar los cabezas de serie, la organización toma los puntos ATP de cada jugador, les suma el 100% de los puntos obtenidos sobre césped en el último año y el 75% de los puntos conseguidos en el mejor torneo sobre el la misma superficie de los anteriores 12 meses. En 2016, Federer fue semifinalista en los tres torneos que jugó sobre pasto: Stuttgart, Halle y Wimbledon. En 2015 había alcanzado la final en el All England.
¿Por qué es tan importante para Federer subir dos escalones en la preclasificación con respecto a su ranking? Porque si fuera 5° en el listado del torneo y se dieran los resultados lógicos, debería afrontar los cuartos de final ante un jugador mejor preclasificado. Ahora, recién podría tocarle esto en una hipotética semifinal.
El quinto jugador preclasificado será Stanislas Wawrinka, pese a que es tercero en el ranking ATP. De hecho, Murray es el único de los cinco primeros cuyo ranking mundial coincide con su preclasificación en Wimbledon.