El 9 de mayo, la elefanta que residía en el Ecoparque porteño fue trasladada por tierra a un santuario de elefantes de Brasil. Conoció por primera vez a una elefante de su especie y ya durmió en el bosque, fuera del predio.
Luego de un largo proceso de preparación, Mara viajó durante tres días en una caja transportadora vía tierra hacia el Matto Groso.
El traslado fue exitoso. Mara comió bien durante el viaje y no tuvo problemas de salud. Cuando pisó la tierra colorada de la selva, decidió descansar en una montaña de arena, para luego ingresar al primer predio, donde se mantuvo alejada de las otras dos elefantas africanas.
Una noche, sin embargo, Mara se acercó a Rana y comenzaron a comunicarse. Al otro día ya estaban preparadas para el encuentro. Desde ese momento, Mara y Rana son inseparables. Caminan juntas por el santuario, buscan sus alimentos y saben que si los cuidadores las separan por un tiempito para hacer alguna tarea de cuidado, pronto se volverán a ver, algo que la inquietaba a Mara en un comienzo.
Hace un mes que Mara comenzó a reconstruir sus comportamiento de elefante: a tomar decisiones, a oler nuevos olores, probar nuevos sabores y escuchar otros sonidos.