Facundo Imhoff acaba de convertirse en campeón panamericano con la selección argentina de voley. Él y sus compañeros alcanzaron la meta soñada, que les permite asegurarse un lugar en los próximos Juegos Olímpicos y llevar a su país a lo más alto del podio, en un campeonato del que participaron potencias como Brasil, Cuba o los Estados Unidos.
Para ningún deportista que alcanza este nivel el camino es fácil. Son años de aprendizaje, entrenamiento, competencia y esfuerzo. Sobre todo, si se trata de un jugador de un pueblo pequeño como Franck, en el interior de la provincia de Santa Fe.
Un día, Facundo recibió un llamado inesperado desde Capital Federal. Lo invitaban a sumarse a un grupo de jugadores para conformar una selección juvenil de voley. Y allí inició un camino sin retorno. Atrás quedó Franck, llegó Buenos Aires y luego clubes europeos.
Sin embargo, las cosas no iban del todo bien. Facundo sufría una lesión tras otra. Algunas, con características difíciles de explicar. Jugaba al voley, pero no lograba desarrollarse plenamente. Ni como deportista, ni como persona.
Un día, hace siete años, afrontó con valentía la situación. Decidió sacarse una mochila pesada, casi insoportable, que lo había acompañado desde hacía demasiado tiempo. Decidió, entonces, contarles a sus compañeros de equipo que era homosexual. Y explicarles que necesitaba decirlo, simplemente para comenzar a ser él mismo.
Al principio tuvo miedo. Temió al rechazo. Incluso, a que el hecho de decir la verdad se convirtiera en un escollo para su carrera profesional. Sin embargo, sucedió todo lo contrario.
“A mí me cambió la vida, era otra persona, estaba apagado -recordó Facundo en el programa Todo Pasa-. Era una versión más chata, no me gustaba y no me sentía identificado, fingía algo que no era. Me lesionaba todo el tiempo, mi vida no era copada. Cuando lo dije, no solamente se lo dije a los otros, me lo dije a mí mismo. Me sentía fragmentado, me sentí uno solo y fue sacarme una mochila enorme, eso es simbólico porque nosotros saltamos para pegarle a la pelota”.
Facundo contó que ocultar quién era lo terminaba afectando, incluso, en su propio cuerpo: “Me lesionaba los tobillos, lesiones inexplicables. Caminando me lesionaba, una vez me quedó el hombro dado vuelta, soy derecho y se me salió el hombro izquierdo. Tuve una fisura por estrés en la tibia, lo cual no existe en el deporte. Ahí dije que tenía que hacerme cargo de mi vida y de mis decisiones.”
“Lo dije hace 7 años, cuando todavía era muy tabú. La sociedad cambió mucho, era heavy por entonces plantarse ante un equipo y decirlo. Pero pesó más el sentirme bien conmigo, que la posibilidad de que lo tomen mal mis compañeros o dirigentes. Mi mayor miedo era que me cierren puertas en otros equipos, ese año estaba en Lomas de Zamora. Pero lo tomaron re bien, lo dije el primer año y me renovaron tres más. Con los jugadores se armó un vínculo de mejor confianza, me empezaron a contar cosas íntimas de ellos”, insistió Facundo.
Mirá la entrevista completa con Facundo Imhoff: