Un 28 de septiembre de 1983, la ciudad de Santa Fe tuvo uno de los episodios más tristes de su historia: el colapso del Puente Colgante. Aquel emblema inaugurado en 1928, orgullo e identidad de los santafesinos, no resistió el embate de las aguas en medio de una extraordinaria inundación y poco antes de las 16.30, la mitad de su estructura se desplomó en la laguna Setúbal.
El puente permaneció casi dos décadas bajo el agua hasta que, en 2002, comenzó su reconstrucción con financiamiento internacional. En 2003 volvió a la vida, convertido en Monumento Histórico Nacional y recuperado como símbolo de la ciudad.
El día del derrumbe
La creciente de 1983, considerada la mayor en términos de permanencia y caudal en los registros históricos, llegó a estimarse en 50.000 metros cúbicos por segundo, de los cuales casi 10.000 pasaron por la sección del Puente Colgante.
En 2021, el entonces decano de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la UNL, Mario Schreider, recordó que el fenómeno no se debió a una sola causa, sino a la conjunción de procesos naturales y antrópicos. La construcción de la Ruta 168 y la urbanización de zonas del valle de inundación actuaron como barreras, provocando un embalse que incrementó la presión sobre la estructura.
Responsabilidades compartidas
Schreider subrayó que las intervenciones humanas, como los dragados y la ocupación del valle de inundación, fueron determinantes. “La inundación es el desajuste entre el sistema social y el natural. Recuperar ese equilibrio nos permitirá prevenir desastres futuros”, señaló en una reflexión que aún hoy mantiene vigencia.
Una larga historia
El Colgante fue la concreción de un sueño que empezó a principios del siglo XX. Tras intentos fallidos por la fuerza del río, finalmente en 1924 comenzaron los trabajos bajo la dirección de los ingenieros Alberto Monís y Antonio Paitoví. La estructura metálica fue traída desde Francia y en 1928 se inauguró oficialmente. Desde entonces, su silueta se volvió postal inseparable de Santa Fe.
Reconstrucción y orgullo
Tras el derrumbe, el puente permaneció sumergido durante 19 años, un recuerdo doloroso para varias generaciones. En 2002 se inició su reconstrucción y al año siguiente fue reinaugurado. Hoy, con su iluminación y su rol en la vida cotidiana y turística de la ciudad, es nuevamente motivo de orgullo.
A 42 años de aquel derrumbe, la memoria del Puente Colgante recuerda no sólo la fuerza de la naturaleza, sino también la resiliencia de una ciudad que nunca renunció a recuperar su símbolo más querido.